Cuando el calor del verano se hace insoportable y la
playa más cercana la tenemos a tres horas en coche, hay que buscar alternativas. La más
común es
la piscina. Tostarse sobre el cuidado césped y darse un chapuzón de vez en cuando entre
grandes dosis de cloro. No está mal el plan, pero se puede mejorar. Los que amamos la naturaleza preferimos una alternativa más salvaje. Más auténtica. Que nos permita
volver a esos parajes que recorremos en primavera y otoño para hacer senderismo, pero de una manera
diferente. Más sosegada. No importa incluso que haya que hacer una pequeña caminata, pero
teniendo muy presente que al final vamos a tener un premio. Un regalo en forma de aguas
cristalinas y frías, rodeadas de una frondosa vegetación que aborta cualquier pelea por una
sombra. Enclaves únicos donde el baño revitaliza. Hablamos de las
piscinas naturales. Ya sabemos que el suelo de estas albercas no es tan firme
como el de los azulejos de las piscinas o tan fino como la arena del mar.
También tenemos claro que posar la toalla en su entorno no es
tan cómodo como hacerlo en el césped cortadito o en la playa. Y en muchas ocasiones llegar
hasta estos lugares implica un cierto esfuerzo más allá de tener que aparcar el coche en la
puerta y pasar por una taquilla. Pero ahí reside su encanto. Eso sí, para gustos colores.
Vista de la piscina natural de Villanueva del Conde
España es rica en piscinas naturales. Una de las provincias que mejor las cuida y las promociona es Cáceres. Son incontables las que se reparten por Las Hurdes, La Vera y el Jerte. Pero en este post nos vamos a centrar en nuestra tierra, en las piscinas naturales de Salamanca. Es cierto que ninguna de ellas está declarada zona autorizada de baño por la Junta de Castilla y León. Por lo tanto no veremos socorristas y el chapuzón será bajo nuestra absoluta responsabilidad. También muchas carecen de un chiringuito en el que disfrutar de una cerveza fría, de unos vestuarios para cambiarse o de unos simples baños. Hay mucho trabajo por hacer ya que el potencial está ahí y por desgracia las piscinas naturales de Salamanca son un capítulo desconocido y muy poco difundido.
La primera persona que ha comenzado a realizar una labor de divulgación en este sentido es nuestro amigo Miguel Ángel Ávila. Es el autor de la «Guía de piscinas naturales de Salamanca» y además ha creado para la Diputación de Salamanca la aplicación móvil «Paisajes del agua». Él conoce como nadie esos pequeños paraísos acuáticos de la provincia. Piscinas, arroyos, pozas, caozos, playas fluviales y hasta una mina donde llevar de una manera más agradable y saludable los calores estivales. Nosotros hemos visitado algunas de ellas y vamos a hacer un repaso de diez de las mejores.
Playas fluviales, pozas y piscinas naturales de Salamanca en los entornos más privilegiados
La mayor parte de las piscinas naturales de Salamanca se localizan en la Sierra de Francia y Las Batuecas. Entre sus castaños, robles, pinos, encinas y hayas se van abriendo pasos ríos como el Alagón o el Francia y arroyos como el de las Quilamas, San Benito, la Palla y otros muchos otros. La reserva de la biosfera de la «Toscana salmantina» es rica en zonas de baño que aparecen en los lugares más insospechados. Pero la Sierra de Francia no tiene el monopolio de estos pequeños tesoros. Las sierras de Béjar y Candelario y hasta las Arribes del Duero nos regalan bálsamos veraniegos de lo más interesante.
Piscina natural de Villanueva del Conde
Piscina natural de Villanueva del Conde
Es una de las
mejores piscinas naturales de Salamanca sin lugar a dudas. Ubicada a poco
más de un kilómetro de Villanueva del Conde y junto a la carretera que une esta
localidad con Garcibuey. Recibe el nombre de “Charco de la Cruz” y aprovecha las aguas del arroyo de San
Benito. Cuenta con una gran alberca de aguas frías y transparentes y está rodeada
de un entorno idílico de rocas graníticas y vegetación. El entorno está cuidado
aunque el espacio para colocar la toalla no es muy grande. Posee además un chiringuito con terraza donde preparan paellas,
carnes a la brasa y otros platos. A diferencia de otras piscinas naturales de
Salamanca, sólo es posible bañarse en la propia alberca y no en el arroyo. Eso
no impide que se haya convertido en un espacio de gran magnetismo para
sobrellevar las altas temperaturas.
Piscina natural de Valero
Piscina natural de Valero
Es un clásico de las piscinas naturales de Salamanca. Una de las más antiguas y populares. Se encuentra a escasos metros del núcleo urbano de Valero aprovechando las fantásticas aguas del arroyo de Las Quilamas y abrigada por la sierra del mismo nombre. «El charco del pozo», que así se llama, se construyó en 1985 aprovechando la antigua fábrica de luz del pueblo y recientemente se le ha sumado un espacio de vestuarios y baños. Además de poder refrescarse en la propia piscina, hay un extenso espacio del arroyo de Las Quilamas donde el cauce es generoso y el baño es igualmente recomendable. Quizás su punto débil es que las áreas para colocar la toalla son, o bien de cantos, o bien dominadas por la maleza. En su día contó con un chiringuito que actualmente se encuentra cerrado.
Piscina natural de Villasrubias
Piscina natural de Villasrubias
Es uno de los
complejos mejor equipados que podemos encontrar dentro de la nómina de
piscinas naturales de Salamanca. Se encuentra en la localidad de Villasrubias,
cercana a la provincia de Cáceres y en pleno corazón de la comarca del Rebollar. Se habilitó en el año 2015
aprovechando las aguas del río Frío.
Además de la amplia y generosa zona de baño, el complejo cuenta con una gran
extensión de césped, merenderos, vestuarios, aseos, duchas y un restaurante. En
la piscina natural de Villasrubias no hay que pelearse por las sombras gracias
al frondoso bosque de rebollos que la
abriga.
Piscina natural de San Martín del Castañar
Piscina natural de San Martín del Castañar en una imagen de otoño antes de realizar las labores de limpieza
Se encuentra en el casco urbano de una de las
localidades más bellas de la provincia de Salamanca. Se vale de las aguas del arroyo Canderuelo para
ofrecer una alternativa refrescante en la Sierra de Francia con una aceptable
extensión de césped, además de vestuarios. Posee además una zona de merendero y,
al encontrarse dentro de San Martín del Castañar, permite ir a comer a alguno
de los interesantes restaurantes de la localidad.
Piscina natural de La Bastida
Piscina natural de La Bastida
En las proximidades de dos de los parajes más misteriosos de la provincia de Salamanca, la Cueva de la Mora y el Castillo Viejo de Valero, se encuentra la pequeña localidad de La Bastida. Muy cerca de su gran área recreativa del Huerto de la Piedra se localiza la piscina natural sobre el arroyo de la Media Fanega. Es de tamaño mediano y su entorno está repleto de grandes lanchas en las que descansar sobre nuestra toalla. La parte negativa es que la zona no es prolífica en vegetación y por lo tanto no hay excesivas sombras.
Piscina natural de Montemayor del Río
Piscina natural de Montemayor del Río
Es una de las joyas desconocidas de la provincia de Salamanca. Presidido por su imponente castillo y rodeado de un interminable bosque de castaños, Montemayor del Río es una de nuestras debilidades. Y como no podía ser de otra forma, también cuenta con una piscina natural. Para ello aprovecha el cauce del río Cuerpo de Hombre, que nace en las cumbres de la Sierra de Béjar. Eso hace que sus aguas sean gélidas, ya que proceden directamente del deshielo. El entorno posee una amplia superficie de césped y el puente de piedra, que permite el acceso a Montemayor, le da un carácter casi idílico.
Poza del Piélago
Una de las pozas del Piélago
Dejamos las piscinas naturales en Salamanca para
mencionar un par de interesantes pozas. La primera es una de nuestras zonas de
baño favoritas. Se trata del Piélago y se ubica en la desembocadura del arroyo de Las Quilamas en el Alagón. Se accede
fácilmente desde la carretera que une las Puentes del Alagón (El Pipero) con
Valero. Simplemente hay que descender por una improvisada escalera empedrada y
nos encontraremos dos pozas de un
considerable tamaño y con una profundidad que, en algunos puntos, supera
los dos metros.
La segunda poza del Piélago
Están rodeadas de vegetación de ribera para disfrutar
de amplias sombras. Es quizás la zona de baño más salvaje y al mismo tiempo
accesible y poco frecuentada que tenemos en tierras salmantinas. Como
curiosidad, es habitual ver en el Piélago a numerosos peces que se acercan curiosos
a tus piernas y sientes cómo te acarician con sus bocas.
Poza de la Palla
Poza de la Palla
Muy cerca del Piélago y dentro de una ruta de
senderismo que podemos hacer por las pozas que hay en el entorno de Valero se
encuentra la poza de la Palla en el arroyo del mismo nombre. Es uno de los enclaves más espectaculares de la sierra de
Las Quilamas y de la provincia salmantina. Y lo es porque en la poza vierte
sus aguas una cascada de 20 metros de
altura, llamada chorrera de Gancho Bermejo. Es profunda y su entorno, con
grandes planchas y espacios de sombra, es ideal para desconectar del mundanal
ruido. El problema es que su bajada es
un tanto escarpada y peligrosa por lo que se aconseja acceder a ella con
precaución y sólo a personas acostumbradas a practicar senderismo y caminar por
la montaña.
Playa del Rostro en Aldeadávila de la Ribera
Playa del Rostro. (Foto: Roberto Zamarbide)
Aunque no son piscinas naturales como tal, no podemos obviar las playas fluviales
con las que cuenta la provincia salmantina. Una de las más conocidas es la del
Rostro, en plenas Arribes del Duero
en Aldeadávila de la Ribera. Se accede por una pista desde la propia localidad
que desciende de forma vertiginosa hasta la misma orilla del río Duero, en el
mismo punto donde forma un meandro. Posee una amplia zona de arena que se trasladó hasta este lugar y desde allí
también se puede tomar el barco que hace un pequeño recorrido por el curso del
Duero hasta la presa de Aldeadávila.
Zona fluvial de Puente del Congosto
Playa fluvial de Puente del Congosto
Hasta hace unos años fue la única zona de baño
autorizada por la Junta de Castilla y León en Salamanca. A pesar de haber
perdido esta distinción, la zona fluvial de Puente del Congosto sigue siendo un lugar muy frecuentado.
En gran parte por la presencia de un camping en sus proximidades y de varios
chiringuitos que también sirven comidas.
Zona de baño de Puente del Congosto
Con la vista perpetua del castillo de Los Dávila y de
su puente medieval, la zona de baño Puente del Congosto se encuentra en el río
Tormes y en mitad de un paisaje de inmensos domos graníticos. Tiene grandes zonas de sombra, aseos y un amplio
aparcamiento. Las aguas del río en este punto son frías, pero cristalinas y
profundas.
Otras piscinas naturales y zonas de baño de Salamanca
La provincia de Salamanca cuenta con más piscinas
naturales y zonas de baño que se pueden encontrar tanto en la guía elaborada
por Miguel Ángel Ávila como en la aplicación «Paisajes del agua».
Entre ellas se encuentran por ejemplo, la
del restaurante El Pipero en el paraje de las Puentes del Alagón. Tiene la
ventaja de tener un maravilloso entorno repleto de sombras y un cuidado césped,
pero con la parte negativa de la escasa circulación y, por lo tanto, renovación
del agua en la propia piscina.
Piscina natural del Pipero
La playa fluvial de
Sotoserrano
en el río Francia y junto al camping Vega de Francia es otra reseñable y
frecuentada zona de baño. Como también lo es la curiosa y circular piscina de Garcibuey, que capta las aguas del
arroyo de la Palla para llenar un estanque rodeado de abundante vegetación y un
merendero.
Río Francia junto a la playa fluvial de SotoserranoPiscina natural de Garcibuey
Y por último tenemos que mencionar la que puede ser la zona de baño más peculiar de la provincia salmantina. Se encuentra a sólo 24 kilómetros de la capital en la localidad de Golpejas. Es la laguna artificial formada en una antigua mina de estaño a cielo abierto que actualmente se encuentra cerrada y donde también se extrajo niobio y tántalo o tantalio. Destaca por su amplitud y profundidad que permite incluso el buceo. También cerca de la capital no podemos olvidar las playas fluviales de Huerta en el Tormes, una localidad que ofrece además actividades como paseos a caballo y alquiler de piraguas.
La isla de Gran Canaria es mucho más que sol y playa. En ella hay espacios naturales sorprendentes, poblaciones con mucho encanto y maravillas geológicas que el viajero no se puede perder. Hacemos un repaso por diez lugares que ver en Gran Canaria para enamorarse de la isla.
Qué ver en Gran Canaria entre dunas, roques y calderas
Gran Canaria es mucho más que pasar unas vacaciones tostándose al sol en Maspalomas. Por supuesto que nadie puede perderse las fantásticas playas que tiene, pero a menudo todo lo que hay que ver en Gran Canaria se reduce a su vertiente sur y se centraliza en su turismo de sol y playa. Craso error. Al igual que ocurre con Tenerife y, en general, con todas las islas del archipiélago, Gran Canaria posee unos espacios naturales únicos y pequeñas poblaciones muy auténticas y con un aroma especial. Para ello lo mejor es contratar un buen alojamiento —el comparador Hundredrooms ofrece muy buenas ideas en este aspecto— alquilar un vehículo y recorrer la isla con total libertad. Así lo hicimos nosotros en un mes de octubre donde descubrimos unas playas excepcionales, pero también otros rincones que enamoran como relatamos a continuación.
Dunas de Maspalomas
La Dunas de Maspalomas con el Atlántico al fondo
Para viajar al desierto sin moverse de España es suficiente con trasladarse a Gran Canaria. Las Dunas de Maspalomas, símbolo de la isla, conforman un espacio natural único en el país. Aunque resulte paradójico, constituyen un oasis para frenar el desarrollo turístico de esta zona del sur de Gran Canaria. Una barrera natural que separa los grandes complejos hoteleros de la inmensidad del Atlántico. Un lugar para saltar, trepar y revolcarse entre toneladas de fina arena salpicada con las especies vegetales que consiguen sobrevivir a la esterilidad casi absoluta. Uno de los rincones imprescindibles que ver en Gran Canaria.
Salto en las Dunas de Maspalomas
Roque Nublo y Tejeda
Último tramo de ascensión con el Roque Nublo al fondo
Las Islas Canarias no se pueden entender sin sus roques, elevaciones rocosas con forma escarpada que se elevan tanto en la tierra como en el mar. Son fruto de la erosión y forman figuras llamativas y sorprendentes. En Gran Canaria, el Roque Nublo es el más popular y visitado. Además de por su forma, este rincón enamora por encontrarse a 1.813 metros de altitud, lo que permite unas visitas privilegiadas. De hecho, en un día despejado se puede contemplar perfectamente el Teide de la vecina Tenerife. Su ascensión se puede realizar mediante una atractiva ruta de senderismo que parte de La Culata y que recomendamos. Los que prefieran caminar menos, pueden dejar el vehículo en el aparcamiento de la Degollada de La Goleta y hacer una caminata más sencilla y corta de 3,3 kilómetros ida y vuelta.
Pablo en el Roque Nublo
Tejeda
Puerto de Mogán
Una de las calles del Puerto de Mogán
El Puerto de Mogán es un complejo vacacional con su peculiar diseño cosas que hacer en Gran Canaria y cuya visita es una de las mejores . Además, posee una playa muy coqueta y con todos los servicios. Aunque la impresión que nos llevemos sea la de una especie de parque temático, hay que saber perfectamente que no se trata de un pueblo histórico, sino de un enclave destinado única y exclusivamente al turismo. Aún así, sorprende ver cómo se ha diseñado toda una localidad con calles peatonales, casas encaladas de no más de tres plantas, miles de flores en sus puertas y una red de canales que le otorgan un encanto especial. Mogán está repleto de bares, restaurantes y tiendas y, los viernes por la mañana, acoge un concurrido mercadillo junto los muelles de los barcos pesqueros, los únicos vestigios del pasado que se resisten a claudicar a la explosión turística.
Templete en la plaza de Mogán
Barcos en el Puerto de Mogán
Mirador de El Balcón
Mirador de El Balcón
En toda isla que se precie no puede faltar un buen mirador sobre algún imponente acantilado. En Gran Canaria tenemos el Mirador de El Balcón, en la Aldea de San Nicolás. Dimos con él en la carretera GC-200 cuando íbamos de camino a Agaete. Un panel informativo lo indica en la misma vía junto a un pequeño aparcamiento. Posteriormente hay que bajar por una escaleras y deleitarse ante la vista de lo que se conoce como la “cola de dragón”, por la forma zigzagueante que van haciendo los acantilados en este extremo occidental de la isla. Tierra adentro podremos contemplar también el barranco de La Arena y el valle en el que está enclavada la Aldea de San Nicolás.
Señalización del mirador de El Balcón
Agaete y el desaparecido Dedo de Dios
Lo que queda del Dedo de Dios en Agaete
Agaete es una bella localidad pesquera que se convirtió en punto de peregrinación en Gran Canaria por su mundialmente conocido Dedo de Dios o Roque Partido. Esta elevación rocosa alargada y, probablemente con forma de dedo si damos rienda suelta a la imaginación, recibió este nombre en el siglo XX por parte del humanista canario Domingo Doreste Rodríguez “Fray Lesco”. Pero cuando la gallina de los huevos de oro estaba en pleno apogeo con cientos y cientos de turistas recalando cada mes en Agaete para ver a lo lejos el índice (podría ser también el anular) del mismísimo Creador, la tormenta tropical Delta de 2005 lo diseccionó sin contemplaciones. Adiós al Dedo de Dios. Ahora le pega mucho más el nombre de Roque Partido.
Playa de Agaete
Estefanía junto a un drago en Agaete
Piscina natura de La Salinas de Agaete. Foto: Javier Sánchez
La desaparición de la peculiar formación rocosa no tiene que hacer que Agaete también desaparezca de una ruta por Gran Canaria. Se trata de una localidad con una esencia marinera muy seductora enclavada en un paisaje donde el azul del Atlántico se entremezcla con el verde de sus valles. Además, el municipio cuenta con una de las mejores piscinas naturales de la isla, Las Salinas.
Arucas, cuna del ron canario
Iglesia de San Juan Bautista de Arucas
En la falda del antiguo volcán de Arucas se levanta la ciudad del mismo nombre, una de las más bellas y animadas que hay que ver en Gran Canaria. Uno de sus grandes atractivos turísticos es la iglesia de San Juan Bautista, denominada como la Catedral de Arucas por su majestuoso diseño neogótico tradicional. No se trata de una catedral, ni tan siquiera es una basílica, pero a los vecinos de Arucas no se les puede quitar esa ilusión. En Arucas también se puede visitar la destilería del ron Arehucas, nombre aborigen que recibió la localidad. Por la “fábrica”, como popularmente se la conoce, se puede realizar una visita guiada donde se muestra el proceso de elaboración del ron canario más internacional y se hace un recorrido por las barricas donde se almacena, muchas de las cuales están firmadas por un sinfín de personajes famosos que visitaron la destilería.
Destilería de Arehucas
Barricas firmados en la destilería de Arehucas
Barrica firmada por Julio Iglesias en la destilería de Arehucas
Playa de Las Canteras
Playa de Las Canteras
Gran Canaria tiene excelentes playas como las del Inglés, San Agustín y la propia de las Dunas de Maspalomas, pero Las Canteras es la niña mimada de la isla y el orgullo de Las Palmas. A pesar de ser una playa urbana, se encuentra cuidada al máximo y con una limpieza exquisita. El agua es cristalina, la arena fina y tiene una longitud de más de 4 kilómetros para poder dar largos paseos por la orilla. Los habitantes de Las Palmas (curiosamente es la única capital española sin gentilicio reconocido) presumen mucho de Las Canteras, especialmente ante sus “rivales” de Santa Cruz de Tenerife, donde tuvieron que construir artificialmente la playa de Las Teresitas para contar con un arenal cerca de la capital.
Caldera de Bandama
Caldera de Bandama. Foto: Javier Sánchez
Entre Telde y Las Palmas se halla la Caldera de Bandama, otro de los rincones imprescindibles que ver en Gran Canaria. Junto al pico del mismo nombre, tiene la calificación de Monumento Natural, y no es para menos. Se trata de una gran caldera volcánica que se originó hace unos 5.000 años. Dos datos que dan una idea de su espectacularidad: posee 216 metros de profundidad y 1.000 de diámetro. Existe una ruta de senderismo de dificultad elevada que, en apenas 3 kilómetros, recorre esta joya geológica de la isla de Gran Canaria. El nombre de Bandama le viene del comerciante holandés Daniel Van Damme (nada que ver con el actor experto en kárate), que en el siglo XVI se asentó en la zona y fue capaz de recolectar uva en la caldera.
Bufadero de la Garita
Bufadero de la Garita. Foto: Javier Sánchez
Algunas de las imágenes más espectaculares que circulan por la red de la isla de Gran Canaria se localizan en el Bufadero de la Garita, en Telde. Las rocas en esta zona de la costa han generado unas grandes pozas por las que se introduce el agua en días de fuerte oleaje. Cuando las oquedades expulsan el líquido elemento, se forma una especie de géiser que genera un sonido similar al bufido de un animal. Un espectáculo del que disfrutarán especialmente los amantes de la fotografía.
Otra imagen del bufadero de la Garita. Foto: Javier Sánchez
Playa de Tufia en Telde
Playa de Tufia en Telde. Foto: Javier Sánchez
La playa de Tufia, junto a la punta de Silva en Telde, no destaca por su longitud, ni por su fina arena, ni por contar con todo tipo de servicios. Jamás recibirá la bandera azul ni será invadida por hordas de turistas. Nada de eso. Sin embargo, es una playa especial que merece ser visitada. Está incrustada entre una amalgama de pequeñas casas encaladas de pescadores formando un conjunto con mucho encanto. Posee una pequeña superficie de arena negra y en el agua suelen estar amarradas varias pequeñas barcas. A pesar de encontrarnos en una zona de la isla donde el oleaje es fuerte, la playa de Tufia se encuentra resguardada para permitir al bañista realizar esnórquel y submarinismo. Un pequeño oasis muy auténtico que no se puede dejar de visitar.
Este es un post patrocinado, esto significa que hemos recibido una compensación económica por mencionar una marca en este artículo. No obstante, nuestras opiniones son independientes y están basadas en nuestra percepción real sobre el lugar del que hablamos.
Clásica, elegante,
estilosa pero moderna y, sobre todo, muy cantábrica. Santander es una
ciudad inmortal que combina a la perfección su perenne clasicismo y un aire
contemporáneo que hace que nunca pase de moda. Su encanto está fuera de toda
duda. Agrada al visitante con una imagen de orden y limpieza e invita a pasear
y pasear sin dejar de sentir en ningún momento la suave brisa del Cantábrico. Siempre
ha tenido fama de elitista y así lo demuestran los palacetes y casas señoriales que siguen presidiendo la avenida de la
Reina Victoria. Precisamente la monarca consorte y su marido, Alfonso XIII,
ayudaron a que Santander se convirtiera en el lugar preferido de la nobleza
para veranear. Los reyes pasaban la época estival en el palacio de La
Magdalena, regalo de la ciudad a la pareja tras su boda en 1906.
Paseando por la playa del Sardinero
Aunque ya la habíamos visitado brevemente en una ocasión, recalamos
en Santander durante un fin de semana de octubre que más bien parecía de
agosto. Un tiempo excepcional que iluminó la capital cántabra y nos permitió
disfrutar además de la playa. Las condiciones óptimas para hacer un recorrido
muy completo por todo lo que visitar en Santander en dos días.
Playa, gastronomía, patrimonio y naturaleza. Todo lo que
visitar en Santander en dos días
Al igual que ocurre con otras bellas ciudades del Cantábrico como Gijón y San Sebastián, en Santander hallamos todos los ingredientes para no tener que llamar a casa de la vecina a por un poco de sal. Bien es cierto que Cantabria merece otras muchas visitas. La inmensa playa de Laredo, San Vicente de la Barquera y la comarca de Liébana son algunos ejemplos. Pero si queremos hacer un guiso que tenga playa, gastronomía, patrimonio y naturaleza, Santander es nuestro destino. Vamos a hacer un repaso por nueve lugares que visitar en Santander en un fin de semana fruto de nuestra experiencia.
Playa del Sardinero
Llegamos a primera hora del sábado a Santander y en vista de
la excepcional climatología que nos dio la bienvenida, nos faltó tiempo para ir
de cabeza al Sardinero. Los que somos de interior recibimos el mar como un
bálsamo. Basta con tenerlo ante los ojos para lograr la tan ansiada
desconexión. El sonido de los jugadores de palas golpeando la pelota con una
fuerza inusitada (sólo hemos visto algo similar en Tel Aviv) nos acoge en la
playa primera del Sardinero. La bajamar deja una interminable superficie de
arena casi desértica. Estamos en octubre y hemos dejado atrás la vorágine de
visitantes del verano.
Vista de la playa del SardineroBaño en el Sardinero
La playa primera, frecuentada en su día por la nobleza y a la que miran los grandes palacetes santanderinos, tiene casi tres kilómetros de longitud. Ideal para pasear y también para refrescarse en unas aguas frías, pero cristalinas, que son una auténtica gozada. Con la marea baja pasaremos sin darnos cuenta a la playa segunda del Sardinero. Comienza justo a la altura de los jardines de Piquío y concluye cuando tenemos delante a uno de los hoteles emblemáticos de la capital cántabra, el hotel Chiqui.
Avenida de la Reina Victoria y jardines de Piquío
Tan relajante es caminar por la fina arena del Sardinero
como calzarnos los zapatos y hacerlo por el paso marítimo que dibuja. Es la
avenida de la Reina Victoria que comienza en los jardines más emblemáticos de
la ciudad, los de Piquío. Un lugar ideal para descansar a la sombra mientras la
brisa del mar acaricia nuestros rostros.
Gran Casino de SantanderAvenida de la Reina Victoria
Si seguimos andando por la avenida dedicada a la consorte de
Alfonso XIII veremos el majestuoso
edificio del Gran Casino y llegaremos a la península de La Magdalena. Este
recorrido continúa en dirección al centro de la ciudad permitiendo contemplar
unas bonitas vistas de la playa de Los
Peligros y de la punta de San Marcos, no sin antes saludar a las esculturas
de José del Río Sainz y Gerardo Diego.
Comer en el Pesquero
Puede parecer una locura, pero sin medir bien la distancia
fuimos caminando desde nuestro hotel en la playa del Sardinero hasta el barrio
Pesquero. Un paso largo (5 kilómetros) que se puede acortar gracias al autobús
urbano. De esta manera cambiamos el sosiego y la elegancia de la avenida de la
Reina Victoria, por el bullicio y amplitud del paseo de Pereda para acabar en
la decadencia más auténtica del barrio
Pesquero. Contrasta y mucho con el resto de la capital cántabra. Un barrio
obrero, de gente corriente, con humildes bloques de tres plantas, la mayoría de
color rojo y otros de color crema. Ni rastro de lujo ni ostentosidad. Un barrio
auténtico, sin maquillajes y fundamental para comprender la historia de Santander.
Barrio PesqueroRodaballo del restaurante El Vivero del Pesquero
La principal razón
que nos hizo acudir hasta el Pesquero fue la gastronomía. El barrio acoge
alguno de los mejores restaurantes que visitar en Santander para degustar
pescado fresco. ¡Y vaya si lo hicimos! El más conocido es Los Peñucas, propiedad
del padre del ex futbolista Iván de la Peña. Pero justo al lado se encuentra
otro clásico del barrio, El Vivero.
Allí fuimos a dar para meternos, entre pecho y espalda, unas colas de
langostinos al ajillo, rabas, rodaballo y lubina. La relación calidad-precio, extraordinaria.
Las vistas desde el Centro Botín
Con el estómago lleno pusimos rumbo al paseo Pereda. No sin antes estremecernos ante el altar dedicado al joven de 15 años que en 2013 murió en el Pesquero cuando se vino abajo el tejado de una nave al que había subido en busca de su balón. Poco más adelante, dejando atrás la decadencia del barrio, nos topamos con el Puerto de Santander y una fila que se estaba empezando a formar. Preguntamos y nos dijeron que iban a ver la fragata Álvaro de Bazán de la Armada Española que atracaba durante esos días en el puerto santanderino. Son de esas sorpresas que aparecen por casualidad, pero que enriquecen un viaje. Y así fue, porque la experiencia de caminar por el interior de este gigante de casi 147 metros de eslora fue fascinante.
En la fragata Álvaro de Bazán en el puerto de SantanderCentro Botín
El contraste entre el clasicismo y la modernidad de
Santander se visualiza en el paseo de Pereda desde 2017. Ese año fue inaugurado el Centro Botín. Un edificio
arriesgado y rompedor obra del italiano Renzo Piano que logra asomarse al
Cantábrico de manera sutil. Se trata de un centro de arte con una serie de balcones a los que se puede acceder
gratuitamente y que obsequian con una vista completa del paseo de Pereda,
por un lado, y de la costa de Pedreña y las dunas del Puntal, por otro.
Vistas del paseo de Pereda desde el Centro BotínUno de los balcones del Centro Botín
Paseo y jardines de Pereda
Decíamos que el Centro Botín pone la pincelada contemporánea
a un paseo repleto de elegancia y clasicismo como es el dedicado al gran autor
costumbrista José María de Pereda. Sin duda el lugar favorito por los
santanderinos para caminar junto al mar y relajarse en los jardines que también
llevan el nombre del literato. Entre los magnolios,
cedros, palmeras, acebos, pinos, tilos y tejos, entre otras especies, que
conforman este bello pulmón verde, se encuentra el monumento a Pereda, obra de Lorenzo
Coullaut-Valera, y el popular tiovivo que hace las delicias de los más
pequeños.
Jardines de Pereda
A pocos metros de los jardines de Pereda se levanta el
bonito palacio del Embarcadero,
convertido en sala de exposiciones. Y sin alejarnos mucho, un conjunto
escultórico nos llamará la atención. Es el homenaje
a los raqueros, los niños humildes, en muchas ocasiones huérfanos, que tiempo
atrás se acercaban a este muelle de Santander para ganarse la vida con pequeños
hurtos y lanzándose al agua para, con un poco de suerte, recoger alguna de las
monedas que le tiraban los pasajeros de los ferris que partían rumbo a
Inglaterra.
Esculturas de los raquerosEdificio del Banco Santander
Catedral de Santander
En este recorrido por todo lo que visitar en Santander en dos días es obligado dejar el mar por un instante y adentrarse en el entramado de callejuelas que se abren paso alrededor del imponente edificio del Banco Santander, el lugar en el que se gestó el imperio que hoy se extiende por medio mundo.
Catedral de Santander
En ese recorrido no puede faltar una visita la Catedral de Santander, dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. No figura entre las más bellas de España, pero su estructura gótica reconstruida a mediados del siglo pasado la hace una parada interesante. Merece mucho la pena visitar su claustro de planta trapezoidal.
Mirador Río de la Pila
Para finalizar una intensa jornada de sábado en Santander
tocó hacer piernas. Subir rumbo a uno de
los miradores más espectaculares de la ciudad aunque, al mismo tiempo, poco
frecuentado por los turistas. Ayudados por las rampas mecánicas de la calle
Lope de Vega, fuimos escalando. Haciéndonos los valientes, rehusamos usar el
funicular gratuito que solventa el complicado tramo final. El telecabina tiene
el mismo nombre que el mirador al que ascendimos, el Río de la Pila. Una
atalaya privilegiada que pone Santander bajo nuestros pies con el Cantábrico
poniendo el perfecto telón de fondo. Sin duda el mejor colofón al primero de
nuestros dos días en la ciudad.
Mirador Río de la Pila
Península y palacio de La Magdalena
Para el domingo quedaban otros dos de los impepinables que
visitar en Santander. Eso sí, a primera hora regresamos al Sardinero para gozar
de la última jornada de playa del año. A media mañana, y con la climatología regalándonos
un día extraordinario, pusimos rumbo a la península de La Magdalena. Un parque natural en miniatura a unos
pocos metros el casco urbano.
En la península de La Magdalena con la isla de Mouro al fondo
La escultura dedicada a Félix Rodríguez de la Fuente nos da
la bienvenida antes de adentrarnos en unos senderos que, abrigados por una
frondosa vegetación, conducen a la joya de la corona de esta península de
manual. Se trata del palacio de La
Magdalena, el regalo de la ciudad al rey Alfonso XIII y su esposa Victoria
Eugenia. Un edificio de cuento que se asoma con elegancia al mar en una
postal casi irreal. No nos extraña que fuera elegido para rodar la serie Gran
Hotel que emitió Antena 3. En verano se puede visitar a las 10:00, a las 11:00
y a las 12:00 horas sólo los fines de semana. El resto del año mantiene ese
horario y además lo amplía a los días de diario con pases a las 11:00, 12:00,
13:00, 16:00, 17:00 y 18:00 horas. La entrada tiene un precio de 3 euros.
Palacio de La MagdalenaOtra vista del Palacio de La Magdalena
La península de La Magdalena también acoge el museo dedicado al hombre y el mar, con
la presencia de los tres galeones usados por el santanderino Vital Alsar para
su travesía por el Atlántico. También hay un pequeño zoo y un parque marino con focas, pingüinos y leones
marinos.
Parque marino de La Magdalena
Faro de Cabo Mayor
Después de otra gran comida, en esta ocasión de una de las mejores arrocerías de Santander, el restaurante A Banda, pusimos el colofón con la última de nuestras visitas en la ciudad. Para ello cogimos el coche y ascendimos hasta el faro de Cabo Mayor. Otra dosis de naturaleza pura e imponente brisa cantábrica.
Faro de Cabo MayorVistas desde el Cabo Mayor
Con el sol anunciando un atardecer de los que hacen época, tomamos el sendero que sale del faro y se adentra en un paisaje verde que acaba por mostrarnos los acantilados que sirven de antesala a la bahía de Santander. Al fondo, la ciudad se muestra imponente y casi sin solución de continuidad. Elegante y vital. En verano y en invierno. En su modo playero o urbanita. Santander conquista y algo nos dice que muy pronto nos volverá a ver.
Lo escuchas por primera vez y te suena a chino. Poco a poco
te das cuenta de que no es la idea loca de unos pocos y se va extendiendo como
la espuma. Más tarde empiezas a tener claro que no es una moda pasajera o una
iniciativa políticamente correcta para quedar de héroe. Luego te interesas por
su significado y comprendes que detrás de la palabra, hay un trasfondo de mucho
peso. Y por último, y lo más importante,
te conciencias. Lo llevas a la práctica. Comienzas a aplicarlo. No de forma
compulsiva y sin criterio convirtiéndote en una especie de Quijote. Sino en los
pequeños y grandes gestos. De forma coherente y responsable. Y en ese momento
sientes que has puesto un granito de arena en este maltratado planeta. Te
sientes mejor. Y al mismo tiempo echas la vista atrás y te preguntas cómo
fuiste capaz de tener determinados comportamientos en el pasado.
Desconocimiento, desinformación, costumbre… Lo importante es que has cambiado y que es el momento de contarlo.
De transmitirlo.
Foto de familia de los participantes en la jornada KLM Vuela Sostenible
La sostenibilidad podría ser la palabra del comienzo de este
milenio. Se habla de viviendas sostenibles, coches sostenibles, hoteles
sostenibles, ropa sostenible, alimentos sostenibles… Pero también de viajar de
forma sostenible. Y en este caso no hablamos sólo del respeto al medio que nos
rodea. De que la huella que dejamos inevitablemente en los lugares que visitamos
sea lo más leve posible. Hablamos de mucho más. De fomentar el respeto a la
cultura local. De apoyar los negocios autóctonos. De poner un pequeño ladrillo
para que, con nuestra visita, ganen los incomprendidos y no los de siempre.
Cuesta muy poco. Simplemente hay que
cambiar algunos hábitos y gozaremos también de un enriquecimiento personal.
Porque no es lo mismo alojarte en un hotel impersonal de una gran cadena que
hacerlo en un establecimiento rural en el que departir con los lugareños que
han puesto todo su esfuerzo en sacarlo adelante. No es lo mismo comer en una
McDonalds que hacerlo en una pequeña tasca donde cocinan con productos locales
con el mayor mimo del mundo.
Junto a Abilio de «El lío de Abi» y Estela de «Viajes e Ideas»Junto a Mario y Loli de «Viajando en furgo»
De todo esto hablamos un grupo de blogueros de viajes este verano desde la décimo quinta planta de un edificio de la Gran Vía madrileña. El evento #KLMVuelaSostenible se convirtió en algo más que una declaración de intenciones. Viajeros de todo tipo y condición explicando de manera sincera y auténtica sus experiencias para recorrer el mundo de forma más responsable. Fueron granos que van sembrando un futuro mejor. Por eso, como blogueros de viajes, tenemos la obligación de cultivar el terreno para que poco a poco se vea más y más frondoso.
Experiencias para viajar de forma sostenible
Organizado de manera magistral por KLM y Marco Volador y
conducido por Gema Santiago del blog “Divinos Sabores”, la jornada #KLMVuelaSostenible” contó con una decena de ponentes y más
de medio centenar de asistentes. ¿Por qué KLM hace bandera de la
sostenibilidad? Porque es una compañía aérea que está llevando a la práctica lo
que es tan bonito prometer y soltar por la boca. Iniciativas como la plantación
de árboles por cada billete vendido, pasando por el uso de biocombustible (aceite
alimentario usado), medidas para aligerar el peso del avión o reducir el uso de
papel y plástico, por poner algunos ejemplos.
Marco Volador y Gema Santiago, en la presentación de la jornada
La primera de las dos mesas redondas, “Inspirar y abrir mentes para cambiar la forma de viajar”, logró el
ambicioso objetivo de su título. Rubén y
Lucía, del blog “Algo para recordar”, nos dieron una auténtica lección de
cómo respetar la identidad cultural de los pueblos que visitamos y no intentar
practicar una colonización moderna, sin que eso esté reñido con los avances
tecnológicos. Ellos además lo han hecho educando al pequeño Koke. Nuestra amiga
Maruxaina Bóveda del blog “Maruxaina y
su mochila” insistió en que la responsabilidad del viajero empieza en casa
con comportamientos sostenibles que van desde el reciclaje hasta el uso del
transporte público, por ejemplo.
Lucía y Rubén de «Algo que recordar» junto a Aitor Urdaniz de Udare y Cristina Vilà de TravindyMaruxaina Bóveda y Estela Gómez
Mónica de Cossio,
buena amiga, apasionada viajera y compañera en la asociación Castilla y León Travel
Bloggers, nos presentó la ONG que ella misma fundó y que hace una labor impagable
en Uganda. Se trata de “Be in África”, que tiene el objetivo de mejorar las
condiciones de la localidad de Fort Portal, en la frontera con la República
Democrática del Congo. Ponen los medios para que tengan una vida digna,
potencian la educación y les enseñan a “pescar” para ser autosuficientes en el
futuro.
Mónica de Cossio, durante su ponenciaAitor Urdaniz de Udare
Fue una alegría que uno de los participantes en esta mesa redonda fuera Aitor Urdaniz responsable de la empresa Udare. Con ellos realizamos un mes más tarde el que ha sido uno de los viajes más fantásticos de nuestra vida. Un safari en Tanzania que se completó con cinco días en Zanzíbar donde incluso practicamos buceo. Aitor explicó cómo hizo realidad el proyecto colaborando codo con codo con una agencia local que emplea a trabajadores locales. Además, lo hace respetando una serie de principios básicos que nosotros pudimos comprobar de primera mano durante el safari. Todo un ejemplo de sostenibilidad y respeto a los animales.
También tuvimos la suerte de escuchar a nuestra querida Estela Gómez, compañera también en
Castilla y León Travel Bloggers con su bitácora “Viajes e ideas”. Aunque en
este caso acudió para presentar su proyecto #QuieroViajarSola, una iniciativa
para aconsejar y respaldar a las mujeres que toman la decisión de viajar en
solitario.
La mesa redonda concluyó con Cristina Vilà y sus consejos para comunicar sobre turismo
sostenible. Ella conoce muy bien de lo que habla ya que es la fundadora de la
plataforma Travindy, la única que se dedica por entero a difundir información e
iniciativas relacionadas con los viajes responsables.
Proyectos que izan la bandera de la responsabilidad
La segunda y última redonda no fue menos fructífera, ya que
por ella fueron desfilando los responsables de diferentes proyectos de turismo responsable apoyados por KLM. Todos acabamos
enamorados de un explorador y profesor soñador de La Mancha llamado Manuel José Carpintero. Con una pasión
desbordante nos desgranó los entresijos de la expedición que iba a protagonizar
con 20 alumnos de Secundaria en Noruega. Toda una aventura y una experiencia de
enriquecimiento personal formidable.
Manuel José Carpintero, durante su ponencia
Nuestros amigos Eva y
José del blog “Organizo tu viaje”, que habían llegado ese mismo día de su
vuelta al mundo, relataron cómo el viajero debe aprender de errores pasados.
Todos, absolutamente todos, hemos tenido comportamientos en el pasado poco
responsables. La clave está en cambiar, aprender con el tiempo y además hacerlo
ver a otras personas a las que todavía no se les ha encendido la bombilla.
José y Eva de Organizo tu ViajeAlberto Menéndez de Mochileros TV
Por último, Alberto
Menéndez, de Mochileros TV nos habló de su iniciativa #Labasuranodalikes
que ha realizado junto a Sergio Otegui del blog “Nada incluido” y Javier
Godínez, de “Vivir para viajar”. Los tres realizaron un viaje a Indonesia, país
que tiene un problema muy grave con los plásticos, para poner en el mapa esta
lacra y concienciar de la necesidad de reducir el consumo de un producto que
está minando nuestro planeta.
Atardecer en Madrid desde la Gran Vía
En buena compañía y con un
atardecer de auténtico escándalo visto desde las alturas de la Gran Vía
madrileña pusimos el colofón a una jornada que dejó huella positiva para evitar
dejar huellas negativas allá por donde vayamos.
Ruta de las arribes del Huebra y el castro del Castillo (Saldeana. Salamanca). Dificultad: Fácil. Distancia: 5,5 kilómetros (ruta circular). Duración: 2 horas y 30 minutos aproximadamente.
Soledad. La más auténtica y sublime soledad. Palabra maldita
y melancólica cuando se aplica en muchos órdenes de la vida. Pero magnífica y
agradecida cuando se experimenta en la naturaleza. Después de casi una década
haciendo senderismo, en la mayoría de
rutas que hemos hecho en nuestra provincia de Salamanca hemos disfrutado de esa
sensación de aislamiento y de separación del mundanal ruido. Salvo en los
itinerarios más turísticos y difundidos, en el resto en rara ocasión nos hemos
cruzado con más de cuatro personas. Esto tiene el indudable aspecto positivo
del disfrute en paz y sosiego de la ruta. Pero nos hace preguntarnos la razón
de que no se dé mejor a conocer el soberbio patrimonio natural de una provincia
con una variedad paisajística única.
La mole rocosa que contemplamos desde el mirador del Fraile y la Monja
Una de esas zonas que aúnan la soledad y la belleza sublime son las Arribes del Duero. El parque natural siempre nos fascina por esa impactante imagen del río encajonado entre cañones interminables (aquí puedes consultar una lista con los mejores miradores de las Arribes del Duero). Pero dentro de este enclave fronterizo, el Duero no tiene el monopolio de formar arribes. También lo hacen sus afluentes como el Águeda, el Tormes o el Huebra. En este último disfrutamos de una corta, pero intensa ruta de senderismo que aúna el atractivo natural con vestigios de diferentes momentos de la historia de esta zona. Unas tierras habitadas desde tiempos inmemoriales por su estratégica situación. Hablamos de la ruta de las arribes del Huebra y el castro vetón de Saldeana, el del Castillo.
Saldeana, punto de partida para perdernos por las arribes
del Huebra
Saldeana es uno de esos pueblos de las Arribes que
permanecen a la sombra de la sombra. Apartado y desconocido. ‘Conectado’ con la
vida gracias al imponente puente Resbala,
ese que salva el curso del Huebra, el río que en este punto ya está surtido con
las aguas del Yeltes, su hermano de sangre. Dejamos el coche en el centro del
pueblo y salimos por la calle de Nuestra
Señora, donde tenemos un panel informativo de la ruta. No ofrece ninguna
pérdida y está señalizada en todo momento con balizas blancas y amarillas. Son
cinco kilómetros y medio que se pueden hacer sin prisas. Disfrutando de cada
momento.
Puente Resbala sobre el HuebraCorrales de la Cruz Grande
Lo primero que nos encontramos son los llamados Corrales de la Cruz Grande. Son unas peculiares
construcciones para guardar el ganado que se caracterizan por su techo vegetal.
El día que nosotros hicimos la ruta, su imagen se veía afeada por la presencia
de basura fuera de unos contenedores colocados en la zona. Siempre los blogs
nos afanamos por elegir la imagen más bonita. Esa que muestra la cara más
amable de un determinado lugar. Donde resaltamos los colores e incluso elegimos
un enfoque bucólico en el que no aparece ni un solo elemento sospechoso. Pero
nuestra obligación es mostrar también la vertiente menos agradable. Denunciar
lo que se hace mal y sacar los colores a los que no toman las decisiones
adecuadas. No es lógico que la principal ruta de Saldeana reciba a los
caminantes con basura tirada en el suelo y esperemos que esta imagen sirva para
corregir la situación.
Basura al comienzo de la ruta
Pero esta pequeña mancha no afea ni mucho menos el
espectáculo que viene a continuación. Tras los Corrales de la Cruz Grande,
giramos a la derecha para tomar el llamado camino del Castro. Un poco más
adelante tenemos un aparcamiento para los para los que quieran llegar hasta
allí con su vehículo. También nos encontramos con un panel informativo del
Castro del Castillo aunque la visita a este vestigio vetón la dejaremos para el
final. En el siguiente cruce de caminos tomaremos el de la derecha para encaminarnos a los molinos del Arroyo Grande.
Amapolas en una de las parcelas próximas a Saldeana
Los molinos del Arroyo Grande, recuerdo de los oficios
tradicionales
A partir de este momento la ruta se convierte en circular, ya que el tramo inicial es común para
la ida y para la vuelta. Sin apenas darnos cuenta, el paisaje se torna más
frondoso y verde. Estamos junto al Arroyo Grande y el curso del agua establece
el relajante sonido de fondo de un rincón con mucho encanto. Si el punto
negativo de la ruta era la presencia de basura al comienzo, uno de los
positivos es el trabajo que se ha hecho en este punto. Se ha levantado un
merendero junto a los molinos rehabilitados para permitir a lugareños y
visitantes relajarse y descansar sin ningún atisbo de perturbación.
Uno de los molinos del Arroyo GrandeInterior de uno de los molinos del Arroyo Grande
Giramos a la izquierda y a partir de este momento el sendero
comienza a cubrirse con la maleza, aunque eso no impide avanzar con cierta
comodidad ni perder de vista las balizas que lo señalan. Pasaremos junto a los restos del molino del Tío Román y de
dos molinos harineros. Estuvieron a pleno rendimiento hasta hace medio siglo.
Algunos usaban una rueda vertical (aceña) y la mayoría contaba con una rueda
horizontal. No sólo se destinaban para moler grano, también para batanar paños
o, lo que es lo mismo, batir estos tejidos para desengrasarlos. Además de las
diferentes ruedas que usaban, también se pueden distinguir entre los molinos de planta circular con la
fisionomía de una choza y los cuadrados y rectangulares. Algunos de los que
podemos ver en Saldeana se han rehabilitado y es posible incluso acceder a su
interior. Todo un lujazo.
Uno de los molinos que vemos en la rutaChozo de pastor en las arribes del Huebra
El Fraile y la Monja, uno de los mejores miradores de las
Arribes del Duero
El sendero va tomando altura mientras dejamos el sonido del
Arroyo Grande. Justo en ese momento empezamos a ver los primeros buitres leonados que nos anuncian la presencia de
las arribes del Huebra, uno de sus hábitats favoritos. Sus excrementos blancos
se diseminan entre la roca del cañón. Una roca que parece labrada a mano y que
adquiere tonalidades y formas de lo más fotogénicas. Si hay un lugar para
contemplar de cerca este espectáculo es el mirador
del Fraile y la Monja. Una de las mejores atalayas del parque natural de
las Arribes del Duero donde no hace falta ver el curso del Huebra para
maravillarse. El magnetismo de la mole rocosa que aparece ante nuestros ojos es
suficiente. Un mastodonte que nos regala una paleta multicolor que va desde el
blanco hasta el marrón pasando por tonos ocres y grisáceos. Sus salientes son
como las escamas de un pez que intenta coger aire saltando con fuerza de las
aguas del Huebra. Merece la pena detenerse. Intuir el río por su sonido.
Guardar silencio para escuchar el elegante vuelo de los buitres y alimoches.
Mirador del Fraile y la MonjaVista de las arribes del Huebra
Avanzamos y, tras pasar por una choza de pastores, el
sendero va haciendo un giro a la izquierda para seguir el curso del Huebra. La maleza se acumula en este tramo justo
antes de llegar a otro mirador, el que permite ver con más claridad los
arribes que forma este afluente del Duero. El río dibuja un pequeño meandro en
la zona conocida como El Puerto mientras avanza encajonado.
Meandro que forma el río Huebra
El Castro del Castillo, símbolo del paso de los vetones por
estas tierras
Dejamos el paisaje de las Arribes del Huebra para dirigirnos a la última parada de esta intensa ruta. Una pequeña muralla escondida por la vegetación nos invita a desviarnos ligeramente a la izquierda para caminar por uno de los vestigios del paso de los vetones por estas tierras. Llegaron en torno al año 500 a.C. y desarrollaron numerosos poblados por el oeste salmantino, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Destacan los de las Merchanas en Lumbrales, el de Yecla de Yeltes y éste del Castillo en Saldeana. Los vetones eligieron una posición privilegiada entre el río Huebra y el arroyo Grande desde donde se puede ver llegar al enemigo. Estuvo habitado hasta el Bajo Imperio Romano y parte de su estructura se perdió porque las piedras fueron usadas en la construcción de casas del pueblo. Se puede apreciar incluso cómo se aprovecharon las estelas funerarias de la necrópolis del castro. Puro espíritu de supervivencia.
Muralla del castro del Castillo de SaldeanaVista del castro de Saldeana
Dejamos del castro del Castillo de Saldeana para regresar a la localidad. Antes de enlazar con la parte de la ruta que tomamos a la ida hay que pasar una portera que dejaremos cerrada. Saldeana nos vuelve a recibir. Es primavera y la localidad luce preciosa con sus jardines presumiendo de flores. Pasamos por delante de la iglesia de Santiago Apóstol, de estilo gótico y que acoge la imagen de la patrona de la localidad, la Virgen del Rosario. Al ser una ruta corta, aprovechamos el resto del día para desplazarnos a Sobradillo y disfrutar de su mirador del Molinillo sobre el Águeda y también a la cascada del cachón de Camaces. Una jornada redonda en las Arribes para conectar con la paz y con la naturaleza.
Portera que nos encontramos tras dejar el castro del CastilloIglesia de Saldeana
Ruta de los acantilados de San Vicente de la Barquera (Cantabria). Dificultad: Fácil. Distancia: 10 kilómetros (circular). Duración: 3 horas aproximadamente.
¿Carne o pescado?, ¿Azul o rosa?, ¿Tinto o blanco? ¿Música clásica o heavy? ¿Playa o montaña? Desde pequeños nos enseñan a elegir. A ver la vida como una constante dicotomía donde hay que tomar un camino u otro. Una de esas clásicas preguntas que, por suerte, se van superando es la que nos invita a decantarnos por la playa o por la montaña. ¿Acaso no es posible elegir las dos? ¿Acaso no se puede mezclar las dos? Aquí tienen a dos enamorados de ambos paisajes. Podemos pasarnos un día entero en la playa caminando por la fina arena y refrescándonos en el agua. Pero también nos apasiona perdernos por la montaña practicando una de nuestras mayores aficiones, el senderismo. Y lo que más nos seduce es hacer un cóctel de ambos. Y pocos lugares mejores que el Cantábrico.
Vista de la playa de Fuentes desde los acantilados de San Vicente de la Barquera
Hay postales visuales
y sonoras que pueden resumir un viaje o una ruta. En la que hicimos por los
acantilados de San Vicente de la Barquera estaban todos los ingredientes para
dejar sin argumentos a los amantes de las dicotomías. Un acantilado de piedra
caliza ‘regado’ con pequeños matorrales. Desafiando al vértigo, nuestra vista
se deleita con una de esas playas de ensueño. Esas que mezclan una arena dorada
y un agua totalmente transparente. Un auténtico cristal que se mece con
sosiego. Miramos más allá y el verde domina. Los prados se van extendiendo casi
sin solución de continuidad. Y al fondo, el granito desnudo. El de los
imponentes Picos de Europa. Todavía moteados por la nieve que resiste a los
calores del incipiente verano. Sólo por esta imagen merece la pena deslizarse
por los acantilados de San Vicente de la Barquera en Cantabria.
Un paseo circular por los acantilados de San Vicente de la
Barquera
Recalamos en San Vicente de la Barquera en un fin de semana ideal para mezclar playa y montaña. Temperaturas agradables y cielos despejados. Una combinación que convierte al norte de España en el destino más codiciado e inigualable del país. En Cantabria ya habíamos descubierto lugares como la playa de Laredo, Santillana del Mar, Liébana y los Picos de Europa y la propia Santander. Pero nos faltaba explorar con más ahínco la belleza de su costa. San Vicente de la Barquera aúna una localidad con encanto con un entorno privilegiado donde sobresale el parque natural de Oyambre y playas de ensueño como las de Pechón y Fuentes. Precisamente esta última es uno de os plato fuerte de esta ruta de diez kilómetros sin apenas desnivel y que se puede hacer cómodamente en tres horas con sus correspondientes paradas.
Mirador de la playa de Fuentes
Como ocurre con todas las rutas circulares, podemos hacerla en el sentido que queramos.
La mayoría la hacen al contrario de cómo indicamos, pero es indiferente. Como
lo importante es el tramo de los acantilados de San Vicente de la Barquera, se
pueden hacer variaciones en la parte urbana. Nosotros, por ejemplo, arrancamos
en nuestro alojamiento (El Páramo). Pero se
pueden empezar desde el puerto de la localidad o desde el santuario de la
Barquera, por ejemplo.
La tarta de chocolate y el bizcocho que con mimo sirve a sus clientes Julia, fue la mejor gasolina para comenzar la ruta. Julia es la dueña de El Páramo, un alojamiento situado en las afueras de San Vicente de la Barquera y que tiene todos los ingredientes para lograr la desconexión más absoluta. Una opción barata y muy interesante para alojarse en esta zona de la costa cántabra.
Cumbres de los Picos de Europa
Sólo tuvimos que cruzar la Nacional 634 y comenzar a subir por una estrecha carretera asfaltada
en dirección a Santillán-Boira. Una vez que cruzamos el pueblo ya tenemos
la panorámica que nos va a acompañar durante gran parte del recorrido. La
imponente silueta de los Picos de Europa.
Precisamente los habíamos visitado sólo unos meses antes y ahora los veíamos en
la lejanía y en perfecto contraste con el azul del Cantábrico.
Playa de Fuentes y su mirador, la postal de la ruta
Dejamos atrás las últimas casas de Santillán-Boira para
bajar por un camino asfaltado en dirección a la playa. En la primera intersección que vemos giramos a la izquierda para
seguir descendiendo, cada vez más acompañados por un paisaje intensamente verde
donde las vacas pastan con la mayor felicidad del mundo.
Playa de Fuentes
Llegamos al punto
álgido de esta ruta por los acantilados de San Vicente de la Barquera. Su
postal más característica. La playa de Fuentes aparece radiante. Por algo es
una de las más bellas de Cantabria. Recogida por un paisaje rocoso y formando
una pequeña ensenada en la que las aguas del mar quieren ganarle terreno a la
tierra. Su color turquesa hechizante combina a la perfección con la verde
pradería de El Fraile que la rodea. Una imagen certera y precisa de lo que es
el norte de España.
Otra panorámica de la playa de Fuentes
Vamos tomando altura siguiendo el sendero para tener una
panorámica más completa de la playa y así poder añadir al encuadre las cumbres
de los Picos de Europa. Lo dicho, la postal perfecta. El mejor regalo del
itinerario. Seguimos avanzando en
paralelo a la costa por un sendero que en ocasiones se difumina entre la vegetación.
Hay que estar pendientes, seguir los pequeños montoncitos de piedra y estacas y
consultar el track de Wikiloc en caso de duda.
Sendero de los acantilados de San Vicente de la Barquera
El hinojo marino, el llantén de mar, el ajo silvestre y el
salvio brotan de la aparente yerma roca caliza para acariciar nuestras piernas.
Por momentos el sendero se asoma al Cantábrico, pero en otros lo vemos desde la
distancia. Tras dejar a nuestra izquierda un pequeño saliente llamado punta
Cueto Marías, el mayor acercamiento al mar lo vivimos en el conocido como bajo de la Regatona. La roca kárstica
forma como una especie de playa de tono grisáceo que contrasta con el azul del
mar. Un enclave de gran belleza que hay que evitar si las olas llegan hasta la
roca o si está demasiado mojado para no sufrir una caída. Al fondo comenzamos a ver el parque natural de
Oyambre.
Vista del bajo de la Regatona
Cambiamos el mar por la ‘montaña’
Después de caminar algunos metros con mucha precaución por
la piedra caliza, la ruta gira
totalmente a la derecha para abandonar los acantilados de San Vicente de la
Barquera. Es el momento de cambiar el mar por la ‘montaña’. El Cantábrico
por verdes prados y frondosa vegetación. Subimos unas pequeñas escaleras para
adentrarnos en un pasadizo que transita entre dos fincas valladas. Es el
momento de la ruta en el que hay que
superar un mayor desnivel, aunque el esfuerzo a realizar no es excesivo.
Bajo de la RegatonaEscalera para acceder al sendero de subida
Al final de la ascensión, giramos a la izquierda para tomar
un sendero y así llegar a un agradable
merendero donde hacer un alto en el camino. Imperdonable no hacer una
fotografía en uno de los bancos de madera que mira a la costa. En este lugar
podemos detener el tiempo mientras nos embobamos con un paisaje que nos aporta
paz, serenidad y una brisa que revitaliza cuerpo y mente.
Banco con vistas tras dejar los acantilados de San Vicente de la BarqueraContraste de los prados con el mar
Tomamos a la izquierda un sendero y el entorno vuelve a cambiar radicalmente. La vegetación aparece poderosa para acompañarnos hasta que volvemos a acercarnos a la costa en la ensenada de Liñera, junto a la ruinas de una construcción que, por más que hemos buscado, desconocemos cuál es su origen. Llegamos a la Estación Depuradora de Aguas Residuales de San Vicente de la Barquera y posteriormente al pequeño faro de Punta Silla, sede del centro de interpretación del parque natural de Oyambre. El original data de 1871 y desde allí podemos avistar algunas aves marinas que pueblan la zona y también contemplar una panorámica completa de la imponente playa de Merón y la desembocadura de la ría de San Vicente de la Barquera.
Faro de Punta SillaVista de la playa de Merón desde el faro Punta Silla
El santuario de la Barquera como despedida
Volvemos a cambiar de decorado. De la vegetación y la costa, al entorno urbano de San Vicente de la Barquera. Toca regresar con paso firme, no sin antes hacer una parada obligatoria. Se trata del santuario de la Barquera, al pie de la ría y cerca del puerto pesquero. Uno de los lugares imprescindibles que ver en San Vicente de la Barquera. La tradición dice que en este punto se apareció la Virgen a unos pescadores y por eso en la Edad Media se levantó este santuario que acoge la imagen de su patrona. Se dice que la Virgen de la Barquera llegó hasta el templo un “martes de Pascua florido” en una embarcación sin tripulación, ni velas, ni remeros. Por este motivo cada año, la imagen de la Virgen vuelve al mar para celebrar una procesión marítima que congrega a cientos de personas.
Santuario de la BarqueraVirgen de la Barquera
Los que hayan comenzado aquí la ruta habrán puesto el mejor colofón. Nosotros tuvimos que seguir en dirección a nuestro alojamiento, no sin antes deleitarnos con la imagen de San Vicente de la Barquera dominada por el Castillo del Rey y el brazo mayor de su ría.
Ría de San Vicente de la Barquera con el castillo del Rey al fondo
Hay escapadas donde la gastronomía juega un papel capital. Un ejemplo perfecto es Galicia. Tan importante es caminar por la fina arena de una playa, asomarse a un vertiginoso acantilado, ver un atardecer junto a un faro, escaparse a las Islas Cíes o a la Ons, como degustar un tierno pulpo a feira, unas deliciosas navajas sin rastro de arena, unas almejas a la marinera donde mojar pan a discreción o unas zamburiñas a la plancha. “¡Os vais a poner las botas!”. Es lo que siempre te dicen cuando haces una escapada a esta bendita región. La verdad es que sí. Con un producto de primera calidad, tanto del mar como de la tierra, y unos fogones que lo cuidan y lo miman, es complicado resistirse a los atractivos gastronómicos de Galicia.
Langostinos de la tapería Adrede
Uno de los epicentros del buen yantar en tierras celtas
es O Grove. La península perfecta donde el marisco adquiere la categoría de
religión. Conocida mundialmente es la feria que homenajea a este producto en el
mes de octubre, nosotros nos adelantamos para comer en O Grove en septiembre.
Una excelente época donde dejamos atrás la masiva afluencia de visitantes del
verano, pero conservamos días de un tiempo excepcional para disfrutar de la belleza de las Rías Baixas
y el verde monte donde se abren pasos cultivos de vides y maizales.
Vides en el entorno del furancho A de Marcos
Hay muchas alternativas para comer en O Grove. Sólo
hace falta darse una vuelta por su paseo marítimo y por las callejuelas en las
que se levantan poderosas y coquetas casas de granito. Tenemos desde los
restaurantes más elegantes donde se sirven deliciosas mariscadas y pescados
frescos que cada día llegan a la concurrida lonja de O Grove. Un mercado que
abre por las tardes y que es posible visitarlo de lunes a viernes. Pero como en cualquier parte de Galicia, también
existe el buen tapeo. El de las raciones que sirven pequeñas tascas, clásicas
tabernas o taperías más modernas donde puedes
comer un poco de todo sin gastar demasiado. Aunque estemos hablando de
marisco, es posible comer en O Grove barato incluso regando las viandas con una
botella de alvariño o de Ribeiro. Todo un lujo.
Tres locales de raciones para comer en O Grove marisco barato
Sin despreciar los buenos restaurantes que nos regala O
Grove vamos a centrar nuestras recomendaciones en tres locales de tapas que
descubrimos en la visita que hicimos durante un fin de semana. Dos intensos
días en los que hicimos una bella ruta senderista desde San Vicente do Mar y
donde recalamos también en la playa de La Lanzada, Sanxenxo y la bella villa de
Combarro con su exquisita colección de hórreos.
Taberna Os Candis, pulpo de categoría a un precio muy ajustado
Casi de causalidad y por descarte de otras tabernas que estaban repletas, llegamos a este auténtico templo gastronómica. En la estrecha Rúa Oscura (el nombre le viene que ni pintado) se encuentra la Taberna Os Candis. Con una peculiar terraza ubicada en el garaje que hay enfrente y unas cuantas mesas de bar, este local familiar posee una cocina de primera calidad. Pedimos media ración de pulpo, una de zamburiñas y otra de mejillones. Todo regado con una jarra de vino albariño de la casa. El pulpo (8 euros), uno de los mejores que hemos comido. Y lo mejor de todo, la media ración tiene el mismo tamaño que la ración entera que ponen en otras tabernas de O Grove, pero a mitad de precio. Tierno, recién sacado de la pota y con el punto justo de sal y pimentón. Sin cachelos, para no molestar. Como nos gusta a nosotros. Sólo para comer este pulpo merece la pena ir la taberna Os Candis.
Taberna Os CandisPulpo a feira de Os Candis
Mientras nos fijamos en que el servilletero está
decorado con las caricaturas del dueño y del cocinero, nos disponemos a dar buena cuenta de los mejillones (4,50
euros). Uno de los productos estrella de O Grove. Bueno, bonito y barato. Los
ponen en salsa y al vapor. Nos decantamos por la segunda opción y no hace falta
más. Mejillón tierno, fresco, de buen tamaño y sabroso.
Mejillones al vapor de Os CandisZamburiñas de Os Candis
Con las zamburiñas
(10 euros)ocurre algo similar.
Generosa ración de estas conchas que, sin ser excesivamente grandes, tenían un
sabor muy intenso y apetitoso. Fue suficiente para una cena de categoría, pero
en Os Candis también tiene raciones de navajas, pimientos de Padrón, brochetas
de rape con langostinos… El trato además es formidable y el lugar resulta muy
acogedor y familiar.
Tapería Adrede, marisco y tostas que triunfan
Nuestra primera opción nada más llegar a O Grove fue cenar en la tapería Adrede (Rúa Barqueiras, 15), de la que habíamos leído unas críticas estupendas. El problema es que no tenían mesa disponible, y reservamos para el día siguiente. Primer consejo. Su éxito y su reducido espacio hacen imprescindible la reserva previa. El local es moderno y cómodo y su personal te brinda un trato formidable. Al igual que el resto de recomendaciones para comer en O Grove, en la Tapería Adrede se mueven a la perfección con las raciones. Todas ellas a precios muy ajustados.
Zamburiñas de la tapería AdredeZorza con patatas de la tapería Adrede
Optamos por unas zamburiñas (11 euros), langostinos a
la plancha (10 euros) y zorza con patatas (8 euros). Las zamburiñas, de un tamaño muy interesante y bien cocinadas. La ración de langostinos, generosa con
unas piezas de gran tamaño y muy frescas. Y la zorza es un picadillo de carne adobada que se acompaña en la tapería
Adrede con unas patatas caseras deliciosas. No hizo falta más para configurar
otra cena de muchos quilates. Pero nos quedamos con ganas de probar una de las especialidades de la casa, las tostas.
Las más demandadas, las de queso de tetilla con pulpo, anchoas o salmón.
También cocinan sabrosas tortillas
españolas, con jamón ibérico, con chorizo o con pimientos, entre otras
delicias.
Nuestra cena en la tapería Adrede
O Pescador, navajas de categoría a unos metros de la
lonja
Nuestro amigo Marino estuvo trabajando durante algún tipo en O Grove. Por entonces se enamoró de las navajas que servían en la taberna O Pescador. Ocho años después regresó para ver si mantenían su nivel. Y comprobó que así era. Además le reconocieron, cosa que tiene mérito. Esto era motivo más que suficiente para que nosotros también nos dejáramos caer por esta taberna muy gallega y tradicional. Se encuentra a uno 300 metros de la lonja de O Grove, en la Rúa Pablo Iglesias, 9.
Navajas de O Pescador
La bandeja de camarones que tienen sobre la barra de un
color rojo intenso ya presagia una experiencia intensa. Y así lo fue con las navajas. Se confirmaron las mejores
referencias de Marino. Tiernas, en su punto y sin una partícula de arena como
por desgracia te encuentras en algunos sitios poco finos en la limpieza. Sólo
por esta generosa ración (12 euros) merece la pena visitar O Pescador.
Mejillones en salsa de O Pescador
No se quedaron atrás los mejillones en salsa (6 euros). Los habíamos probado el día antes al
vapor en Os Candis y preferimos cambiar de registro por recomendación del simpático
camarero. Los mejillones están exquisitos, pero la salsa aún más. De las de
mojar pan sin parar y tener que pedir más para dejar el plato limpio.
Pimientos de Padrón de O PescadorEstefanía saboreando los pimientos de Padrón
Apostamos también por unos pimientos de Padrón. El camarero nos aseguró que no picaban y así
fue. Sólo picó uno en toda la ración (4 euros). Menos aconsejable es pedir pulpoa feira. En esa parcela cojea O Pescador. No estaba reciente y eso
se nota en la dureza de cada pieza. Además, la ración tenía el mismo precio que
la media de Os Candis. El único lunar negro. Además sirven vino cosechero por
lo que aprovechamos para dar buena cuenta de una botella de Ribeiro y rematar
con una deliciosa tarta de la abuela
que no estaba buena, sino lo siguiente.
Tarta de la abuela de O Pescador
La taberna tiene otras muchas raciones como
langostinos, berberechos, zamburiñas, camarones, empanadas, chocos,
calamares… Además sirven mariscadas y arroces de marisco y bogavante, entre
otros.
La experiencia de comer en un furancho
Aunque en este post planteamos recomendaciones para
comer en O Grove, merece la pena desviarnos unos kilómetros (12 más o menos) y
vivir la experiencia de comer en un furancho. ¿Qué es un furancho? Se trata de viviendas privadas donde sus
propietarios venden el excedente de vino de cada cosecha propia acompañado de
alguna tapa casera. Para ello habilitan una zona en el garaje de la vivienda o
en el jardín y plantean una forma de
comer en Galicia muy auténtica y singular. Es una tradición centenaria que
se ha ido adaptando a los nuevos tiempos. De hecho desde 2012 un decreto de la
Xunta de Galicia regula su actividad, dado que causaban recelos en los negocios
hosteleros tradicionales.
Lo normal es que los furanchos abran un máximo de tres meses al año entre diciembre y junio. Para ello cuelgan una rama de laurel en la puerta que indica que están abiertos (de ahí que también se los conozca como ‘loureiros’). Este artículo de “El Comidista” de “El País” explica muy bien su historia y su función. ¿Cómo narices fuimos nosotros a comer a un furancho si visitamos O Grove en septiembre? Muy sencillo. Algunos de ellos han optado por obtener una licencia de restaurante, pero sin perder la esencia de lo que es un furancho. Un ejemplo es A de Marcos, ubicado en el municipio de Meaño y rodeado de un entorno casi idílico de campos de vides.
Almejas a la marinera de A de MarcosTortilla española de A de Marcos
Reservamos previamente para despedir nuestro periplo
por las Rías Baixas a lo grande. Como otros furanchos, A de Marcos es una casa
particular en la que se ha habilitado un pequeño comedor y un gran terraza en
su jardín decorado con frondosas vides. Un
entorno casi idílico en el que no puede faltar el trato cercano y amable.
Como no podía ser de otra manera, nos metimos entre pecho y espalda una botella
de albariño (cuatro botellas en dos días, ¡qué pedazo de borrachos!). Como es
lógico, de la cosecha familiar. Pero lo mejor fueron las raciones. Unas almejas a la marinera (12 euros) de
perder el sentido con una salsa de auténtico escándalo. Aunque para escándalo,
la tortilla española que comimos.
Podría ser, sin miedo a equivocarnos, la más deliciosa que hemos probado. En
eso ayuda y mucho la suculenta patata gallega, pero también la mano de la
cocinera. Acabamos con croca de ternera gallega. Se trata de
la parte de la cacera que se elabora a la brasa y que puedes terminar de
cocinar en el plato de barro en el que se sirve. Deliciosa.
Croca de ternera de A de Marcos
Para finiquitar, endulzamos la experiencia en el
furancho con una tarta de queso. Eso
sí, nos quedamos con ganas de volver en la época de apertura de estos
establecimientos para repetir e indagar más en una tradición que nos seduce y
mucho. Continuará.
Han pasado más de dos siglos pero las heridas no han cicatrizado. Mejor dicho, sí lo hicieron pero se volvieron a abrir. Con toda la intención. Forman parte de la historia. Igual que no se han tapado los tiros de Tejero en el techo del Congreso de los Diputados o las muescas de la metralla de la Guerra Civil en la barcelonesa plaza de San Felipe Neri. Nada mejor que mostrar las aberraciones del pasado para no repetirlas en el futuro. Y las heridas de la catedral de Santa María de Ciudad Rodrigo son un ejemplo de resistencia ante la barbarie. De que, por muchos envites que nos dé la batalla de la vida, hay que mantenerse en pie. Y la Torre de las Campanas lo hizo. Con las fisuras que hoy muestra orgullosa a los que la contemplamos desde la bella plaza de Herrasti. Vestigio del pasado que le da más valor en el presente.
Las ‘heridas’ de la catedral de Ciudad Rodrigo
Fue en 1810 cuando la capital mirobrigense sufrió la primera de esas embestidas. Los franceses sabían que era un enclave estratégico y Napoleón ordenó su conquista. Fue tarea fácil. El sitio de Ciudad Rodrigo se convirtió en una batalla entre Goliat y David. Y en esta ocasión pasó lo que tenía que pasar. El grande pudo con el pequeño. 65.000 galos contra 5.500 españolitos. Las cifras lo dicen todo. Miróbriga cayó del lado francés y con ella algunas de las joyas que guardaba la catedral y que fueron saqueadas. Los franceses solo pudieron conservar dos años Ciudad Rodrigo. En 1812 llegó un nuevo asedio, esta vez de los españoles con la ayuda de ingleses y portugueses. Nuevas heridas y saqueos. Tocaba volverse a levantar y reconstruir la ciudad. Una vez más. Ya ocurrió cuando los musulmanes la arrasaron y el Conde Rodrigo tomo las riendas para repoblarla. Normal que la ciudad lleve su nombre. Fue un auténtico rescate del fondo del mar. Del olvido.
Paseo por de la muralla con el alcázar de Enrique II de Trastamara al fondo
Un paseo por la historia y
por todo lo que ver en Ciudad Rodrigo
Tras la Guerra de la
Independencia las heridas en la catedral
de Santa María se taparon. No ha sido hasta hace unos pocos años cuando, en
una de sus rehabilitaciones, se han vuelto a mostrar. Símbolo de resistencia.
Reflejo de lo que ocurrió y de lo que no puede volver a pasar. Ejemplo de la
fortaleza de esta ciudad amurallada que mira fijamente al río Agueda y a la
frontera con Portugal. Tierra de nobles y de toros. Los que protagonizan cada
año uno de los carnavales más singulares
de España, el que rinde homenaje al rey de la dehesa. Cuna del farinato,
una de las delicias gastronómicas del cerdo tan contundente como exquisita. No
se nos ocurre mejor acompañamiento a unos huevos fritos que este pecado venial.
Por todo esto y mucho más, como salmantinos estábamos en la obligación moral de
mostrar que ver en Ciudad Rodrigo.
Plaza de Herrasti con la catedral al fondo
Herrasti y El Charro, dos
ilustres para abrir boca
El granadino Andres Pérez de Herrasti tuvo la difícil papeleta de defender Ciudad Rodrigo de las tropas francesas en aquella desigual batalla de 1810. Los galos nos vapulearon, pero la historia no podía haber sido otra. Hoy ese lugar por el que entraron los franceses para tomar Ciudad Rodrigo y por el que también lo hicieron los británicos para recuperarla, lleva su nombre. Una plaza tranquila y apacible que en ocasiones pasa desapercibida para muchos visitantes, pero que es uno de los imprescindibles que ver en Ciudad Rodrigo.
Mausoleo de Julián Sánchez «El Charro» en la plaza de Herrasti
Nuestra visita empezó por ella. En solitario. En un silencio sepulcral que contrasta con el ruido de los cañonazos y los disparos que rompieron los tímpanos en la Guerra de la Independencia. Pero si la plaza de Herrasti queda en ocasiones en un segundo plano, mucho más un detalle que hay en su parte más cercana al lienzo norte de la muralla. Allí se encuentra el mausoleo de Julián Sánchez ‘El Charro’. Uno de los héroes históricos que ha dado la provincia salmantina. Azote de los franceses, irreverente, con una personalidad muy marcada y unas ansias constantes de batalla. De los que ahora se diría que se mete en todos los fregaos. Y siempre vestido de charro, pasándose por el arco del triunfo las normas de los uniformes que había antaño. Charro ante todo.
Catedral de Santa María
Con El Charro y Herrasti en el recuerdo, podemos adentrarnos en la catedral de Santa María (3 euros la entrada). Sin duda uno de los monumentos imprescindibles que ver en Ciudad Rodrigo. Su construcción se inició en el siglo XII de la mano de Fernando II de León y tiene un estilo que nos recuerda a las catedrales de Salamanca y Zamora y a la colegiata de Toro. Por ello forma, junto a estas otras tres, el denominado como “grupo de Salamanca”. Merece la pena detenerse ante su pórtico del Perdón o de la Gloria y también pasear por su imponente claustro. Asimismo es posible subir los 138 escalones de la Torre de las Campanas para contemplar una bella vista de Ciudad Rodrigo y su entorno. La catedral cuenta con un Museo Diocesano donde se recogen pinturas, esculturas, objetos relacionados con el culto y obras de piedra de diferentes épocas.
Pórtico del Perdón de la catedral de Ciudad RodrigoClaustro de la catedral de Santa María
Lo que no podremos ver el retablo que Fernando Gallego pintó para la capilla mayor. Retirado en el siglo XVIII para cambiarlo por un retablo de plata, sus tablas acabaron en el claustro amontonadas y posteriormente vendidas. Hoy se encuentran al otro lado del Atlántico, en el Museo de Arte de la Universidad de Arizona en Tucson.
Paseo por la muralla
A “cal y canto” (o a calicanto como también acepta la RAE). Así se levantó la cerca defensiva de Ciudad Rodrigo. Una protección de origen medieval que da una idea de la importancia estratégica que tuvo este enclave. Fue ampliada en la Guerra de la Independencia y actualmente reposa tranquila sin tener que neutralizar ningún proyectil.
Vista del Águeda y del Puente Mayor desde la muralla en su tramo del Parador
Hoy está a nuestra disposición para recorrerla al completo. 2,2 kilómetros de paseo que nos permiten contemplar el interior y el exterior de la ciudad. Unas vistas únicas de la catedral, la capilla de Cerralbo o el actual Parador, pero también de un entorno natural dominado por el río Águeda y su vega y donde la vista puede alcanzar a divisar la Sierra de Francia, la frontera con Portugal y también el límite con Extremadura. Cuenta con cinco puertas de entrada y tiene forma de estrella, al igual que la cercana y hermana localidad portuguesa de Almeida. Esta tipo de diseño de la cerca lo ponía mucho más difícil al atacante y más fácil al que defendía la ciudad.
Alcázar de Enrique II de Trastamara
Desde la vega del río Águeda se eleva poderosa la gran fortaleza de Ciudad Rodrigo. El alcázar de Enrique II de Trastamara data del siglo XIV. Pero no fue este monarca castellano el que lo levantó, sino el mismo que impulsó la construcción de la catedral, Fernando II de León. Enrique II lo reconstruyó y le dio mayor relumbrón. Fue escenario de los dos encuentros entre los dictadores Franco y Salazar en 1952 y 1957.
Alcázar de Enrique II de Trastamara, actual Parador de Ciudad Rodrigo
Hoy acoge uno de los Paradores Nacionales con más encanto de toda la red. Una estupenda opción para alojarse en la ciudad mirobrigense. Si no nos queremos dar ese placer, podemos entrar igualmente a tomar un café en su cafetería y pasear por su jardín pegado a la muralla desde donde divisamos una completa panorámica de del río Águeda y su ribera.
El Carnaval del Toro
CIUDAD Rodrigo no se puede entender sin su Carnaval del Toro. La relación entre este animal y la localidad se remonta a más de quinientos años atrás, pero no fue hasta 1732 cuando los toros y el carnaval comenzaron a ir de la mano. Desde el viernes al martes de carnaval, Ciudad Rodrigo se viste de fiesta en una celebración única en el mundo. Nadie celebra este periodo previo a la cuaresma de esta manera.
Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo
Durante cinco días se suceden las capeas, los encierros a pie y a caballo, los desencierros, los festivales taurinos, pero también los concursos de disfraces y, sobre todo, el buen ambiente. Es un momento ideal para visitar Ciudad Rodrigo y empaparse del carácter abierto y hospitalario de sus gentes.
Palacio de los Águila
El pasado glorioso de Ciudad Rodrigo se refleja en los palacios y casas señoriales que se suceden en su casco histórico. El más grande de todos ellos es el palacio de Los Águila, también conocido como Casa del Príncipe o del Marqués de los Altares.
Patio plateresco del palacio de Los Águila
Se puede visitar de forma gratuita y en su interior acoge exposiciones temporales y una permanente sobre el asedio de los franceses a Ciudad Rodrigo. Además es subsede del Museo Nacional de Escultura. De estilo renacentista, cuenta con dos patios interiores, uno de ellos plateresco de un atractivo singular.
Plaza Mayor
El corazón de Ciudad Rodrigo es su Plaza Mayor. Lugar de reunión de los mirobrigenses y de paso obligado para los visitantes. Desgraciadamente sigue abierta al tráfico rodado, lo que le resta belleza aunque al mismo tiempo demuestra que es una plaza viva y no de cartón piedra. Tiene una planta rectangular y en ella se encuentra, escondido en una esquina, el edificio del Ayuntamiento. La Plaza Mayor se convierte cada carnaval en una plaza de toros asimétrica donde además de celebrar los festivales de esta cita taurina, también desfilan las peñas con sus sus originales disfraces.
Plaza Mayor de Ciudad RodrigoCampana GordaCasa del marqués de Cerralbo en la Plaza Mayor
Sobre la fachada del Ayuntamiento se encuentra la Campana Gorda que suena con más fuerza que nunca cuando los toros salen a las calles durante los encierros del Carnaval del Toro. En la Plaza también se ubica el edificio de la antigua Audiencia Real que ejercicio también las veces de cárcel y donde además se crió uno de los mirobrigenses más ilustres, el dramaturgo Fernando Arrabal. No podemos olvidar la casa del Marqués de Cerralbo y sus adornos platerescos. La Plaza Mayor es también el mejor lugar para comer en Ciudad Rodrigo. Pero de eso hablaremos un poco más adelante.
Capilla de Cerralbo, iglesia de San Pedro y
hospital de La Pasión
Además de poder seguir esta lista de los monumentos que ver en Ciudad Rodrigo, lo ideal, como ocurre en muchas ciudades, es perderse por sus callejuelas. Te puedes encontrar desde una pequeña iglesia, un palacio o una tienda tradicional que sobrevive al tsunami de las franquicias. En ese recorrido será imposible no pasar por delante de tres buenos ejemplos de la arquitectura religiosa de la ciudad. La capilla de Cerralbo intenta hacer sombra a la Catedral con su majestuosidad. Ese era el objetivo de los marqueses de Cerralbo que, ante la negativa del Cabildo a ser enterrados en la seo, mandaron levantar esta iglesia donde reposaron para siempre.
Capilla de CerralboIglesia de San Pedro y San IsidoroFachada del hospital de La Pasión
No menos interesante es la iglesia de San Pedro, que combina el románico y el mudéjar. Cuando vemos su fachada no nos podemos imaginar que en la trasera nos vamos a encontrar una muestra del estilo que se forjó gracias a las influencias musulmanas. Cristianos, musulmanes… y judíos. La terna de edificios religiosos la completa el hospital de La Pasión. Actualmente acoge una residencia y su patio interior, que se puede visitar de forma gratuita, cuenta con una higuera de origen judío. Esa influencia también se percibe en el suelo.
Más palacios de un crisol de estilos
Durante nuestra visita a Ciudad Rodrigo en un sábado del mes de febrero nos resultó sorprendente ver cerrados algunos de sus monumentos más simbólicos como la capilla de Cerralbo, el hospital de La Pasión, la iglesia de San Pedro y también el magnífico palacio de Montarco. Hoy se encuentra en manos privadas y gracias a eso se pudo rehabilitar para convertirse en un escenario idílico para realizar banquetes de bodas. La Casa de los Vázquez es otro lugar que en fin de semana lo encontraremos cerrado ya que acoge la oficina de Correos de Ciudad Rodrigo. Destaca el escudo inclinado de su portada.
Palacio de Montarco
Precisamente la Casa de los Vázquez fue propiedad de Manuel Sánchez Arjona, el conocido como Buen Alcalde. A él está dedicada una de las plazas con más encanto de la ciudad, Pero hay más palacios, como el del Conde, que destacan por sus diferencias este estéticas y artísticas. También por su intrahistoria y curiosidades. Por ejemplo los blasones torcidos que aparecen en sus fachadas hacen referencia a los hijos no reconocidos de los nobles.
Plaza del Buen AlcaldeCasa de la marquesa de Cartago
Esa maravillosa mezcolanza de estilos se refleja del mismo modo en la casa renacentista de Miranda Ocampo, el palacio del Conde de Alba de Yeltes y su gran portada barroca, el neogótica casa de la Marquesa de Cartago y el Palacio Episcopal con su fachada neoclásica. Casi nada.
Huevos farinato, el plato que hay que comer
en Ciudad Rodrigo
El farinato forma parte de la personalidad de Ciudad Rodrigo. Hasta tal punto que a los mirobrigenses también se les conoce como farinatos. Nadie (salvo los vegetarianos y veganos) pueden resistirse a la tentación de probar esta delicia del cerdo ibérico. Manteca de cerdo, pan, harina, pan, pimentón, cebolla, ajo y sal. Una bomba calórica que, como es lógico, no se puede tomar a diario, pero que sí hay que saborear de vez en cuando. A la hora de cocinarlo hay dos corrientes. Frito con un poco de aceite o a la plancha. En el primer caso las calorías se multiplican ya que el pan del farinato absorbe toda la grasa. Sin embargo, a la plancha pierde parte de ella y resulta mucho más ligero aunque un poco menos sabroso.
Huevos con farinato en El Sanatorio
El mejor acompañamiento para el farinato son unos huevos fritos. Hacer un revuelto con la yema, la clara, el pan y este embutido es casi un placer divino. Una aparición mariana. Un sabor que a los salmantinos nos lleva acompañando desde la infancia y que nos resistimos a dejar de lado. Comer en Ciudad Rodrigo y no reponer fuerzas con unos huevos con farinato es casi un pecado. Nosotros lo hicimos en el mesón son más solera de la ciudad, ubicado en la misma Plaza Mayor. Se trata del bar El Sanatorio. Su curioso nombre viene porque fue el antiguo sanatorio de los toreros que actuaban en el Carnaval del Toro. Además es un auténtico museo de esta fiesta con decenas de fotos de los encierros, los lances de los toreros… La más antigua data de 1890, precisamente de cuando en lugar de bar, ejercía la función de sanar.
Calamares del bar El SanatorioMuseo fotográfico del bar El Sanatorio
Pero no solo de huevos con farinato se vive en Ciudad Rodrigo en El Sanatorio. Deliciosos son también sus calamares rebozados, plato que también degustamos. Los morros rebozados y los huevos con chorizo son otras de sus especialidades. Todo a ello a precios populares y con un trato formidable.
Otra opción para comer en Ciudad Rodrigo es La Artesa, a pocos metros de la Plaza Mayor, y donde también elaboran unos huevos con farinato de diez. En la propia Plaza, muy recomendable es también picotear en el bar Ángel, donde su jeta es de las mejores de la provincia de Salamanca.
Ruta del Valle de Belén en Herguijuela de la Sierra (Sierra de Francia. Salamanca). Dificultad: Fácil. Distancia: 13,8 kilómetros (circular). Duración: 4 horas y 15 minutos aproximadamente
Aquellos enclaves ocultos, recogidos, recónditos y casi inaccesibles que eligieron las más diversas órdenes monásticas para establecerse en la Sierra de Francia hace quinientos años, hoy no han perdido ni un ápice de ese carácter. Se podría pensar que, en todo este largo tiempo, el recogimiento y la soledad de esos pequeños paraísos estaría rota por culpa de la mano ‘colonizadora’ del hombre. Nada más lejos de la realidad. Esa es quizás la grandeza de la Sierra de Francia y de otros parajes naturales donde hoy es muy difícil llegar y antaño lo fue aun más. Algunos de esos monasterios sobreviven estoicos al huracán globalizador y tecnológico manteniéndose firmes en unas creencias y en una forma de vida totalmente respetables. Ocurre en el Santo Desierto de San José de Las Batuecas, de donde parte la fantástica ruta del Chorro. Otros complejos monásticos no aguantaron duros envites como las desamortizaciones o la marcha de los monjes de su comunidad. Es el caso del Convento Basilio del Santo Niño de Belén. Apenas un puñado de piedras sobrevive en uno de los parajes más fascinantes de la Sierra de Francia. Allá donde este especio natural salmantino va camino de darse la mano con Las Hurdes cacereñas, se encuentra una depresión repleta de atractivos. El Valle de Belén en Herguijuela de la Sierra no solo fue el refugio de la enigmática orden de los Basilios en un monasterio que casi cuelga de la ladera de la montaña. También es un ejemplo de manual de la resistencia de un entorno totalmente virgen y dominado por las especies autóctonas. Estamos ante la que pude ser la vertiente más pura del parque natural.
Panorámica desde uno de los puntos más elevados de la ruta
Herguijuela de la Sierra, punto de partida de nuestro viaje
por el Valle de Belén
La ruta de senderismo del Valle de Belén entraría
perfectamente en el ‘top 10’ de las más recomendables de la provincia de
Salamanca. No está señalizada en su totalidad, pero resulta complicado
desviarse de un sendero cómodo y muy agradecido. Un trayecto que nos permite
saborear la riqueza paisajística de la Sierra de Francia. Comenzamos con los
campos de olivos para continuar con los madroños, los pinos, los robles, algún
que otro durillo y finalizar con la joya de la corona, un haya cuatro veces
centenaria que resiste al paso del tiempo.
Plaza Mayor de Herguijuela de la SierraCampo de olivos al poco de salir de Herguijuela de la Sierra
Partimos de Herguijuela de la Sierra, localidad que conserva
la arquitectura serrana y desde la que salen otras rutas de senderismo como la
que nos lleva a la Sierra del Castillo y la que llega a la provincia de Cáceres
a través del hermoso paraje de Fuente Mundo. Podemos aparcar junto a la iglesia
y tomar precisamente la ruta que lleva a Fuente Mundo y a la pedanía de
Rebollosa y que está marcada con los colores blanco y verde. Los olivos
serán los protagonistas de este primer tramo. Árboles que brindan una
aceituna que nada tiene que envidiar a la que se obtiene en cualquier otro
rincón de España. De hecho Herguijuela de la Sierra cuenta con una almazara
reconocida en todo el país con una producción pequeña, pero de gran calidad. Su
nombre, Soleae.
Pista que tomamos nada más cruzar la carretera que una Herguijuela con Rebollosa
Descendemos entre matorrales, jaras y olivos hasta la estrecha carretera que une Herguijuela con su pedanía de Rebollosa. La cruzamos y tomamos la pista que sale justo delante que comienza a ascender entre pinos de repoblación. La subida será muy sostenida y cómoda, pero suficiente para comenzar a disfrutar de unas excelentes panorámicas de la cercana Sierra del Casillo y su Alto de la Mina o Cueva de la Mora. No confundir con la más popular y legendaria que se encuentra en la Sierra de la Quilama y de la que ya os hablamos en este post. También veremos al fondo del horizonte las cumbres de la Sierra de Béjar que, si hacemos la ruta en invierno o primavera, las veremos posiblemente cubiertas de nieve.
Pinar en la pista inicial de subida
La pista hace un brusco giro a la izquierda para
salvar el arroyo del Cabril, cruzaremos un puente y llegaremos al punto donde
se ubica un panel con una somera información del Convento Basilio del Santo
Niño de Belén. Colgando de él y grabado en un corcho, la indicación del llamado
‘camino de Belén’. A partir de este momento abandonamos la pista y la ruta
gana en belleza al internarse en el corazón del Valle de Belén. Unos metros
más adelante alcanzaremos uno de los puntos más atractivos del recorrido, al
cruzar el puente de madera sobre un pequeño arroyo rodeado todo ello de un frondoso
bosque de madroños. Hay que decir que en ningún otro lugar de la Sierra de
Francia hemos estado rodeados con tanta cantidad de ejemplares de esta especie
como en el Valle de Belén.
Comienzo del sendero del Valle de Belén tras dejar la pistaMadroños en el Valle de Belén
Los belenes que dan vida a las ‘cenizas’ del convento
Después de cruzar el puente subimos por unas escaleras de madera y comenzamos a remontar hasta los restos del convento de Belén. Caminaremos por un sendero que por momentos parecerá un túnel rodeado de vegetación donde el sonido del agua de algún arroyo cercano pondrá la perfecta banda sonora. Apenas nos tendremos que desviar unos metros para contemplar las ‘cenizas’ de lo que fue el Convento Basilio del Santo Niño de Belén. No hay constancia de la fecha en la que se construyó, aunque se cree que pudo ser en torno al año 1434. En aquel momento también se descubrió la imagen de la Virgen de la Peña de Francia que dio lugar al santuario que hoy se puede visitar en uno de los ‘techos’ de la provincia de Salamanca.
Bajada al convento de BelénRuinas del Convento del Santo Niño de Belén
Apenas unas cuantas piedras que dibujan lo que fueron los
muros del convento quedan en pie. Parece increíble que en esta ladera se
levantara un complejo monástico que debió permanecer casi colgado como si fuera
una lámpara. Hoy el único resto de civilización que queda en sus decrépitas
estancias es la presencia de los belenes que los vecinos de Herguijuela de
la Sierra han colocado. Pequeños misterios que parecen haberse mimetizado
con el entorno y con elementos naturales tan propios como el musgo, los
líquenes y las rocas. Sea o no Navidad, aporta paz y dibuja una sonrisa
encontrarse con la escena que sucedió en Belén, en el salmantino valle de
idéntico nombre.
Uno de los belenes de las ruinas del conventoBelén más pequeño en las ruinas del convento
Volvemos sobre nuestros pasos para iniciar el tramo más
duro del recorrido. Una constante ascensión de casi dos kilómetros con los madroños
como los absolutos protagonistas. Hicimos la ruta en enero y muchos de
ellos ya lucían sus inconfundible y deliciosos frutos rojos. Durante esta
ascensión veremos a nuestra derecha un desvío para el llamado “mirador de
Pilatos” (todo muy bíblico en esta ruta), que rehusamos tomar para continuar
hacia adelante.
Vistas desde unas rocas en al subida por el Valle de BelénTomar dirección Horralera
Durante el camino será obligado detenerse para contemplar las vistas dominadas por la Sierra del Castillo, en primer término, y la de Béjar, al fondo. Veremos otro indicador grabado en un corcho con el nombre de Horralera, dirección que tendremos que seguir haciendo un giro a la derecha. Un poco más adelante, y en una zona más tupida por la vegetación, nos toparemos con la Fuente Priana, de la que apenas manaba un hilo de agua fresca y totalmente cristalina.
Vistas de la Sierra de Béjar para comenzar el descenso
Apenas unos metros después de la Fuente Priana un puente de madera que salva un pequeño arroyo nos indica que hemos llegado al punto más elevado de la ruta, a casi 1.000 metros de altitud. Eso sí, llevaremos solo 5,8 kilómetros de los 13,8 que tiene el trazado. No podremos resistir la tentación de volver a pararnos para gozar de las mejores panorámicas de la Sierra de Béjar. Perfecto telón de fondo de un paisaje inmensamente verde donde incluso se intuye al fondo del curso del río Alagón y sus característicos meandros que sirven de frontera natural entre Salamanca y Cáceres.
Vista de la Sierra de Béjar al fondoPuente de madera en el punto más elevado para tomar la pista de regreso
Comenzamos a descender por una pista donde los
madroños han cedido el protagonismo a los pinos y al matorral bajo. El elegante
vuelo de los buitres nos acompaña mientras bajamos sin prisa, pero sin pausa y
sin ninguna opción a equivocarse. El final del descenso lo marcará un
cortafuegos que atraviesa el camino y donde nosotros hicimos un alto en el
camino para comer. Es el kilómetro 10,2 de esta ruta por el Valle de Belén.
Pista de regreso por la que iremos bajando
Robles y la gran haya de Herguijuela en el tramo final
Con las casas de Herguijuela mostrándose a lo lejos tímidas
entre la vegetación, giraremos en un cruce a la izquierda y, tras pasar
al lado de una fuente, comenzaremos a subir de nuevo entre un paisaje
completamente diferente. En esta ocasión son los robles y los helechos
combinándose en armonía con los domos graníticos y esbozando una estampa
puramente otoñal.
Comienzo de la zona dominada por los roblesSelfie ante unos robles desnudos
La subida concluirá cuando dejemos la pista que estamos siguiendo para tomar un sendero que saldrá a nuestra derecha y señalizado con hitos con los colores amarillo y blanco. Se trata de uno de los recorridos más sublimes que se pueden hacer en la Sierra de Francia, especialmente en otoño: la ruta que une La Alberca con Herguijuela de la Sierra. 9 kilómetros lineales que son una auténtica gozada y que se hacen en parte en la preciosa ruta de La Torrita y la Portilla Bejarana.
Desvío a la derecha para tomar el sendero que une La Alberca con Herguijuela
Bajaremos de forma incesante rodeados de inmensos robles.
Es invierno y han perdido sus hojas para que sirvan de mullida alfombra. En
algunos momentos estas frondas tapan las piedras de la antigua calzada, algo
que nos obliga a extremar la precaución para evitar resbalones.
Paisaje otoñal en la senda entre La Alberca y Herguijuela de la Sierra
Los robles ceden el papel principal a los pinos mientras seguimos bajando hasta encontrar el desvío que nos lleva hasta una de las ‘catedrales vivas’ de la Sierra de Francia. Se trata del haya de Herguijuela. Un ejemplar de más de 400 años que es una muestra del bosque autóctono de este rincón de la provincia de Salamanca. Además es el haya más meridional que se puede encontrar en la península ibérica. Un árbol que aguantó las constantes heladas y nevadas que se sucedían hace décadas y que necesita de sombra y suelos frescos para crecer. Las hayas son auténticos seres fantásticos que en ocasiones parecen que tienen rostro y brazos y van a extraer sus raíces para echarse a andar. “¿Quién ha visto sin temblar, un hayedo en un pinar?”, escribió Antonio Machado y se recoge en el panel informativo de este ejemplar. Fue imposible no temblar ante tanta belleza y el contraste del cromatismo ocre del haya con el verde de los pinos.
Haya de Herguijuela de la SierraA los pies del haya de HerguijuelaVista de Herguijuela de la SierraTramo final antes de llegar a Herguijuela de la Sierra
Deshacemos lo andado para enfilar el regreso a
Herguijuela de la Sierra. Nos quedará poco más de un kilómetro. La vista de
pueblo ya no desaparecerá, ni tampoco la de la omnipresente Sierra de Béjar al fondo.
Pasaremos por delante de uno de los molinos que poblaron la Sierra de
Francia y que aprovechaban el agua de sus arroyos para moler la harina.
Vestigios de un pasado no tan pasado y que ponen el colofón a una ruta por el
Valle de Belén repleta de nostalgia, autenticidad y hermosura.
Nadie puede sucumbir a su hechizo. Da lo mismo que seas más
o menos amante de la naturaleza. Es un fenómeno que fascina por igual. No hace
distinciones. La imperfección convertida
en un espectáculo de inigualable belleza. Porque una cascada no deja de ser
un prodigio imperfecto. El terreno se quiebra al paso de un río o un arroyo y
la caída, más o menos prolongada, nos regala un salto donde la bendita agua
desata su furia. Un sonido en ocasiones atronador. En otras, suave y melodioso.
Son las cascadas, ‘gigantes’ dormidos que necesitan de la imprescindible lluvia
para mostrar su mejor cara. Las precipitaciones son el zapato de cristal de la
Cenicienta. El beso del príncipe a la Bella Durmiente. La gasolina de un coche
que ruge e impone.
La provincia de Salamanca es rica en cascadas. Todas ellas están a la sombra de la más popular y grandiosa, el Pozo de los Humos. Una caída de 50 metros en el parque natural Arribes del Duero donde la fuerza de agua genera una película de niebla que se asemeja al humo. Pero las cascadas en Salamanca no se reducen al furioso pozo. Gran parte de ellas se ubican en las Arribes del Duero, pero también encontramos otras en las sierras de Francia, Béjar y la Quilama. Un recorrido por la diversidad geográfica de una provincia fascinante y donde la naturaleza todavía conserva ese espíritu virginal que por desgracia se ha perdido en otros lares.
La diversidad de una provincia reflejada en la ruta por las
cascadas de Salamanca
Rehenes de unas lluvias que no siempre aparecen como
desearíamos, las cascadas de Salamanca pueden aparecer en lugares accesibles,
pero también en otros escondidos y solo al alcance de los senderistas más
aventureros. Es la magia de la naturaleza, que es impredecible. De norte a sur
vamos a hacer un viaje por estos fenómenos que se suman a los muchos atractivos
que posee una provincia con mucho que descubrir.
Pozo de los Humos (Pereña de la Ribera y Masueco. Arribes
del Duero)
Pozo de los Humos desde Masueco
Es la ‘madre’ de todas las cascadas en Salamanca. Un salto de agua ‘amazónico’ a este lado del Atlántico. Uno de los mayores espectáculos naturales a los que se puede asistir en la península ibérica. Cuando el caudal del río Uces es generoso, este salto de 50 metros se convierte en una impetuosa exhibición que se puede admirarse desde dos puntos de vista. Desde la localidad de Pereña de la Ribera sale una pista que lleva hasta el mejor mirador del Pozo de los Humos. Lo tendremos justo ante nuestros ojos para adivinar el hechizo de la cascada. Desde allí es posible bajar hasta la misma base, pero solo fuera de la temporada de anidación de aves que se prolonga entre febrero y septiembre.
Pozo de los Humos desde Pereña de la Ribera
Como si fueran las cataratas del Iguazú que se pueden contemplar desde la vertiente argentina y la brasileña, el Pozo de los Humos también cuenta con la posibilidad de disfrutarlo de cerca. Sintiendo esas partículas de agua que generan la ‘humareda’ que da nombre a la cascada. Eso se logra desde Masueco. Del pueblo sale un camino que podremos hacer en coche y que concluye en un aparcamiento. Despojados del vehículo, bajaremos por un empinado sendero (3 kilómetros ida y vuelta) hasta llegar a las pasarelas y miradores que muestran la belleza de la que sin duda es la mejor cascada de Salamanca.
Pozo Airón (Pereña de la Ribera. Arribes del Duero)
Pozo Airón
Desde Pereña de la Ribera también se llega a la que hemos bautizado como la cascada “reversible” de Salamanca. Tiene la peculiaridad de que podemos pasar detrás de la cortina de agua gracias a una oquedad en la roca granítica. Si queremos visitar el Pozo Airón caminando desde Pereña recorreremos 5,6 kilómetros ida y vuelta.
Pozo Airón por dentro
Otra opción es avanzar con el coche hasta que la pista se convierte en sendero. De esta forma haremos solo 2,2. El Pozo Airón es una caída de agua de 20 metros en el arroyo de Los Cuernos, que metros más adelante desemboca en el Duero. Una cascada limpia y majestuosa en un entorno dominado por la roca granítica y la vegetación.
Cascada del Pinero (Masueco. Arribes del Duero)
Cascada del Pinero
Además del Pozo Airón, en esta lista de las mejores cascadas
de Salamanca hay que sumar otra que también tiene ese carácter “reversible”. Se
trata de la cascada del Pinero o Cola de Caballo. Para llegar hasta ella existe la opción de hacer una ruta de
senderismo de casi 12 kilómetros que baja hasta el Pozo de los Humos y
después alcanza la cascada del Pinero. Si preferimos llegar en coche, tomaremos
la pista que baja hasta la playa del Rostro y que sale de Corporario, pedanía
situada entre Masueco y Aldeadávila de la Ribera. En el primer cruce giraremos
a la izquierda y continuaremos hasta que la pista acaba en una explanada. El
resto del trayecto (2 kilómetros ida y vuelta) lo haremos caminando por un
sendero que llega hasta la misma cascada. Disfrutaremos de una perspectiva
completa de una caída de unos 15 metros
en el arroyo de la Puente que no suele ser muy generosa en cuanto a agua se
refiere. Con ayuda de una serie de cuerdas y cadenas en el sendero, se puede
caminar por detrás de la cortina de agua y obtener instantáneas de gran
belleza.
Cascada de Remolino (Aldeadávila de la Ribera. Arribes del
Duero)
Cascada de Remolino
Solo una cascada podía poner la guinda perfecta al delicioso
pastel de pasear por los senderos que se asoman al cañón del río Duero. Caminos
que fueron transitados en otros tiempos por agricultores, ganaderos y
contrabandistas. En Aldedávila de la Ribera, donde las Arribes del Duero
alcanzan una mayor profundidad, existen varias rutas de senderismo que se
convierten en un recorrido por un interminable balcón donde del río no se
pierde en ningún momento de vista. Cuando parece imposible juntar tanta
belleza, aparece la cascada de Remolino. Veinte
metros de caída de agua en el arroyo Valdelosmaderos de Remolino que
desemboca poco después den el Duero.
Otra vista de la cascada de Remolino
Se puede llegar a ella haciendo una ruta por esos mencionados senderos o, por el contrario, bajar con el coche por una pista desde Aldeadávila hasta el mirador de Rupurupay, una de las mejores atalayas de las Arribes del Duero. Desde allí descenderemos por un sendero (2 kilómetros ida y vuelta) que nos llevará hasta la cascada. Con precaución es posible descender por las rocas en dirección a la orilla Duero para apreciar que en realidad la cascada nos regala dos saltos antes de desembocar en el río.
Cachón de Camaces (Hinojosa de Duero. Arribes del Duero)
Cachón de Camaces
Ha quedado claro que las Arribes son mucho más que la vista del Duero encajonado. Sus cascadas son otro de los grandes atractivos de un parque natural infravalorado y desconocido para muchos. En la vertiente más oculta de las Arribes encontramos el cachón de Camaces. Técnicamente no es una cascada, ya que un cachón suele definir a un chorro de agua que cae desde poca altura y que forma espuma. El de Camaces, que se llama así porque se nutre del río del mismo nombre, lo encontramos en la serpenteante carretera que une Hinojosa de Duero y Lumbrales con Saucelle y su Salto a través del puerto de la Molinera. Se encuentra al pie de la vía, con un mirador perfectamente habilitado para asomarnos a una caída de agua que, en época de lluvias, es espectacular. Lo peor de todo es que la vista desde el mirador no es frontal, sino ligeramente escorada.
Cachón de Carranzo (Saucelle. Arribes del Duero)
Cachón de Carranzo (Fotografía: Vicente Sierra Puparelli)
Si después de contemplar el cachón de Camaces avanzamos por
la carretera del puerto de la Molinera en dirección a Saucelle, cruzaremos
primero un puente sobre el Huebra y más adelante otro sobre el arroyo de la
Ribera de las Casas. Junto a este último, y escalando unos metros a la
izquierda del puente con mucha precaución, contemplamos otro interesante cachón
que lleva el nombre de Carranzo o Carranzos. Se trata de una caída de agua de unos quince metros que aparece después de que
el arroyo vaya encajonado entre grandes rocas graníticas.
Cascada del Desgalgadero (Villarino de los Aires. Arribes
del Duero)
Desgalgadero de Villarino
Una de las cascadas de Salamanca más desconocidas es la del Desgalgadero en Villarino de los Aires. En esta localidad se puede hacer una ruta por las arribes que forma el Tormes antes de su desembocadura en el Duero y también contemplar el punto exacto donde se produce este desagüe, el paraje de Ambasaguas. Para llegar a la cascada del Desgalgadero hay que tomar la vía asfaltada que sale de Villarino en dirección al Teso de San Cristóbal. Después de recorrer 500 metros, y tras pasar un pequeño puente, tomaremos la pista que sale a mano derecha. Continuaremos por ella alrededor de 300 metros hasta un campo de olivos. Este recorrido lo podremos hacer en coche perfectamente. A partir de ese momento comenzaremos a caminar durante aproximadamente una hora por un sendero. Podremos tomar como referencia un gran árbol que se ve al fondo. En el camino nos encontraremos con algunas chozas y corrales de piedra y en ese momento podremos ver la cascada del Desgalgadero. Es una caída de agua de unos 60 metros en el arroyo de la Ribera de Villarino que después vierte sus aguas en el Tormes.
Cachón de la Diabla (Sobradillo. Arribes del Duero)
Cachón de la Diabla (Fotografía: Vive las Arribes)
Otro cachón acaba con nuestro recorrido por las cascadas de Salamanca en las Arribes del Duero. Se trata del cachón de la Diabla, en la localidad de Sobradillo. Se llega hasta él por un sendero no señalizado que sale de esta localidad arribereña y que transita junto al río Morgáez. Tras recorrer aproximadamente 5 kilómetros veremos el cachón de la Diabla, un espectacular salto que es imprescindible visitar en época de lluvias. Las gentes de Sobradillo aseguran que el nombre de cachón de la Diabla le viene por una loba que criaba allí. Si lo visitáis debéis fijaros en la marmita de gigante que hay en la roca granítica que está en el lugar donde el agua del río Morgáez comienza a deslizarse.
Cascada de El Chorro (La Alberca. Las Batuecas-Sierra de
Francia)
Chorro de Las Batuecas
El parque natural de Las Batuecas-Sierra de Francia tiene un
magnetismo que cautiva al visitante. Sus bosques autóctonos de castaños y
robles se mezclan con los cultivos de olivos, vides, frutales y cerezos que
trabajan con esmero las gentes serranas. Sin embargo, este frondoso espacio
natural por el que transitan ríos como el Alagón y el Francia y un sinfín de
arroyos, no es demasiado prolífico en cuanto a cascadas se refiere. La más
representativa es sin duda la del Chorro de las Batuecas. Una caída de agua de
unos doce metros en el regato del Chorro
poco antes de desembocar en el río Batuecas.
La ruta que lleva a la cascada es una de las más atractivas que se pueden hacer en el parque natural Las Batuecas-Sierra de Francia. Un itinerario de 10 kilómetros (ida y vuelta) que parte del Monasterio del Santo Desierto de San José de las Batuecas, pasa por las pinturas rupestres del canchal de las Cabras Pintas y se adentra en un paisaje de grandes canchales y vegetación autóctona que nos lleva a una cascada que cautiva por el entorno en el que está ubicada. La podemos contemplar desde su base, pero también ascender hasta su punto más alto. En este post tienes toda la información de la ruta del Chorro de las Batuecas.
Chorrera de Jigareo (Valero. Sierra de la Quilama)
Estefanía ante la chorrera de Jigareo
Una de nuestras debilidades de la provincia de Salamanca es la sierra de la Quilama o las Quilamas, el enigmático y peculiar espacio natural que sirve como transición entre la dehesa del Campo Charro y la Sierra de Francia. En ella se localizan lugares repletos de misterio y leyenda de los que ya os hemos hablado en este blog como la Cueva de la Mora y el Castillo Viejo de Valero. Son dos de sus tres cumbres más simbólicas (la tercera es el Pico Cervero). Pero si nos adentramos en la vegetación de sus valles encontramos parajes casi irreales. Uno de ellos es la chorrera de Jigareo en el término de Valero. Su acceso es complicado por lo cerrado del sendero, pero tan solo tendremos que recorrer poco más de 4 kilómetros ida y vueltacomo te explicamos en este post.
La chorrera de Jigareo es un salto de unos diez metros que
aparece casi por sorpresa detrás de un estrecho pasillo rocoso que se ha ido
erosionando por el continuo discurrir del agua. Una especie de cola de caballo
que suministra agua al rio Quilamas.
Chorrera de Gancho Bermejo (Valero. Sierra de la Quilama)
Chorrera de Gancho Bermejo
La chorrera de Gancho Bermejo o de la Palla (por encontrarse en el arroyo del mismo nombre) es una pequeña caída de agua que desemboca en una poza donde bañarse en verano cuando el sol más aprieta es una auténtica gozada. Lo malo es que en la época estival no veremos la cascada en su momento álgido, pero el espacio natural en el que está enclavada siempre es digno de admirar.
Para llegar hasta ella existe la opción de hacer esta ruta de senderismo que parte de Valero y se adentra en el paisaje de la sierra de la Quilama. A un par de kilómetros de la carretera que une las Puentes del Alagón con Valero veremos desde las alturas la vista imponente de la chorrera de Gancho Bermejo. Los más acostumbrados a salir por la montaña pueden bajar con precaución por el paisaje rocoso y disfrutar de cerca de este espectáculo. El arroyo de la Palla se desliza por la quebrada roca granítica formando tres pequeños saltos, siendo el último el más espectacular.
Cascada de La Mangá (Candelario. Sierra de Béjar y
Candelario)
Cascada de La Mangá
En este recorrido por las cascadas de Salamanca sería una
pena dejar fuera a otro de los grandes espacios naturales de la provincia, las
sierras de Béjar y Candelario. Desgraciadamente los saltos de agua no abundan,
pero hay que mencionar uno desconocido y modesto. Se trata de la cascada de La
Mangá. Se encuentra a un par de
kilómetros del casco urbano de Candelario por el camino señalizado con
marcas verdes que parte del camping “5 Castaños”.
Después de caminar por un paisaje dominado por los castaños
y los robles y que en otoño adquiere un mayor atractivo llegaremos a la zona de
la cascada. Un pequeño salto de poco más de seis metros donde el agua se
desliza sigilosa por la roca granítica. Cuando la visitamos, el intenso frío y
el hecho de estar situada en una zona de umbría hizo que se crearan los
denominados chupiteles o chupamieles,
las estalactitas de hielo que daban un mayor atractivo a este pequeño salto de
agua.
“Si no nos movemos nosotros, no podemos esperar a que alguien nos venga a ayudar”. Armando, director del hotel Virrey Palafox de El Burgo de Osma lo tiene claro. Soria es el vivo ejemplo de la ‘España vaciada’. A este ritmo, la provincia entera desaparecerá en un siglo. Como lo oís. Sin infraestructuras decentes, sin servicios básicos en muchos pueblos y sin un relevo generacional, hay que tirar de imaginación. Hay que reivindicar las tradiciones y presentarlas como un producto turístico sostenible, atractivo y revitalizador. Así son las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox en El Burgo de Osma. El grito de la ‘España vaciada’. Una fiesta en toda regla que, desde hace casi medio siglo, congrega en esta bella población soriana a casi un millar de personas cada fin de semana entre enero y abril. Su gran reclamo, un menú “de boda” de 22 platos que hace revivir a un muerto. Pero no solo es la comida, es la liturgia de todo lo que rodea a esta celebración. Es la mejor excusa para escaparse un fin de semana o tres días a una localidad que además cuenta con una de las catedrales más bellas de España. Y todo a un paso del fantástico parque natural del Cañón del Río Lobos. No se puede pedir más.
Salón donde se celebran la comida de las Jornadas de la Matanza
¿Qué son las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox en El
Burgo de Osma?
Los que nos hemos criado en un pueblo sabemos perfectamente lo que significa la liturgia de la matanza.
Una fiesta anual que reunía a familiares y vecinos en torno al cerdo. Un animal
que se cuidaba y mimaba durante doce meses para que, antes de que acabara el
año, se sacrificara y regalara una ristra de manjares de lo más suculentos.
Productos naturales y ecológicos que iban desde embutidos y carne fresca,
pasando por la casquería hasta llegar al tan apreciado jamón. Todo se
aprovechaba de un animal muy agradecido. Un
gorrino que no es ni una mascota ni una pieza de museo. Sirve y única
exclusivamente para alimentar al ser humano. De lo contrario, no existiría. El
cerdo se comía además todos los residuos orgánicos que se generaban en una casa
en una época donde apenas había plásticos ni toda la basura que está amenazando
nuestro querido planeta.
Vista nocturna de la muralla y la catedral de El Burgo de Osma
Las matanzas han desaparecido de la mayoría de los pueblos,
pero el recuerdo vivo que suponía esa fiesta jamás se puede olvidar. Ese es el
objetivo de las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox. Nacieron cuando esta
práctica era todavía una realidad en muchas casas, y sobreviven a día de hoy
con una gran salud gracias al interés que despierta en propios y extraños.
En 1982 fueron declarara fiesta de Interés Turístico y por
El Burgo de Osma han pasado personajes ilustres como Camilo José Cela, Luis del
Olmo, Loquillo y otros muchos que han ejercido como pregoneros y embajadores de
esta celebración.
El programa ‘matancero’ que nos espera en El Burgo de Osma
El estómago en perfecto esta de revista y ganas de disfrutar
y pasárselo bien. Estas dos premisas son fundamentales para escaparse a El
Burgo de Osma y vivir en primera persona las Jornadas de la Matanza. Lo ideal,
para tomárselo con calma, es prolongar la estancia durante dos noches. De esta
manera, además de saborear los productos del cerdo, podremos ver con
tranquilidad El Burgo de Osma e incluso escaparnos hasta el cañón del Río
Lobos.
El rito de la matanza al estilo tradicional
El programa arranca con el rito de la matanza a las 12:30 horas junto al Museo Popular del Cerdo. Allí se monta un escenario que se asemeja al que se podía ver en los patios y corrales de muchas casas de los pueblos de Castilla y León hace solo treinta años. La diferencia es que ahora el cerdo llega sacrificado según marca la regulación vigente y con el mínimo sufrimiento para el animal.
Rito de la matanza
Ante la mirada de decenas de visitantes, el garrapo se
envuelve en paja a la que se prende fuego para churruscar su piel. De esta
forma se eliminan las impurezas y los pelos. Posteriormente se escalda con agua
caliente y se cepilla bien. Mientras, los asistentes disfrutan de un pequeño tentempié
consistente en dulces, morcilla y vino bebido en porrón. Una manera de abrir
boca antes del gran festín. El rito
finaliza con el despiece, donde se explican las diferentes partes de un
animal donde, según dice el refrán, se aprovechan hasta los andares.
Visita imprescindible al Museo del Cerdo
Una vez concluido el rito, es más que recomendable entrar en
el Museo Popular del Cerdo de El Burgo de Osma. Un espacio único en el mundo donde se recogen más de 12.000 piezas
relacionadas con los gorrinos. Desde pinturas, figuras, artilugios de
matanza, huchas, corbatas y hasta calzoncillos. Todo, absolutamente todo, lo
que tenga que ver con el cerdo está allí. De las muchas cosas que nos
sorprendieron durante nuestra visita nos quedamos con dos. Un óleo del pintor burgalés Vela Zanetti
que muestra el acto de la matanza y que fue encargado por un ministro mexicano.
Y por otro lado, la zona donde se muestran representaciones del cerdo en todo
el mundo. La clara demostración de que no solo en España se venera a un animal
que ha dado de comer a millones de personas a lo largo de los siglos.
Cuadro de Vela Zanetti en el Museo del CerdoFiguras mexicanas en el Museo del Cerdo
Un menú ‘de boda’ con 22 platos
El momento estelar de las Jornadas de la Matanza de El Burgo
de Osma es sin duda la comida. Es difícil describir con palabras lo que vivimos
en un gran salón donde 800 personas se
reúnen con un denominador común: el cerdo. El edificio del antiguo granero
del Obispado de El Burgo de Osma es el escenario de una fiesta que se asemeja a
la de una boda. A las 14:00 horas hay que estar puntuales para entrar al son de
la música y mientras un pasillo de camareros te ofrece unos torreznos para
abrir boca. Una vez que tomas asiento,
no hay ninguna prisa. Por la mesa van desfilando los 22 platos entre risas,
anécdotas, música y un ambiente sano y envidiable. Este es el menú del sábado
de las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox.
Junto con nuestros compañeros de Organizo tu Viaje, El Viaje de Sofi y Recuerdos de mi Mochila
Entrantes: Jamón
Ibérico. Lomo Ibérico. Chorizo frito de matanza. Torreznos del alma de Soria.
Costillas en aceite. Morcilla de arroz. Pastel de hongos y verduras. Revuelto
mixto. Ensalada de oreja y endivias. Rabos estofados. Mollejas con setas.
Manitas guisadas. Albóndigas de la abuela.
‘Entonantes’ a elegir:
Alubias Pintas de El Burgo o Caldo de parturienta.
Terceros:
Cochinillo Asado. Carrillera Guisada con verduritas. Costillas asadas a la
miel. Lomo escabechado.
Y todo con un sorbete de por medio como se hace en las bodas
y regado con buen vino de Ribera del Duero.
Nosotros entramos a comer a las 14:00 horas y salimos a las
19:00. Cinco horas que se nos pasaron
volando. Además, al ser todo más pausado no tienes la sensación de
empanzamiento que se podría presumir al ver el menú. Y mientras, al ritmo de la
dulzaina puede sonar desde el “Asturias patria querida”, pasando por el “No te
vayas de Navarra” hasta acabar con el himno del Athletic. Porque el comedor es una viva imagen de la
diversidad de España. Encontramos vascos, navarros, asturianos, cántabros,
castellanos y leoneses, maños, madrileños… Como bien dice Armando, el director
del Virrey Palafox, la gran suerte es que El
Burgo de Osma está “en medio de la nada, pero en el centro de casi todo”.
Unas copas para cerrar la jornada a una hora prudencial
La jornada del sábado no acaba ahí. Después de la opípara
comida podemos dar un paseo para descubrir la fantástica iluminación nocturna
del casco histórico de El Burgo de Osma. Y, justo enfrente de la Catedral, tomar una copa en el Palacio. Este
local no es un bar al uso. Está ubicado en la antigua casa abad de San Bartolomé del siglo XVI. Lo que fue el
patio es hoy la pista de baile, y el jardín, un sofisticado espacio donde se
celebran las bodas del hotel Virrey Palafox. Es curioso porque cuando sales de
tomar algo y bailar, piensas que has regresado a tu época de juventud cuando
volvías al amanecer a casa. Nada más lejos de la realidad. Miras el reloj y son
todavía las once de la noche. Un ‘café
torero’ en toda regla y la hora perfecta para descansar y pensar en el día
siguiente.
Catedral de El Burgo de Osma
Vermú matancero, el mejor colofón de la escapada a El Burgo
de Osma
No hay ninguna necesidad de huir de El Burgo de Osma deprisa
y corriendo el domingo por la mañana. Nos lo podemos tomar con calma y apurar
hasta después de comer. Y los que puedan, tienen la opción de alargar la estancia una noche más y
regresar el lunes sin agobios. Para todos ellos el Virrey Palafox ha dado
una nueva vuelta de tuerca a sus Jornadas de la Matanza y ha creado el vermú
matancero.
Música en el vermú matanceroTique y tapas del vermú matanceroHamburguesa de calamar en el vermú matancero
La cafetería Doña Remedios del hotel se convierte en un
innovador espacio gastronómico donde conviven
tapas creativas elaboradas con productos de matanza y bebidas premium como cervezas
locales, vinos de Ribera del Duero y el recordado vermú de grifo. Con un
sistema de tiques, vas eligiendo la tapa y la bebida que quieras mientras cada
domingo suena la música de un grupo diferente. Una propuesta más calmada y
relajada que la disfrutamos con una buena conversación antes de partir rumbo a
Salamanca.
¿Por qué las Jornadas de la Matanza son turismo sostenible?
Vivimos un momento en el que los blogueros de viajes tenemos la responsabilidad de promover un tipo de turismo que no deje huella y que defienda el respeto al medio ambiente y las culturas y productos locales. Es lo que se ha venido en llamar turismo sostenible o responsable. Al mismo tiempo, existe una corriente que arremete contra el consumo de productos de origen animal amparada en una filosofía respetable, pero que jamás se tiene que imponer. Ambas cosas son totalmente diferentes. Puedes comer un chuletón de ternera y o un secreto ibérico que tenga un origen sostenible y ecológico y, sin embargo, degustar cualquier producto vegetal que provenga de una plantación altamente contaminante.
Las Jornadas de la Matanza son turismo responsable porque
promueven una tradición arraigada que era sinónimo de fiesta, reunión familiar,
confraternización y buen ambiente. Un animal que permitía a toda una familia
ser autosuficiente y del que se aprovecha absolutamente todo. No solo su carne,
sino también su grasa para un sinfín de utilidades. Nada se deshecha. Estamos
por lo tanto ante uno de esos productos
kilómetro cero que además fijan población en el medio rural.
Atuendo típico de matancero
Las Jornadas de la Matanza convierten esa tradición en un
producto turístico para que todos los fines de semana entre enero y abril casi
un millar de personas acudan a uno de los epicentros de la ‘España vaciada’.
Eso genera empleo en El Burgo de Osma y
los alrededores y evita que más jóvenes se vayan de allí. Eso dinamiza la
localidad y así se demuestra en la cantidad de tiendas de productos típicos que
hay en la calle Mayor. Eso potencia los
productos locales, porque el pan y los dulces de la comida de los 22 platos
se encargan a una panadería del pueblo, el vino es de una bodega de la zona,
las manzanas del postre son de una plantación de Soria… Además, los residuos
orgánicos que se generan van a parar a granjas de cerdos para que empiece de
nuevo el proceso.
Y, por si fuera poco, el hotel Virrey Palafox está siendo el
mecenas de un proyecto de emprendimiento
local llamado El Hueco Oxma donde jóvenes empresarios tienen su espacio
para poder cumplir el sueño de montar su empresa sin salir de su pueblo. Si
esto no es responsabilidad y sostenibilidad, que venga Dios y lo vea.
¿Dónde alojarse para vivir las Jornadas de la Matanza?
Para vivir las Jornadas de la Matanza de El Burgo de Osma nos alojamos en el hotel II Virrey Palafox, organizador al mismo tiempo de esta cita. Se trata de un hotel de cuatro estrellas ubicado en pleno centro de la localidad, justo enfrente de la Plaza Mayor. Su elegante decoración recuerda a la de cualquier hotel clásico y lujoso. No hay más que ver su escalera de caracol y la lámpara que la atraviesa desde el tercer piso y hasta la planta baja. Una auténtica obra de arte que, según nos comentaba Armando, incluso atrae a profesionales de la carpintería. Es lo que se podría llamar “turismo de carpintería”.
Escalera del hotel II Virrey PalafoxNuestra habitación del hotel II Virrey Palafox
Sin perder ese espíritu clásico, el hotel II Virrey Palafox
se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos con habitaciones donde al baño está completamente reformado. Esto da
una sensación de limpieza y modernidad que agradece el visitante. Cuenta con un
aparcamiento gratuito y los
desayunos son un completo muestrario de bollería local, fruta, diversos tipos
de pan y hasta una deliciosa tortilla de patata que ya se encuentra en pocos
sitios. Eso sí, los que quieran alojarse en el hotel II Virrey Palafox los
fines de semana de las Jornadas de la Matanza tienen que reservar con antelación ya que la demanda es alta.
¿Cuánto cuesta la experiencia matancera en El Burgo de Osma?
Tratándose de un auténtico menú de boda donde no se echa de
menos absolutamente nada (¡cómo para hacerlo con 22 platos!) el precio para paladear las Jornadas de la
Matanza de El Burgo de Osma es más que razonable. El menú de los sábados
tiene cuesta 48 euros del 18 de enero al 1 de febrero y 50 euros, del 4 de
febrero al 13 de abril.
Los que prefieran
comer el domingo en lugar del sábado, disponen de un menú más reducido a 40
euros que se sirve entre el 19 de enero y el 14 de abril.
En cuanto al vermú
matancero, existen diferentes tipos de tiques con números que, a medida que
vas consumiendo tapas y bebidas, te los van perforando. Con uno de 20 euros,
comen dos o tres personas perfectamente a base de tapeo.
Ruta de la Ribera de los Molinos y los miradores de Villardiegua de la Ribera (Arribes del Duero. Zamora). Dificultad: Fácil. Distancia: 12,7 kilómetros (circular). Duración: 4 horas aproximadamente.
Infernal, dantesco, pavoroso, aterrador… Cualquier palabra resulta timorata para definir lo que se vivió en la localidad zamorana de Villardiegua de la Ribera el 22 de agosto de 2013. Un incendio originado en Portugal hizo lo que el ser humano es incapaz: saltó el profundo cañón del Duero. Esa frontera casi infranqueable de las Arribes fue pan comido para las chispas provocadas por las llamas. Con ayuda del viento, el privilegiado entorno natural de Villardiegua se convirtió en un infierno. La población de la localidad tuvo que encontrar refugio en Bermillo de Sayago y el fuego devoró pastizales, naves ganaderas con sus animales, zonas de cultivo, árboles centenarios y amplias zonas de matorral. En total, 2.800 hectáreas de terreno. Una tragedia de la que todavía hoy duelen las heridas. Las señales informativas calcinadas y los postes eléctricos ennegrecidos en el mismo casco urbano ponen la piel de gallina. Poco a poco los matorrales bajos que abundan en esta zona van brotando de nuevo y se ha hecho un buen trabajo para volver a señalizar la ruta de senderismo que nos lleva por la Ribera de los Molinos y alcanza algunos formidables miradores de los Arribes del Duero zamoranos. Como enamorados de este parque natural, debíamos estar en Villardiegua. Era una obligación moral poner nuestro granito de arena para ayudar a esa lenta recuperación y que los amantes de la naturaleza se dejen caer porque este rinconcito de la ‘España vaciada’ doblemente castigada.
El río Duero, desde Peña Redonda
La Senda del Duero, escenario del primer tramo de la ruta por Villardiegua de la Ribera
Las inconfundibles marcas rojas y blancas de la Senda del Duero nos guiarán en el primer tramo de esta ruta de senderismo de la Ribera de los Molinos y los miradores de Villardiegua de la Ribera. Caminaremos por un tramo de su etapa 23, la que une Villardiegua con Torregamones. Salimos del pueblo por la calle de San Roque acompañados de un paisaje de alcornoques y pequeños campos de cultivo dominados por los olivos. También veremos una de las constantes en el recorrido, las rocas graníticas que ayudaron a construir las cercas y que también se usaron para esculpir el famoso verraco vetón del pueblo bautizado como ‘La Mula’.
Verraco vetón ‘La Mula’ en Villardiegua de la RiberaInicio del sendero tras un kilómetro y medio de ruta
Es primavera y los piornos o retamas muestran su característico color amarillo que nos alegra la vista y estimula el olfato. Cuando llevamos un kilómetro y medio de ruta, dejamos el camino por el que veníamos y cruzamos una portera siguiendo las marcas de la Senda del Duero en dirección a Peña Redonda y Torregamones.
La belleza del recorrido se acrecienta, ya que marchamos por un sendero que transita en paralelo al arroyo del Pontón. Una ribera que despertó la atención de los romanos por la presencia de oro. Todavía se pueden contemplar las cazoletas, una especie de artesas hechas directamente en el granito que servían como morteros para triturar el mineral que se extraía. Posteriormente se lavaba la arena resultante con una batea para separar el oro.
Una de las zonas donde se pueden ver las cazoletas que los romanos usaban para obtener el ororuta molinos Villardiegua de la Ribera
Cruzamos el arroyo del Pontón por un pequeño puente de piedra y llegamos a una zona de antiguos molinos, algunos de los cuales se encuentran en un estado más que aceptable. Seguiremos sin pérdida alguna las indicaciones rojas y blancas de la Senda del Duero siendo necesario atravesar un par de porteras más que, como siempre, dejaremos cerradas.
Puente sobre el arroyo del Pontón
Llevamos aproximadamente tres kilómetros de ruta y el sendero comienza a adentrarse en una zona abierta con matorral bajo donde predomina la lavanda y veremos algunas pequeñas charcas donde las aves toman su particular refrigerio. Dejamos otro puente a la derecha y el paisaje se vuelve por un momento más rocoso, para regresar al verde de los pastos. Saludamos a un grupo de vacas limusinas que pastan tranquilamente y volvemos a pasar una portera para seguir junto al arroyo entre rocas y matorral bajo. Cruzamos el arroyo del Pontón nuevamente por unas piedras para seguir avanzando junto a él.
Vacas limusinas pastando en el campo
Peña Redonda, imponente mirador de las Arribes del Duero
El sendero desemboca en un camino. Giraremos a la izquierda siguiendo las indicaciones de la Senda del Duero para enfilar los últimos metros hasta Peña Redonda. Este trayecto habrá que deshacerlo posteriormente, pero no supondrá gran esfuerzo.
Retamas en su esplendor durante la ruta
Peña Redonda es, como su propio nombre indica, un gran domo circular de granito detrás del cual se avista el cañón del Duero en toda su plenitud. Al otro lado intuiremos las viviendas de la localidad portuguesa de Vale de Aguia. Antes de deleitarnos con las vistas, merece la pena detenerse un instante en los restos de la ermita de San Amede. El templo, del que apenas se intuye su estructura, se construyó a finales de la Edad Media y se mantuvo en pie hasta mediados del siglo XIX. Lo curioso es que la ermita de San Amede se valió de materiales del antiguo castro de Peña Redonda que data de la segunda Edad de Hierro y del que además procede el verraco vetón del que hablábamos al comienzo del post. En los trabajos de consolidación del templo se encontraron vestigios de épocas tan diversas como la propia segunda Edad de Hierro, la romana, la medieval y la moderna.
Restos de la ermita de San Amede
La vista de los también llamados arribanzos zamoranos desde la Peña Redonda es conmovedora. Cuando nos asomamos al cañón del Duero la sensación en la misma. Aunque el río siempre sea el protagonista, cada zona tiene sus matices. Así lo podéis comprobar en una ruta por los miradores de las Arribes del Duero de Salamanca, Zamora y Portugal que recogimos en este post. Merece la pena pasar unos minutos contemplando esa postal en mitad de la paz más absoluta.
Vistas desde Peña Redonda
El sendero ‘fabuloso’ de la Ribera de los Molinos
Después de Peña Redonda, la Senda del Duero continúa a la derecha hacia Torregamones. Pero nosotros volveremos sobre nuestros pasos hasta el cruce donde arranca el sendero de la Ribera de los Molinos. Nos despedimos de las marcas rojas y blancas para guiarnos ahora por las blancas y amarillas. Es sin duda el tramo de mayor belleza de todo el recorrido. Entre retamas y rocas graníticas nos vamos deslizando por una estrecha vereda al mismo tiempo que lo hace el arroyo del Pontón. Con el sonido del agua como perfecta banda sonora, vamos contemplando algunos de los molinos que aprovechaban cómo el agua se iba precipitando hacia el Duero para moler el trigo. En su día hubo una docena, pero actualmente se conservan en buen estado cinco de ellos y de otros cuatro se advierte parte de su estructura.
Ribera de los MolinosUno de los molinos recuperados y señalización de la ruta
Esta fue una de las zonas más castigadas por el incendio de 2013, por eso se ha hecho un importante trabajo para recuperar la esencia del sendero. Para lograrlo se han instalado unos paneles interpretativos donde se cuentan fábulas que están protagonizadas por algunos de los animales que pueblan estos parajes del parque natural de las Arribes del Duero.
La sarda y la nutria
Esto eran una sarda y una nutria. Y dijo la sarda
—Por favor, nutria. Tú que eres tan lista, no me comas sin contarme en qué se diferencia un molino de una aceña. Es una duda que he tenido toda mi vida.
La nutria, con el pez en la boca, dice casi sin que se le escuche:
—Pues es fácil: el molino tiene la rueda horizontal y la aceña, vertical.
—No te entiendo nada, abre más la boca para hablar.
—¡Que el molino tiene la rueda horizontal y la aceña, vertical!
Y el pez listo se escapó.
El cuento de la golondrina y la pastora y el de la cirvela y la perdiz, son otros que se pueden leer en estos paneles que dejamos que descubráis cuando hagáis esta fantástica ruta.
Estefanía leyendo la fábula de la cirvela y la perdizUn alto en el camino para comer
Después de leer un panel que cuenta el terrible incendio de 2013 y homenajea el coraje y la fuerza de Villardiegua de la Ribera, seguiremos bajando hasta llegar a un banco que podría rivalizar con el de Ortigueira como el más bonito del mundo. Un sencillo asiento de madera donde, una vez más, la embriagadora vista de las Arribes del Duero se muestra ante nosotros tal cual es. Cuando hicimos la ruta, las lluvias no habían sido demasiado generosas, más bien todo lo contrario. Pero si el año ha sido prolífico en precipitaciones, contemplaremos una pequeña cascada que forma el arroyo del Pontón junto a uno de los molinos.
Banco con vistas al río Duero y sus arribes
Último saludo a Portugal y regreso a Villadiegua
Deshacemos unos metros lo andado para girar a la izquierda en un punto que por desgracia no está indicado. Os aconsejamos guiaros por el track de Wikiloc que acompaña a este post para salir de dudas, aunque se puede tomar como referencia el penúltimo molino que se encuentra antes de llegar al banco. El tramo de la ruta que comienza a partir de ahora no está señalizada, salvo por la presencia de algunos montoncitos de piedras. A pesar de eso, no ofrece dudas ya que apenas hay maleza. Eso sí, mejor ir ataviados con pantalón largo para evitar molestas rozaduras.
Tramo sin señalizar de la ruta
Avanzamos casi en línea recta en paralelo al curso del río Duero que intuiremos, aunque no alcanzaremos a ver. Tras cruzar un pequeño riachuelo llegamos a un camino que vuelve a estar señalizado, esta vez con marcas blancas y verdes. Giraremos a la izquierda para llegar hasta el último mirador de la ruta. Sobre una gran roca granítica saludaremos a nuestra querida Portugal. Concretamente a la ermita de São João das Arribas (San Juan de los Arribes), perteneciente al municipio de Miranda do Douro. Un templo con otro imponente mirador que tuvimos la oportunidad de visitar años atrás y que ahora veíamos desde el otro lado.
Último mirador de la rutaSeñalización del sendero de regreso a Villardiegua de la Ribera
Deshacemos lo andado y seguimos por el sendero marcado en blanco y verde para regresar a Villardiegua de la Ribera. Una vez más veremos las consecuencias del incendio de 2013, ya que los paneles informativos de este tramo de la ruta están completamente calcinados y también algunos de los mástiles donde se indicaba. Poco a poco abandonamos el paisaje de retamas, lavandas y otros matorrales para regresar de nuevo a los pastizales. Cruzamos de nuevo una portera y, acompañados por los alcornoques, regresamos a Villardiegua sin ningún tipo de pérdida.
Nos despedimos de esta apacible localidad con ganas de habernos llevado algunas de las delicias que hacen en su pastelería, llamada Obrador de Gaia. Estaba cerrada, por lo que será en una próxima ocasión. Lo que sí nos llevamos de recuerdo, fueron las granas de unas flores que sembramos en nuestro patio con notable éxito. Hoy lucen hermosas y nos recuerdan que se puede renacer de las cenizas. Se puede volver a brotar y retoñar cuando todo parece perdido. Así lo ha hecho Villardiegua de la Ribera. Mucha suerte.
Nuestras flores recuerdo de Villardiegua de la Ribera
La ciudad de Salamanca eclipsa. Puede parecer una afirmación exagerada propia de dos charros. Pero lo cierto es que muchos de los visitantes que, por ejemplo, pasan un fin de semana en la ciudad, no tienen tiempo para explorar más. La provincia queda en un segundo plano. Sin embargo, Salamanca puede presumir de contar con algunos de los pueblos más bonitos de España. Al margen de paisajes singulares como las sierras de Francia y Béjar, las Arribes del Duero y la dehesa, la riqueza urbana es incalculable. Y no hablamos solo de La Alberca y Mogarraz, las dos localidades más populares y visitadas. Vamos a ir más allá. Por eso os proponemos una ruta por los pueblos más bonitos de Salamanca sin miedo de dejarnos ninguno en el tintero. No es tarea fácil, pero lo intentaremos.
Ruta por los pueblos más bonitos de Salamanca
Siempre es buen momento de mirar hacia nuestro interior. En sentido figurado y literal. Poner el foco en esa España rural (llamada ahora vaciada) donde no hay decorados de cartón piedra y todo es aplastantemente real. Para lo bueno y para lo malo. Ahora más que nunca hay que redescubrir provincias como la de Salamanca. Con el respeto y la cordura que imponen estos nuevos tiempos, pero con los ojos y la mente bien abiertos para dejarnos sorprender. Desconectar de todo aquello que nos aflige en alojamientos rurales desde los que explorar pueblos con encanto y paisajes fascinantes. Vamos a viajar por algunos de los pueblos más bonitos de Salamanca a lo largo y ancho de su geografía.
Miranda del Castañar
Miranda del Castañar tiene todos los ingredientes para brillar. Un casco histórico bien conservado que expone la más auténtica arquitectura serrana. Una serie de elegantes casas solariegas que lucen con orgullo los blasones de las familias que las habitaron. Una curiosa plaza de toros rectangular del siglo XVI donde hoy podemos estacionar el vehículo para adentrarnos en Miranda. Un notable patrimonio religioso donde brillan su iglesia gótica y las ermitas del Cristo del Humilladero y de la Virgen de la Cuesta. Y por último, y no menos importante, un imponente castillo (no visitable) del siglo XV y una muralla de la que se conservan algo más de 600 metros en perfecto estado. ¿Se puede pedir más? Sí, que Miranda del Castañar fue una de las seis villas que configuraron lo que hoy es la provincia de Salamanca. Y que además está abrigada por la frondosidad de los castaños, robles y madroños de la Sierra de Francia.
Castillo de Miranda del CastañarUna calle de Miranda del CastañarUn rincón de Miranda del Castañar
Desde Miranda del Castañar parten rutas de senderismo como el Camino de los Prodigios y el Camino de los Rodales, entre otros. Es considerado por muchos el pueblo más bonito de Salamanca, quizás porque conserva esa esencia alejada del turismo de masas que tango gusta.
Batipuertas y regaderas. El castellano se enriquece en Candelario con términos que forjan la personalidad de una localidad que mira continuamente a la montaña, la de su sierra de Candelario. Las batipuertas son unos grandes portones de madera que sirven como antesala de la verdadera puerta de la vivienda. Una barrera para frenar la nieve que, antes del cambio climático, se acumulaba sin compasión en las calles de Candelario. Una nieve que también surtía de agua al pueblo cuando llegaba el deshielo. Un agua que se desliza por las regaderas, los pequeños canales que están presentes en su casco antiguo y que ayudaban a regar los huertos, y también a despedirse de los despojos de los marranos cuando se realizaba la matanza.
Ermita del Humilladero de Candelario con la sierra al fondoUna calle con las típicas regaderas de CandelarioIglesia de Candelario
Caminar por las empinadas calles de Candelario mientras nos mece el sonido del agua es una delicia. Si además lo hacemos en invierno o principios de la primavera será probable que nos acompañe la estampa del pico Calvitero totalmente cubierto de nieve. Una postal de la que disfrutaremos con más intensidad junto a la ermita del Humilladero. Otra de esas imágenes dignas de Instagram es la que nos regala la empinada calle que sube hasta su iglesia, del siglo XVI y con un imponente rosetón gótico que llena de luz su interior. Villa chacinera, será complicado marcharse sin adquirir uno de sus apreciados embutidos. Y tampoco sin perdernos por parajes naturales cercanos como la ‘salvaje’ Garganta del Oso o La Mangá, una de las mejores cascadas de Salamanca.
“La síntesis de la cultura cristiana, islámica y judaica”. Así define el poeta albercano José Luis Puerto el dédalo de calles y callejuelas que integran el casco histórico de su localidad natal. La Alberca goza del reconocimiento unánime del viajero. Es el pueblo más visitado de la provincia de Salamanca y quizás por ello haya perdido algo de atractivo para los oriundos de Salamanca. Eso no quiere decir que pongamos en tela de juicio su belleza. Su principal baza es un cuidadísimo casco antiguo donde se ha respectado estrictamente la arquitectura tradicional albercana. El prototipo son las casas de tres pisos, donde en la planta baja se guardaba el ganado y los aperos del campo, en la primera estaba la vivienda y en la última, el desván o secadero de embutidos. Sus fachadas, con grandes tablones de madera a modo de nervios y sujetados con piedras, barro y argamasa (llamados tramoneras), son toda una oda el espíritu de supervivencia. Al uso de los recursos cercanos para diseñador casas robustas que han aguantado con suficiencia el paso del tiempo y las duras condiciones climáticas de este enclave de la Sierra de Francia.
Plaza Mayor de La Alberca
La Alberca no se puede entender sin sus tradiciones, como “La moza de las ánimas”, el “Marrano de san Antón” o la espectacular Loa de cada 16 de agosto que escenifica la lucha entre el bien y el mal y el triunfo del primero. Su iglesia, del siglo XVIII, que guarda magníficas tallas como la del Santísimo Cristo del Sudor, es una visita obligada a una localidad donde su imagen más recurrente se encuentra en la Plaza Mayor. Es casi un pecado marcharse sin comprar alguno de sus embutidos, pero también turrones y miel. Un consejo: hay que subir las escaleras que llevan hasta la panadería Domingo Sanz, un homenaje al pan y a los dulces más auténticos en la estrecha y a veces olvidada calle Balsada.
En Mogarraz nos sentiremos observados. Por todos y cada uno de sus vecinos. Nadie faltará a la cita. No es un pueblo de cotillas que retiran el visillo para acechar al visitante, ni mucho menos. Son los rostros de los mogarreños que el artista local Florencio Maíllo ha inmortalizado de la forma más original y bella posible. En retratos repletos de expresividad y verdad que se mimetizan con las fachadas de las casas serranas del casco antiguo de la localidad. Un entramado cuidado con mimo que ha convertido a Mogarraz en un epicentro del turismo en la provincia de Salamanca, especialmente en lo que a madrileños se refiere. A eso ayuda y mucho su cercanía con La Alberca, de la que la separan solo 7 kilómetros.
Retratos de Florencio Maíllo en una casa de Mogarraz y el marrano de San AntónUna calle de Mogarraz
Villa repoblada por los franceses tras la Reconquista como sucedió con gran parte de la Sierra de Francia (de ahí su nombre), su arquitectura se asemeja a la de La Alberca con casas perfectamente rehabilitadas y fachadas levantadas en tramonera y piedras. Tierra de buenos vinos donde se ha recuperado con éxito una variedad autóctona llamada rufete gracias a una de las bodegas más prestigiosas de la Denominación de Origen Sierra de Francia. En Mogarraz, como no podía ser de otra forma, hay espacio para el senderismo gracias a la que podíamos afirmar que es la ruta más popular de toda la provincia de Salamanca, el Camino del Agua.
La Miróbriga romana es hoy una de las ciudades fortificadas más sobresalientes de España. Tenaz y luchadora. Así lo demostró durante los asedios de las tropas napoleónicas durante la Guerra de la Independencia. Las heridas de aquella contienda son perfectamente visibles en los muros de su catedral de Santa María. Porque Ciudad Rodrigo es el único municipio salmantino (al margen de su capital) que tiene Diócesis propia y, por lo tanto, catedral.
Plaza de Herrasti de Ciudad Rodrigo con la catedral al fondo
El interior de su recinto amurallado nos propone un viaje en el tiempo por diferentes épocas. El siglo XIV, por ejemplo, gracias a esa mezcla entre castillo y alcázar al que le dio relumbrón Enrique II de Trastámara y que hoy es uno de los Paradores de Turismo más bellos de España. El siglo XVI, en el elegante palacio de Los Águila, el mayor de todos con los que cuenta Ciudad Rodrigo que son muchos. O el siglo XVIII con el hospital de la Pasión, una joya con influencias judías como demuestra la higuera de su patio interior.
Plaza Mayor de Ciudad Rodrigo
Ciudad Rodrigo es para pasearla a cámara lenta. Fundamental recorrer al completo el perímetro de su muralla. Como necesario es probar su plato típico. La grandeza de la sencillez. Los huevos con farinato. Si además lo hacemos en su vetusto bar El Sanatorio, en plena Plaza Mayor, nos acercaremos a las imágenes de una de las fiestas más singulares que se encuentran en la piel de toro. El Carnaval del Toro, valga la redundancia.
Hemos querido comenzar esta lista con los seis municipios de Salamanca incluidos en la red de ‘Los pueblos más bonitos de España’. Entre otras cosas porque coincidimos en esa apreciación, aunque obviamente no son los únicos que se lo merecen. Ledesma fue el último en acceder. La Bletisa de los romanos es una imponente villa eminentemente ganadera que se asoma a la irregular ribera granítica del Tormes. El río, a su paso por Ledesma, forma un amago de arribes que son salvadas por dos de los puentes de la localidad, el Viejo, construido en el Medievo, y el Nuevo, levantado en hormigón en los años de la posguerra. Pero si hablamos de puentes hay que hacerlo del Mocho, de origen romano y ubicado fuera del casco urbano en mitad de la dehesa.
Puerta de San Nicolás de Ledesma
Ledesma ha recuperado con trabajo y dedicación un casco antiguo donde sobresale por encima de todo la imponente iglesia de Santa María la Mayor que guarda una extraordinaria sillería coral gótica. La villa está ligada al nombre de Beltrán de la Cueva, destacado noble y valido de Enrique IV de Castilla que le dio esplendor y pujanza en el siglo XV. Fue el encargado de ampliar el castillo ledesmino, conocido como La Fortaleza.
Puente Mocho de Ledesma
Fuera de los restos de su muralla, donde despunta la bella puerta de San Nicolás, Ledesma nos propone un paseo mirando al río, especialmente por su Puente Viejo camino de la coqueta ermita de Nuestra Señora del Carmen. Y durante la visita habrá que dejar espacio para las tentaciones dulces. En forma redonda concretamente. La que tienen las pequeñas y deliciosas rosquillas de Ledesma, el producto más típico de la villa.
Es una de nuestras debilidades. ¿Por qué? Por su carácter oculto, casi asilado entre un frondoso bosque que castaños y robles a orillas del gélido río Cuerpo de Hombre. Por su imponente castillo de San Vicente, rehabilitado eso sí, pero uno de los pocos de la provincia que se puede visitar. Por lo que queda de su arquitectura tradicional en su casco histórico, donde incluso se conserva una pequeña judería. Y por los dulces de Nieves, por supuesto. La repostera más conocida de la comarca que elabora unas flores para chuparse los dedos. Pero por encima de todo está la sensación de paz, de sosiego, de absoluta calma.
Castillo de San Vicente de Montemayor del Río
Montemayor del Río pertenece a la comarca de Béjar, pero casi se sitúa a caballo entre en las altas cumbres bejaranas y la Sierra de Francia. Se echa de menos la uniformidad en la arquitectura de la que hacen gala otros pueblos serranos, pero al menos se aprecia en espacios como su Plaza Mayor y el cálido y casi místico Mirador de la Villa, presidido por un vigoroso olivo. El problema de Montemayor del Río es el abandono fruto de de la despoblación. La ausencia, por ejemplo, de casas rurales. Pero quizás todo ello hace que su carácter sea más auténtico. En la localidad sobreviven estoicos un buen puñado de artesanos cesteros, que obtienen la materia prima de esos castaños que en otoño visten de sus mejores galas. Muy recomendable caminar en esa época por el sendero micológico que une Montemayor del Río con la cercana localidad de El Cerro.
Vista de Montemayor del RíoJudería de Montemayor del Río
Pero si hay una vista que domina la silueta de Montemayor esa es la de su castillo de San Vicente. De origen árabe, pero reconstruido totalmente en el siglo XV y rehabilitado recientemente. Cuenta con un interesante restaurante y se realizan visitas guiadas por su interior.
Es otro prototipo de manual de pueblo serrano. No tan popular como La Alberca, Mogarraz y Miranda del Castañar, pero con un atractivo indudable y no menor que el de sus vecinos. Se alza en una atalaya junto al curso del río Francia y rodeado de la flora autóctona del parque natural donde mandan castaños, robles, madroños…
Plaza Mayor de San Martín del Castañar
Hay dos lugares del casco urbano de San Martín de Castañar especialmente magnéticos. Su Plaza Mayor, asimétrica y presidida por una fuente de granito. La arquitectura serrana marca la fotografía de este espacio donde llama la atención el conocido como ‘portalón’, el lugar desde donde los mandamases de San Martín disfrutaban resguardados de los actos que se realizaban en la Plaza.
Una calle de San Martín del Castañar
El otro enclave es la plaza de toros y el castillo. La primera, tosca, desigual y por esta razón rotundamente hermosa, data del siglo XVII. Está considerada la segunda más antigua de España después de ‘La Ancianita’ de Béjar. El castillo, del siglo XV tiene la peculiaridad de albergar tras sus muros el cementerio de la localidad. Está totalmente rehabilitado para acoger el centro de interpretación de la Reserva de la Biosfera de las sierras de Béjar y Francia.
Y como somos golosos no podemos dejar de mencionar que San Martín del Castañar cuenta con un auténtico templo de la repostería en la provincia de Salamanca. Junto a la iglesia se ubica la panadería Sierra de Francia, donde brillan con luz propias las magdalenas de chocolate.
Uniforme arquitectura típica con viviendas de tres alturas levantadas en tramoneras y piedras. Abrigada por un frondoso bosque. Calles empedradas. Hasta aquí hablamos de las características comunes de las localidades de la Sierra de Francia salmantina. Pero Villanueva del Conde goza además de unas peculiaridades propias que la hacen más especial si cabe. Por un lado su plaza porticada, un ejemplar único, pero por otro, las llamadas ‘huertitas’.
Plaza Las Eras de Villanueva del Conde
Lo normal es que el lugar donde se cultivan las cebollas, los calabacines, las berzas o los ajos se ubique en el extrarradio de los pueblos. Eso sucede en el 99% de los casos. Sin embargo, Villanueva del Conde es especial. Las huertas están en el mismísimo centro. En el corazón de la villa. Salvo que nos adentremos en ellas, será algo que pase desapercibido. Eso sí, con la ayuda de Google Maps lo podremos apreciar perfectamente. Una especie de gran patio verde abrigado por una amalgama de casas. Como si fuera el secreto mejor guardado de Villanueva del Conde. La otrora despensa de los villacondinos, protegida y resguardada de los malos vientos.
Soportales de Villanueva del Conde
Para acceder a las ‘huertitas’ es suficiente con adentrarnos por cualquiera de las estrechas callejas o pasadizos techados que se abren entre vivienda y vivienda. Villanueva del Conde es además punto de paso de interesantes rutas de senderismo, como la del Camino de los Prodigios.
Al igual que ocurre con Montemayor del Río, Monleón es otra de las joyas ocultas de Salamanca. Quizás por no estar de paso a ningún sitio y ubicarse en esa desconocida comarca de Entresierras donde el visitante no suele parar. Eso provoca que nos atraiga más. Protegida por un recinto amurallado seriamente dañado y que requiere de intervenciones urgentes, Monleón cuenta con una de las torres del homenaje más esbeltas que se pueden encontrar en toda España. Es el único resto de su castillo, hoy en manos privadas. Una fortaleza que puso en jaque al mismísimo Fernando el Católico, que lo sitió en el siglo XV cansado de las irreverencias del regidor Rodrigo de Maldonado.
Castillo de MonleónPuerta de la Villa de Monleón
Además del castillo, en Monleón sobresale la imagen que ofrece su verraco prerromano, junto a la Puerta de la Villa y las casas que junto a ella conservan un aire más puro. El resto del pueblo es una amalgama de viviendas, muchas de ellas modernas, que le impiden tener el atractivo de otras localidades serranas. A pesar de todo, es sin lugar a dudas uno de los pueblos más bonitos de Salamanca y en su entorno, dominado por el monte y los terrenos de pastos para el ganado, se encuentra el precioso paraje de las Ollas de la Sapa del río Alagón.
Junto a La Alberca, Mogarraz, Miranda del Castañar, San Martín del Castañar y Villanueva del Conde, Sequeros es uno de los seis Conjuntos Históricos declarados en la Sierra de Francia salmantina. Puede que sea el más discreto y menos popular para el visitante. Pero sin embargo, su importancia y belleza es crucial. En primer lugar porque ejerció como capital administrativa de la Sierra de Francia. Eso enriqueció su arquitectura como se puede apreciar el su plaza del Altozano, corazón de la villa. Pórticos y grandes viviendas de tres plantas con inmensas balconadas floreadas indican que en ellas residían los burgueses que se trasladaron hasta Sequeros y gustaban de contemplar desde sus casas los espectáculos festivos y taurinos que allí se celebraban.
Plaza del Altozano de Sequeros
El coqueto teatro León Felipe, toda una sorpresa para un pueblo tan pequeño, y la elegante y tradicional plaza de Eloy Bullón, son otros de los rincones encantadores que nos regala Sequeros. En las afueras del pueblo se ubica la ermita del Humilladero, punto de paso de una de las rutas de senderismo más famosas de Salamanca, la del Bosques de los Espejos. Y más apartada todavía, uno de los epicentros del peregrinaje en la Sierra de Francia, la iglesia del Robledo. Un interesante ejemplar de arquitectura religiosa donde se guardan los restos de Simón Vela, el francés que encontró la imagen de la Virgen de la Peña de Francia, y la reverenciada Cruz de Sequeros, patrona de la localidad.
A orillas del río Tormes se levanta esta villa que tiene el honor y el bendito privilegio de acoger el sepulcro de Teresa de Jesús. Porque allí murió la santa más mística. Aquella abulense universal que tras muchos avatares recaló en Alba para fallecer en 1582 en el convento de los Carmelitas sobre los brazos de su enfermera y amiga Ana de San Bartolomé. Aunque el cuerpo se trasladó a Ávila, la casa de Alba logró recuperarlo para la localidad salmantina. Eso sí, con el corazón y uno de sus brazos fuera del sepulcro exhibidos como reliquias.
Alba de Tormes desde El Espolón
Ni que decir tiene que la visita a los restos de la Santa es el principal motivo de visita a Alba de Tormes. Pero hay más motivo para considerarlo uno de los pueblos más bonitos de Salamanca. Especialmente por un valioso patrimonio religioso donde sobresale la iglesia de San Pedro y su portada gótica. En esa lista debería aparecer lo que pudo ser y no fue. La gran basílica a la altura de Santa Teresa de Jesús. La que iba a acoger sus restos y convertirse con lugar de peregrinaje teresiano. Pero aquella obra casi faraónica de estilo neogótico iniciada a finales del siglo XIX se quedó a medias. Los diferentes avatares de la historia dejaron sin fondos el proyecto y ver la maqueta de su diseño original genera una tremenda tristeza. Hoy es un templo inacabado, cerrado de malas maneras con ladrillo y planchas de cobre. Esperando a que, quizás algún día, vengan tiempos mejores.
Vista de Alba de Tormes desde la isla de Garcilaso
Alba es lo que es por el apoyo decidido de la insigne casa que tomó su nombre. Todo gracias a que el rey Juan II entregó su señorío al que fue a la postre el primer titular de la casa, Gutierre Álvarez de Toledo. Después llegó la sucesión de duques de Alba que siempre estuvieron estrechamente ligados a la villa y la colocaron como un epicentro cultural y religioso. Pero Alba es más, y sabe aprovechar la presencia del río Tormes. Inolvidables las vistas desde el plácido parque de El Espolón, lugar que ocupó el antiguo alcázar medieval y que permite contemplar el curso del río por los ojos de su puente medieval.
En la Sierra de Francia va acompasada la belleza de sus paisajes con la de sus pueblos. Desgraciadamente en las Arribes del Duero no sucede lo mismo, salvo por una bendita excepción. San Felices de los Gallegos fue portuguesa durante un breve tiempo y poblada posteriormente por colonos de la antigua Gallaecia, de ahí su nombre. Hoy es una localidad apacible desde la que se puede llegar hasta el excepcional paisaje de las Arribes del Águeda, salvado gracias al esbelto Puente de los Franceses. Aquel que levantaron los enviados de Napoleón durante los tres años de ocupación gala. Portugal, Galicia, Francia, España… San Felices está forjado gracias a las aportaciones de diferentes pueblos a lo largo de la historia.
Castillo de San Felices de los Gallegos
A Portugal le tienen que agradecer su castillo del siglo XIII. Los españoles lo blindaron con una muralla redonda en el siglo XV y con otra en forma de estrella en el siglo XVIII. La pena es que apenas se conserva un pequeño tramo. Y de los franceses es el puente. En este crisol de nacionalidades, podían haber jugado un papel relevante los norteamericanos, aunque por suerte no fue así. En 1954 ofrecieron 14 millones de pesetas por un castillo que pretendían llevarse piedra a piedra. Afortunadamente su propietario por entonces, Ángel de Dios (que años antes lo compró salvándolo de una demolición segura) ejerció como protector por segunda vez y hoy es uno de los pocos castillos visitables de la geografía salmantina.
San Felices cuenta además con su propio museo del aceite, ya que estamos en tierra de olivos.
Cepeda no suele aparecer en las listas de los pueblos más bonitos de Salamanca, pero creemos que hay razones para incluirlo. Lo hemos visitado en numerosas ocasiones ya que desde allí parten algunas interesantes rutas de senderismo que se adentran en la Sierra de Francia. Pero además posee un cuidado casco antiguo donde vuelve a aparecer ese estilo arquitectónico que se repite en otras localidades serranas. En el caso de Cepeda no es tan uniforme, ya que se han construido nuevas viviendas que no han seguido esas pautas, pero aun así es más que recomendable perderse por sus callejuelas.
Plaza Mayor de CepedaUna calle de Cepeda
Todos los caminos no acaban en Roma, sino en su Plaza Mayor, de forma triangular y con vigoroso olmo presidiéndola. En Cepeda también destaca su iglesia de San Bartolomé, del siglo XVII y de estilo barroco.
Junto a Sotoserrano, es la última localidad de la Sierra de Francia antes de que poco a poco vayamos saludando a Las Hurdes cacereñas. Herguijuela de la Sierra es uno de los pueblos más bonitos de Salamanca, pero además está rodeado de la vertiente más pura y salvaje de la Sierra de Francia. Deslizarse por la carretera que llega hasta la pedanía de Rebollosa (que posee una de las mejores piscinas naturales de Salamanca) o realizar rutas de senderismo como la de Fuente Mundo o el Valle de Belén, dan una idea de la riqueza natural de un lugar sublime. Una tierra con un microclima muy particular en el que brotan con fuerza unos olivos de los que se extrae uno de los mejores aceites de oliva que en estos momentos se elaboran en España, Soleae.
Plaza Mayor de Herguijuela de la SierraUna calle de Herguijuela de la Sierra
Pero como hablamos de pueblos bonitos, nos tenemos que fijar en un casco antiguo que, al igual que Cepeda, conserva un puñado de viviendas con la arquitectura serrana. El espacio más bello es su Plaza Mayor, también presidida por un olmo, en esta ocasión cinco veces centenario. Una auténtica ‘catedral viva’ que es el símbolo de la localidad y que, al igual que su compañero de Cepeda, está desgraciadamente afectado por grafiosis, la conocida como enfermedad holandesa del olmo.
En ningún otro rincón de Salamanca el Tormes es tan furioso e indómito como en Puente del Congosto. Con el impulso que le da el deshielo de las cumbres de Gredos, esta localidad presume de ser la primera de la provincia salmantina que da la bienvenida al afluente del Duero. Kilómetros más abajo, la presa de Santa Teresa lo atempera y amansa. Pero en Puente del Congosto circula con la suficiente virulencia como para horadar la roca granítica dejando formas imposibles. Al mismo tiempo, esa fuerza se transforma en afable placidez en una de las playas fluviales más interesantes de Salamanca. La única zona de baño autorizada en la provincia durante años.
Castillo de los Dávila y puente medieval de Puente del Congosto
Ese vínculo del Tormes con Puente del Congosto ha dejado maravillas arquitectónicas. Sobre el río se levanta un interminable puente medieval que se construyó para el paso del ganado. Siglos después el tiempo parece haberse detenido porque los excrementos de las ovejas y sus huellas embarran sus ocho veces centenarias piedras.
Junto al puente se eleva poderoso el castillo de los Dávila, del siglo XIV y con añadidos del XVI y símbolo de Puente del Congosto. Una fortaleza que se conserva en buen estado y por la que pasaron personajes ilustres como la mismísima Isabel La Católica. Se dice que tras sus muros recibió en 1497 la triste noticia de la muerte en Salamanca de su hijo Juan de Aragón, príncipe de Asturias en aquel entonces.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Puente del Congosto
La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, un bello templo gótico, y un casco urbano cuidado y agradable, completan los atractivos del último municipio salmantino que recibió el honor de ser declarado Conjunto Histórico.
Símbolo del Reino de León y frontera natural con Castilla. Salvatierra de Tormes fue una villa próspera debido a su situación estratégica a orillas del río Tormes. Llegó a pertenecer a Don Pedro, hijo del rey sabio Alfonso X. Pero cuando pasaron los años de guerras, castillos, nobles y caballeros, Salvatierra se fue muriendo. Hasta tal extremo que a punto estuvo de ser sepultada bajo las aguas del Tormes. La construcción del pantano de Santa Teresa obligó a vaciarla, pero afortunadamente el agua no acabó con su historia. Salvatierra renació de sus cenizas y gracias a la pizarra tan abundante por esos lares, fue recuperando parte de sus viviendas y su vida. Un trabajo que todavía continúa.
Castillo de la Mora Encantada de Salvatierra de Tormes
De aquella historia gloriosa de Salvatierra de Tormes quedan los restos de su castillo de la Mora Encantada, del siglo XIII. Aquel donde una mujer de largos cabellos se asoma a su torreón cada noche de San Juan para peinarse. Apenas unas pocas ruinas quedan en pie de esta fortaleza que nos regala una imagen idílica con el agua del pantano al fondo.
Puerta de la Tormes de la muralla de Salvatierra de Tormes
También son ruinas las que sobreviven de una muralla que sigue saludando al río gracias a su elegante puerta del Tormes. Pasear por sus calles es encontrarse los vestigios de una sinagoga, elegantes casas blasonadas, la vivienda natal del ministro republicano Filiberto Villalobos y hasta el maravilloso altar churrigueresco de su iglesia. Salvatierra de Tormes resistió y venció y ahora puede presumir de ser uno de los pueblos más bonitos de Salamanca.
Como Buda y Pest. Dos localidades separadas por un río que se unieron para formar uno de los pueblos más bonitos de España. El Burgo de Osma es un motivo de peso para desplazarse a Soria. En un casco histórico cuidado con mimo sobresale su esbelta Catedral. Pero también lo hacen los restos de un castillo que vivió mil y una vicisitudes. En este post te contamos qué ver en El Burgo de Osma sin olvidarnos del estómago. Porque esta ciudad soriana también es mundialmente famosa por sus Jornadas de la Matanza, donde los productos ‘kilómetro cero’ del cerdo son los protagonistas. Bienvenidos.
Puente medieval y castillo de Osma al fondo
Cómo llegar a El Burgo de Osma
Si Soria es el epicentro de la llamada ‘España vaciada’ es en parte por el olvido al que ha sido sometida en materia de comunicaciones e infraestructuras. Por eso llegar a El Burgo de Osma no es una tarea fácil, pero no imposible. Desde Valladolid hay que tomar la carretera N-122, la misma que transita junto a las bodegas y viñedos de la Ribera del Duero. La misma que los pueblos vallisoletanos, burgaleses y sorianos que la atraviesan llevan reclamando que se convierta de una santa vez en autovía. Existe algún pequeño tramo en marcha y varios puntos en obras que complican aún más la circulación.
La Catedral de El Burgo de Osma, a vista de dron
Desde Madrid, tenemos un tramo de autovía (A-1) hasta Cerezo de Abajo, pero después 72 kilómetros de nacional (N-110 y N-122) hasta El Burgo de Osma. En total, poco más de dos horas de viaje. Esta localidad soriana no tiene estación de ferrocarril, por lo que si queremos usar este transporte lo tendríamos que hacer llegando a las estaciones de Soria o de Aranda de Duero.
Dónde alojarse en El Burgo de Osma
No es algo muy habitual, pero existen localidades en todo el mundo que están íntimamente ligadas a un hotel. Pasó en nuestra Salamanca durante muchos años con el inolvidable Gran Hotel. Y en El Burgo de Osma sucede con el Virrey Palafox. Un clásico que se adapta a los nuevos tiempos y que se ha convertido en un gran dinamizador del turismo y la economía local. Y todo gracias a sus Jornadas de la Matanza. Un acontecimiento único en España donde cada fin de semana de enero a abril, El Burgo de Osma se convierte en una auténtica fiesta para saborear los manjares que ofrece un animal del que se aprovechan hasta los andares.
Escalera del hotel II Virrey
Durante nuestra estancia en esta localidad soriana nos alojamos en el hotel II Virrey. Tiene cuatro estrellas y llama la atención su emplazamiento. La puerta principal se sitúa junto a la carretera N-122 por lo que el acceso es muy cómodo y la facilidad de aparcamiento, absoluta. Sin embargo, la puerta trasera comunica directamente con la principal vía del pueblo, la calle Mayor. Una ubicación magnífica que permite conocer de una forma más cómoda todo lo que ver en El Burgo de Osma.
Vista de la Plaza Mayor desde nuestro balcón del hotel II Virrey
El clasicismo marca una decoración donde sobresale la imponente escalera que engrandece el hall. Posee 52 habitaciones, algunas de ellas se encuentran reformadas para adaptarse a los nuevos tiempos. La nuestra, por ejemplo, tenía un baño completamente nuevo y un balcón con vistas a la Plaza Mayor. Uno de sus puntos fuertes es el desayuno, compuesto por productos locales y de calidad. Desde bollería de una panadería de la zona hasta manzanas cultivadas en Soria. El desayuno se sirve en el salón Don Manuel, y justo enfrente está el Doña Remedios, donde tiene lugar cada domingo de las Jornadas de la Matanza el original Vermú Matancero.
Degustando un torrezno de Soria en las Jornadas de la Matanza
Siete lugares imprescindibles que ver en El Burgo de Osma
Un fin de semana es idóneo para conocer todo lo que ver en El Burgo de Osma. Pero también es posible acudir más días para escaparse hasta el parque natural del Cañón del Río Lobos y desplazarse hasta la siempre atractiva y desconocida capital soriana. Nosotros de momento vamos a hacer un recorrido por aquellos lugares imprescindibles en los que detenernos en El Burgo de Osma-Ciudad de Osma, que así es como oficialmente se llama esta villa.
Catedral de la Asunción de Nuestra Señora
El Burgo de Osma no se puede entender sin su catedral, pero tampoco sin la figura de San Pedro de Osma. Después de la ocupación musulmana, este monje francés fue el encargado, a finales del siglo XI, de repoblar este rincón del entonces condado de Castilla. Cuando pensaba que iba a ser un camino de rosas, se topó con la hostilidad del conde que dominaba el castillo que hoy podemos contemplar en un cerro a las afueras de la localidad. Esa lucha de poder obligó a San Pedro de Osma a levantar la catedral lejos de la fortaleza. Fue un templo románico, pero sobre el que se construyó otro gótico dos siglos más tarde. Del primitivo quedan algunos vestigios como la Sala Capitular, donde se puede contemplar la magnífica tumba de aquel monje francés, convertido en santo y que puso la primera piedra de lo que hoy es El Burgo de Osma.
Catedral de El Burgo de OsmaRetablo de la catedral de El Burgo de Osma
La visita a la catedral de la Asunción de Nuestra Señora permite apreciar esa mezcla de estilos fruto de constantes añadidos y ampliaciones. Una de las más ambiciosas fue la patrocinada por Carlos III por el simple hecho de que su confesor era natural de esta localidad. El retablo, hecho al alimón por los geniales Juan de Juni y Juan Picardo. La cúpula de Sabatini (uno de los arquitectos del Palacio Real de Madrid) en la capilla dedicada a Juan de Palafox, virrey de México. El Cristo de 1100 del que dicen que brotó sangre de su cabeza. Los muros románicos emparedados. Y su torre de 72 metros obra de José de Lacalle. Todo un desafío arquitectónico por su altura y el suelo demasiado húmedo sobre el que se asentó. La catedral de El Burgo de Osma es una genialidad que es recomendable recorrer con una visita guiada para apreciar con más detalle cada una de sus joyas.
Torre de la catedral de El Burgo de OsmaTumba de San Pedro de Osma
Plaza Mayor
Nada más abrir la ventana de nuestra habitación del hotel II Virrey nos encontramos con una grata sorpresa. La Plaza Mayor de El Burgo de Osma. Un ágora castellana de cabo a rabo donde los soportales abrigan un espacio repleto de vida. Centro neurálgico de la localidad presidido por el Ayuntamiento a un lado y el Hospital de San Agustín, al otro. Este último edificio es un imponente monumento que acoge la oficina de turismo y que cuenta con dos grandes torres, ejemplo del barroco castellano. Este es el estilo uniforme que marca un lugar donde, con buen tiempo, las terrazas de los bares le dan un ambiente singular. Una plaza donde tampoco puede faltar uno de los vecinos ilustres de El Burgo de Osma, el cerdo que es protagonista de sus Jornadas de la Matanza.
Plaza MayorHospital de San Agustín
Calle Mayor
Es la arteria principal de El Burgo de Osma y el nexo de unión entre la Plaza Mayor y la Catedral. Porticada en gran parte de su trazado, acoge numerosas tiendas de recuerdos y de alimentación, así como los principales bares para tapear. Si queremos saborear ese auténtico manjar soriano como son los torreznos, nada mejor que hacerlo en la calle Mayor. Puede ser en cualquiera de sus bares acompañado de una copa de vino de Ribera del Duero o comprado en sus tiendas para degustarlo posteriormente en nuestras casas. Las auténticas barritas energéticas castellanas.
Calle Mayor
Castillo de Osma
Nada mejor que subir al Castillo de Osma para bajar la tapa de torreznos de Soria o incluso el gran festín de las Jornadas de la Matanza. Un empinado sendero que parte junto al río Ucero nos lleva hasta los restos de esta fortaleza que se encuentra en rehabilitación. Su origen data del siglo X y es una perfecta atalaya para divisar El Burgo de Osma y su entorno donde sobresale el desfiladero que ha ido formando el río Albión y su desembocadura en el Ucero.
Puente medieval y castillo de OsmaCastillo de Osma
Una de las leyendas asociadas a este castillo nos cuenta que en 1469 sirvió como refugio del entonces príncipe Fernando de Aragón que huía de la persecución del marqués de Villena y del conde de Medinaceli. Lo hacía vestido de mercader para pasar desapercibido y su objetivo era casarse en secreto con Isabel de Castilla. Uno de los guardines de la puerta creyó que era un intruso y le disparó con una ballesta que a punto estuvo de costarle la vida y cambiar el rumbo de la historia de España.
Vistas desde el castillo de Osma
Universidad de Santa Catalina
La importancia de El Burgo de Osma fue tal que llego a tener universidad propia en el siglo XVI. Gracias al patrocinio del obispo Acosta, portugués de la bella localidad de Alpedrinha y prelado de Osma durante casi 25 años, la ciudad contó con este centro de formación que estuvo activo hasta 1841. Se trata de un edificio renacentista con pinceladas góticas como las gárgolas que se pueden apreciar en el patio, hoy cubierto por un gran techo de cristal. También veremos el omnipresente escudo del obispo Acosta, compuesto por cinco costillas y una rueda que recuerda el martirio de Santa Catalina.
Patio de la Universidad de Santa Catalina
La universidad de Santa Catalina fue oficina de Correos, cuartel, instituto y ahora acoge un hotel y balneario que ha permitido su total rehabilitación. Aunque no estemos alojados en él, podemos caminar por su patio y asomarnos a la zona termal gracias a una cúpula acristalada.
Museo del Cerdo
Uno de los símbolos de El Burgo de Osma es el cerdo y lo es gracias a las Jornadas de la Matanza del Virrey Palafox. Una iniciativa turística y gastronómica que se lleva celebrando desde 1974. Esa devoción por el cerdo y sus productos se ha reflejado en uno de los museos más singulares que podemos visitar, no sólo en Soria, sino en toda Europa. El Museo del Cerdo agrupa más de 12.000 piezas que tienen al gorrino como hilo conductor. En sus diferentes salas encontraremos objetos insospechados como corbatas, calzoncillos, artilugios de matanza, huchas, cuadros, carteles, peluches…
Dos cochinos tallados en madera en el Museo del Cerdo
Posee además con una interesante sección internacional donde se muestra la importancia del cerdo en países como China, Estados Unidos o México, entre otros muchos. La entrada es gratuita y un momento ideal para visitarlo es antes del ritual de la matanza que se realiza delante de su fachada.
Ruinas de Uxama
El origen de El Burgo de Osma se localiza al suroeste de la actual ciudad, en la antigua Uxama. Esta población primero celtíbera y después romana tuvo una gran importancia y además se sitúa en una atalaya desde la que se podía controlar todo el entorno. Las ruinas de Uxama son visitables y cuentan con un aula arqueológica para entender su origen y significado. Entre los tesoros que se han localizado está la llamada Casa de los Pintos, una vivienda romana con más de 20 habitaciones. Un auténtico palacete de la época.
Autobús eléctrico de Turisocio
Recorrido exprés de la forma más sostenible
Si disponemos de poco tiempo para hacer un recorrido por todo lo que ver en El Burgo de Osma o queremos hacernos una idea general de sus atractivos antes de descubrirlos con calma, la ciudad pone a nuestra disposición un servicio muy original y sostenible. Se trata del pequeño autobús eléctrico de Turisocio, que hace un recorrido de cuatro kilómetros por los principales monumentos de la ciudad acompañado de una explicación. Este mismo autobús también hace una ruta nocturna que se complementa con un recorrido guiado a pie repleto de historias y leyendas.
Que sea una las localidades más populares de la costa cántabra y su villa marinera por excelencia, no quiere decir que San Vicente de la Barquera haya perdido ni un ápice de su atractivo. Poderoso puerto de la Corona de Castilla, incluso más relevante que los de Santander y San Sebastián, conserva un interesante trazado medieval que se complementa con su vertiente más moderna ubicada junto al puerto. Provista de preciosas playas y calas que mezclan el azul del mar y el verde de la montaña, tiene la fortuna de lindar con una de las últimas reservas casi vírgenes de la costa cantábrica, el parque natural de Oyambre. Como no podía ser menos en el norte de España, la gastronomía es uno de sus puntos fuertes y aunque en verano congregar a numerosos visitantes, en meses como el de junio, cuando nosotros acudimos, se goza de un ambiente perfecto. Hacemos un repaso por todo lo que ver en San Vicente de la Barquera en un fin de semana inolvidable repleto de patrimonio, playas, naturaleza y buen yantar.
Costa de San Vicente de la Barquera cerca del faro de Punta Silla
Cómo llegar a San Vicente de la Barquera
En coche. San Vicente de la Barquera se encuentra junto a la autovía A-8 que recorre toda la costa cantábrica. Está a solo 42 minutos en coche de Santander, a poco menos de una hora y quince minutos de Gijón y a cuatro horas y media desde Madrid. Para nosotros fue una escapada perfecta de fin de semana ya que está a solo tres horas y media de Salamanca.
En tren. San Vicente de la Barquera cuenta con un apeadero ubicado a algo más de dos kilómetros del puerto de la localidad. La estación forma parte de la línea de vía estrecha que une Oviedo con Santander, por lo que es posible visitar San Vicente de la Barquera desde la capital cántabra, por ejemplo, mediante este medio de transporte.
Hoteles en San Vicente de la Barquera
Para nuestro fin de semana en San Vicente de la Barquera elegimos uno de esos alojamientos que cumplen con creces las tres ‘b’: bueno, bonito y barato. La única pega, por así decirlo, es que se encuentra un tanto alejado del centro de la localidad (a poco más de un cuarto de hora caminando), pero eso no fue ningún impedimento. Alojamientos El Páramo es un coqueto complejo de turismo rural ubicado al pie de la carretera N-634 fuera el casco urbano de San Vicente de la Barquera. Su propietaria te hace sentir como en tu casa si encuentra en el cliente algo que debería ser básico: educación y saber estar. El complejo está compuesto de varios apartamentos y habitaciones rodeadas de un inmenso jardín con vistas a la ría y a los Picos de Europa. Nosotros nos alojamos en una de las habitaciones que tenía un tamaño correcto y una perfecta limpieza. Se incluía el desayuno, servido en mesa con productos caseros y de calidad. Todo ello a un precio muy ajustado teniendo en cuenta que estábamos en junio y el turismo por esas fechas ya empieza a llegar a San Vicente de la Barquera.
Jardín de los alojamientos El Páramo
Otra opción que barajamos y que es uno de los hoteles clásicos de la localidad es el hotel Faro de San Vicente, ubicado junto al casco histórico de San Vicente de la Barquera y con buenas valoraciones a pesar de contar con tres estrellas.
10 lugares que ver en San Vicente de la Barquera entre el mar y la montaña
Como si fuera un castillo medieval situado en lo alto de una colina y rodeado de un profundo e inmenso foso de agua. Así es San Vicente de la Barquera. Un emplazamiento cuanto menos curioso donde reside gran parte de su encanto. El casco urbano se levanta sobre un risco rodeado del mar y de la ría. Esta última mezcla las aguas dulces de los ríos Escudo y Gandarilla con las saladas del Cantábrico. Un espectáculo que genera bellas marismas y tapa y destapa según el capricho de las mareas el interminable puente de La Maza, uno de los símbolos de San Vicente. Ese enganche natural se completa con el parque natural de Oyambre y con una vista perenne de las cumbres nevadas de los Picos de Europa al fondo. Pero San Vicente de la Barquera es mar, montaña y patrimonio. Su pujanza medieval se demuestra en un pequeño casco histórico donde destaca el castillo del Rey.
Casco antiguo
El recorrido por el viejo San Vicente se centra en la empinada y empedrada calle Alta que nace junto al puente de la Barquera y concluye en la imponente iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles y su mirador.
Una de las calles del casco antiguo
Castillo del Rey
Su silueta está omnipresente en cualquier imagen de San Vicente de la Barquera. El castillo del Rey daba la bienvenida al recinto amurallado con su elegante y pentagonal torre del homenaje. Aunque se asentó sobre una fortificación anterior, sus muros de mampostería actuales se levantaron en el siglo XIII. En 1990 fue sometido a una profunda rehabilitación para convertirlo en sala de exposiciones. La entrada tiene un precio de 1,40 euros y durante los meses de verano (julio y agosto) se puede visitar a diario de 10:30 a 14:00 horas y de 16:30 a 20:00 horas.
Castillo del Rey
Torre del Preboste
En la apasionante ascensión por la principal calle del casco histórico de San Vicente de la Barquera nos encontramos con una de las estampas más bellas. La que forman, frente a frente, la Torre del Preboste y el edificio del Ayuntamiento. La primera es un recio torreón que se encuentra adosado a una de las puertas de la muralla, la de la Barrera o Santander. El preboste era un oficio medieval que consistía en la recaudación de impuestos y qué mejor que hacerlo mientras se controlaba el acceso al recinto amurallado. También tuvo la función de cárcel de la localidad y actualmente se utiliza como sala de exposiciones.
Torre del Preboste
Palacio de los Corro (Ayuntamiento)
Uno de los personajes más populares que formaron parte de la despiadada Santa Inquisición fue Antonio del Corro. Durante el siglo XVI no solo se dedicó a perseguir a los herejes, también se convirtió en el hombre más poderoso de San Vicente de la Barquera. El palacete donde vivió su familia es sin duda el edificio más destacado del casco histórico de la localidad. Tanto que se ha convertido en el Ayuntamiento. Cuenta con una puerta adintelada con frontón triangular y tres balcones con esa misma estructura. Entre ellos sobresalen los blasones de la familia Corro.
Palacio de los Corro
Hospital de la Concepción
Llegamos a los últimos metros de ascensión por la calle Alta. Dos monumentos más merecerán nuestra atención. El primero, las ruinas del Hospital de la Concepción. Tan solo queda la fachada descubierta de este albergue de peregrinos del Camino de Santiago que se construyó entre los siglos XIV y XVI. Fue solo uno de los que tuvo San Vicente de la Barquera, ya que el trasiego de caminantes que buscaban el jubileo a través de la primitiva ruta de la costa fue masivo en aquellas centurias.
Hospital de la Concepción
Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles
El punto final del recorrido por todo lo que ver en San Vicente de la Barquera en su casco histórico lo marca la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles. Es uno de esos templos que por un momento te hacen dudar de si estás ante una iglesia o una fortaleza. Por algo se convirtió en un elemento más de defensa de la ciudad. Estamos ante una construcción gótica encargada por el rey Alfonso VIII coincidiendo con la concesión del fuero a San Vicente. Su silueta se eleva casi de forma celestial en cualquier vista de la ciudad. En su interior reposan los restos del inquisidor Corro en un espectacular mausoleo renacentista. Y en su exterior, nos podemos deleitar con las vistas que nos regala un balcón que se asoma a la ría, las verdes praderas y las cumbres teñidas de blanco de los Picos de Europa.
Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles
La visita a la iglesia se puede hacer guiada al precio de 1,50 euros entre el 1 de julio y el 15 de septiembre de 10:00 a 13:30 horas y de 16:00 a 19:30 horas.
Mirador de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles
San Vicente a pie de costa
A pie de ría, de puerto y de playa, el moderno San Vicente de la Barquera es un hervidero en verano. Especialmente las avenidas de los Soportales y Miramar donde se concentran gran parte de sus bares y restaurantes. Pero también en el entorno del puerto. Estas son las visitas imprescindibles que hacer.
Puente de la Maza
Hay que quitarse el sombrero ante de los que diseñaron y construyeron el puente de La Maza. Data del siglo XV y, 600 años después, sus piedras y 32 arcos siguen casi intactos. Hasta aquí todo muy meritorio, pero nada extraordinario. Sin embargo, si tenemos en cuenta que cada día sufre los envites de las mareas y durante décadas soportó el intenso tráfico de la carretera N-634 hasta la construcción de la Autovía del Cantábrico, entonces el mérito se convierte en milagro. Hoy el puente de La Maza nos propone un agradable y largo paseo para ir desde el casco urbano de San Vicente de la Barquera a sus playas. Dicen que quien lo cruza sin respirar, se casará en breve. Lo dudamos, ya que antes de pasar por el altar estará haciendo adobes con el cogote como dicen por nuestra tierra.
Puente de La Maza
Playas de San Vicente de la Barquera
San Vicente de la Barquera es un extraordinario destino de playa gracias a sus extensos y agradables arenales. Al otro lado del puente de La Maza comienza una sucesión de playas, desde la ría al Cantábrico, que se prolongan hasta el parque natural de Oyambre. La primera que aparece junto al puente es la de La Maza, habilitada para acudir con mascotas. La del Puntal, ubicada junto al camping El Rosal y donde se celebra la tradicional hoguera de San Juan, aprovecha los últimos metros de la ría antes de la estrecha manga donde el río Escudo vierte sus aguas ya saladas en el mar.
Playa de El Puntal
Ya en el Cantábrico se extiende la gran playa de San Vicente de la Barquera, la de Merón. Posee un amplio aparcamiento y espacio más que suficiente para tumbarse al sol sobre la fina arena sin ningún tipo de masificación. El agua, fría pero cristalina. En total, tres kilómetros de arenal por los que pasear sintiendo la brisa del Cantábrico.
Playa de Merón
San Vicente de la Barquera tiene también su particular cala paradisiaca en contraste con la inmensa playa de Merón. Se localiza al oeste de la localidad en el barrio de Santillán, precisamente donde estaba ubicado nuestro alojamiento. Es la playa de Fuentes, un rincón de postal donde una pequeña ensenada forma una cala de aguas totalmente cristalinas y arena fina y casi color marfil. Está rodeada de un paisaje vertical de verdes acantilados y, por si fuera poco, si nos damos la vuelta, contemplaremos de forma nítida las cumbres que casi tocan el cielo en los Picos de Europa. La playa de Fuentes tiene acceso tanto peatonal como en vehículo y posee un pequeño aparcamiento. Eso sí, carece de cualquier tipo de servicios aunque en este caso no se echan de menos.
Vista de la playa de Fuentes
Parque natural de Oyambre
La playa de Merón está abrigada por uno de los espacios más salvajes y vírgenes de la costa cantábrica. Hablamos del parque natural de Oyambre. Posee 5.000 hectáreas entre los estuarios de la ría de San Vicente de la Barquera y la de la Rabia. Precisamente junto a esta última se encuentra la espectacular e interminable playa de Oyambre. En este parque natural se dan la mano los paisajes de mar y montaña que tanto nos gustan entre rías, marismas, acantilados, praderas, bosques, dunas y hasta un campo de golf. Un espectáculo natural de primer orden y uno de los imprescindibles que ver en San Vicente de la Barquera.
Vista del parque natural de Oyambre al fondo desde la playa de Merón
Oyambre cuenta con un centro de interpretación que está fuera del propio parque. Se levanta junto a la desembocadura de la ría de San Vicente en el faro de Punta Silla. El centro muestra una completa información de la riqueza natural de Oyambre y de su variada avifauna.
Convento de San Luis
Volviendo al casco urbano, hay que mencionar las ruinas del convento de San Luis, que se pueden visitar caminando desde el puente de La Maza. Queda ya muy poco de esta construcción gótica de finales del siglo XV que perteneció a los franciscanos. Eso sí, los restos de los muros rodeados de vegetación configuran una imagen de gran atractivo que parece trasladarnos a las ruinas de algunos castillos irlandeses y escoceses. Es visitable solicitándolo previamente en la oficina de turismo durante los meses de abril a julio y de septiembre a octubre.
Santuario de la Barquera
No se puede elaborar una lista de los sitios que ver en San Vicente de la Barquera y no mencionar el lugar que provoca una mayor devoción entre los barquereños. El Santuario de la Barquera guarda con mimo la imagen de la patrona de la localidad. En honor a la Virgen de la Barquera se celebra cada martes de pascua la festividad de La Folía, donde los barcos pasan junto al santuario haciendo sonar sus sirenas.
Santuario de La Barquera
Dicen que la imagen de la Virgen apareció precisamente un martes de pascua de la Edad Media a bordo de un barco que carecía de tripulación y velas. Desde aquel día se empezó a venerar y se construyó el santuario que es visitado cada año por miles de peregrinos.
Senderismo en San Vicente de la Barquera
Para los que amamos el senderismo es casi un pecado viajar a Cantabria y no hacer alguna ruta. Durante nuestro fin de semana en San Vicente hicimos dos. La primera nos llevó por los acantilados de San Vicente de la Barquera y la explicamos con todo lujo de detalles en este post. Tiene diez kilómetros, es circular y permite contemplar la mencionada playa de Fuentes, el faro de Punta Silla y el santuario de La Barquera, entre otros atractivos. Esta ruta se puede iniciar en el casco urbano de San Vicente, o directamente desde los alojamientos El Páramo como fue nuestro caso.
Vistas desde el faro de Punta SillaSenda Fluvial del Nansa
El domingo cambiamos el agua salada por la dulce y los acantilados por las montañas. Fue a solo diez kilómetros de San Vicente de la Barquera, en la localidad de Muñorrodero. Allí comienza la espectacular Senda Fluvial del Nansa. Es un recorrido lineal que, en su versión corta, tiene 7 kilómetros y discurre pegado al curso del río Nansa entre senderos , escaleras y pasarelas.
La ruta une el área recreativa de Muñorrodero con la central hidroeléctrica de Trascudia. Durante el camino disfrutaremos de un frondoso bosque de ribera plagado de sauces, fresnos, alisos, espinos y laureles. Siempre con el sonido del agua del río Nansa como banda sonora. A nosotros solo nos dio tiempo a hacer la mitad (8 kilómetros ida y vuelta), pero fue suficiente para apreciar el magnetismo de una de las rutas más espectaculares de Cantabria.
¿Dónde comer en San Vicente de la Barquera?
La gastronomía tiene que ocupar un papel destacado en la visita a San Vicente de la Barquera. Los productos de mar se convierten en la mejor materia prima de los bares y restaurante que, en su mayoría, se ubican junto al puerto y en las avenidas de los Soportales y Miramar. En esta primera está uno de los mejores bares para comer tapas y raciones en San Vicente de la Barquera. El Mozucu ofrece una amplia carta a precios muy competitivos. En su nómina de raciones, destacan las rabas (4,90€), las navajas (7,50€) y los mejillones al vapor (4€). Con una ración de cada nosotros cenamos estupendamente en su terraza. También elaboran langostinos a la plancha, pulpo a la gallega y en vinagreta, chipirones, boquerones, gambas al ajillo y a la plancha…
Raciones del bar El MozucuSartén de gulas y gamas del bar La Rampla
Dentro de esa línea para comer en San Vicente de la Barquera a base de raciones a buen precio queremos destacar el bar La Rampla, ubicado en la avenida Antonio Garelly junto al puerto. Son especialistas en sartenes (gulas y gambas, picadillo, callos, morcilla, jamón, torreznos y solomillo). Cada una de ellas, a 9 euros. También sirven raciones de anchoas, mejillones, sardinas, pulpo, chipirones, gambas, navajas… Nosotros cenamos con una sartén de gulas y gambas, más una ración de chorizo a la sidra y otra de mejillones. Estas dos últimas estaban especialmente buenas.
Ser popular no quiere decir ser el mejor. Los cantantes o actores más populares no tienen porqué ser los intérpretes con más calidad y verdad. Lo mismo sucede con los destinos turísticos. Nadie puede poner en duda la belleza de la vertiente asturiana de los Picos de Europa y de los parques naturales de Somiedo y Redes. Pero, ¿acaso Omaña, Babia y Luna en León no están a la par? Cierto es que la popularidad también se trabaja y por eso nosotros vamos a poner nuestro granito de arena para dar a conocer uno de los enclaves naturales más sorprendentes que hemos conocido en España. Omaña, esa comarca de leyendas e inmensas praderas ligadas al curso de uno de los ríos trucheros por excelencia, tiene todo lo que el viajero necesita. Sosiego, paisajes irreales, buena gastronomía y un trato cercano. Un fin de semana es insuficiente para desgranar todos sus encantos, pero suficiente para enamorarse de una tierra inmensamente verde donde el tiempo parece detenido. En esta guía repasamos algunos planes que hacer en Omaña desde un alojamiento con mucho encanto.
Arroyo de Los Calderones en la comarca de Luna
Cómo llegar a Omaña
Una de las ventajas de la comarca leonesa de Omaña es su cercanía a la autopista AP-66. Tomando la salida de La Magdalena y La Robla nos metemos de lleno en el valle de Omaña gracias a la carretera LE-493, que discurre por sus principales municipios: Soto y Amío, Riello, Pandorado, Murias de Paredes…
Los que quieran evitar el carísimo peaje de la AP-66 pueden tomar en León la carretera CL-623 que asciende por un bello paisaje y sin excesivo tráfico hasta la comarca de Omaña.
¿Dónde alojarse en Omaña?
Si viajar a Omaña ya supone una huida del mundanal ruido y de cualquier síntoma de estrés, esa sensación se acrecienta si nos alojamos en un pequeño pueblo donde sus habitantes se cuentan literalmente con los dedos de una mano. Hablamos de La Omañuela, una bonita localidad en la ribera del río Omaña a la que se desciende por una empinada, pero corta carretera de montaña, desde Pandorado. Dos kilómetros que nos ponen de un plumazo en un frondoso valle donde las agujas del reloj avanzan a su ritmo. Sin prisas. En La Omañuela se encuentra la Casa Rural Aguas Frías, un cuidado alojamiento compuesto por dos casas rurales con capacidad para dos personas cada una y una vivienda de uso turístico con capacidad para cuatro. Aguas Frías es el sueño hecho realidad de Jesús y Mila, sus propietarios. Una pareja fantástica que transmite a sus huéspedes la pasión y el cariño que tienen por esta tierra. Mila nos contó que ambos trabajaban en León, pero un día acudieron a La Omañuela a hacer una ruta. Ese día se enamoraron de este lugar y decidieron poner la primera piedra de un proyecto maravilloso.
Nuestra habitación de la casa rural Aguas Frías
Nosotros nos alojamos en una de las casas rurales, y la experiencia fue inmejorable. Cuenta con un amplio salón con chimenea y cocina incorporada. El dormitorio está equipado con un jacuzzi y toda la casa cuenta con un sistema de cromoterapia para jugar con los colores y así propiciar momentos más íntimos y relajantes. Por si fuera poco, Jesús y Mila nos surtieron de una cesta con productos para preparar el desayuno y nos facilitaron toda la información necesaria de la zona para aprovechar al máximo el fin de semana.
Salón de la casa rural Aguas FríasProductos para el desayuno en Aguas Frías
Teniendo en cuenta que fue nuestra primera escapada tras el confinamiento por la crisis del coronavirus, la experiencia no pudo ser más relajante y renovadora. Mila y Jesús se han afanado además en aplicar todos los protocolos de limpieza y desinfección para eliminar el riesgo de contagio de la COVID-19.
Parcela de la casa rural Aguas Frías junto al río Omaña
Por si fuera poco, la casa rural Aguas Frías cuenta con una pequeña parcela en la ribera del río Omaña. Jesús y Mila dan acceso a sus huéspedes para que puedan tomar una copa de vino de forma relajada, se endulcen con los frutos de su frondoso frambueso o incluso hagan una barbacoa.
Qué hacer en Omaña y su entorno. 8 planes imprescindibles
Una visita a Omaña no solo permite descubrir esta comarca, sino también sus vecinas que conforman uno de los espacios naturales más desconocidos y fascinantes de España. Basta con señalar que casi en un palmo se concentran hasta cuatro reservas de la biosfera (Valle de Laciana, Babia, Omaña y Luna, Alto Bernesga y Los Argüellos). En estos enclaves nos esperan maravillas como las cuevas de Valporquero, las hoces de Vegacervera, el desfiladero de Los Calderones, el Camino Olvidado de Santiago… Además, es posible hacer turismo más urbanita en las ciudades de León y Astorga.
Adentrarnos en el Camino Olvidado de Santiago
El furor por el Camino de Santiago ha hecho que en los últimos años se hayan recuperado itinerarios que habían permanecido olvidados a la sombra de los más populares y transitados. Uno de ellos es precisamente el Camino Olvidado o Camino Viejo. A pesar de haber permanecido en un segundo plano, es una de las primeras rutas documentadas para alcanzar al Compostela. Conecta Bilbao con Villafranca del Bierzo a lo largo de 637 kilómetros. La etapa 15, que une las localidades leonesas de Pandorado y Fasgar, nos regala su tramo más interesante precisamente desde La Omañuela. El sendero se adentra en un frondoso bosque de ribera sin dejar de escuchar el sonido del río Omaña. Un río que, al no estar regulado por ninguna presa en su cabecera, desciende indómito y sublime.
Camino de Santiago OlvidadoCastillo de Benal
Desde La Omañuela caminamos hasta la localidad de El Castillo, que recibe su nombre por acoger el Castillo de Benal que se asienta sobre un altozano que ocupó un antiguo castro romano. Este tramo nos propone un agradable paseo de 8 kilómetros ida y vuelta ideal para realizar a primera hora de la mañana o al atardecer. El sol se va adentrando tímido entre el bosque de ribera dejando destellos casi irreales que pondrán su granito de arena para enamorarnos un poco más de Omaña.
Senderismo en la ruta de Las Fuentes del Omaña
Del interminable abanico de rutas de senderismo que hacer en Omaña nos teníamos que quedar con una porque nuestro tiempo era limitado. Elegimos las Fuentes del Omaña y dimos en el clavo. Es una ruta larga, de algo más de 18 kilómetros, con un desnivel acumulado de 570 metros, pero muy agradecida, variada y singular. Parte de Murias de Paredes, uno de los pueblos con más encanto de la comarca, y se adentra en una sucesión de valles y montañas por los que se deslizan diferentes arroyos que surten al río Omaña.
Paisaje en la ruta de las Fuentes del Omaña
El itinerario pasa en primer lugar por el pueblo de Montrondo para comenzar una incesante subida hasta uno de los abedulares más ricos de toda España. El abedular de Montrondo se extiende por las laderas de los montes que abrigan a esta localidad. Es además el refugio de una variada avifauna donde destaca el urogallo. La ruta alcanza las proximidades del nacimiento del río Omaña en un valle glaciar totalmente virgen y donde solo estuvimos acompañados por las vacas que pastan felices. Tras llegar al puerto de La Magdalena a 1.434 metros de altitud, el sendero regresa de nuevo a Murias de Paredes.
Abedular de Montrondo
Adentrarse en el desfiladero de Los Calderones
De Omaña a Luna. Ambas comarcas forman parte de la misma reserva de la biosfera y se complementan a la perfección con parajes naturales totalmente inesperados como el desfiladero de Los Calderones. Este Punto de Interés Geológico es una estrecha garganta que se formó gracias a la fuerza erosiva del arroyo de Los Calderones. La roca caliza se fue moldeando al gusto del agua regalándonos una sucesión de cuevas, oquedades, simas y figuras naturales arrebatadoras. Esa agua del arroyo sigue transitando por el desfilader,o pero de forma subterránea. Eso sí, en la época lluviosa vuelve a aflorar y hace totalmente imposible realizar este pequeña ruta. Por lo tanto, los meses de verano y el inicio del otoño es la época ideal para adentrarse en esta joya natural de la provincia leonesa.
Desfiladero de Los Calderones
Si limitamos la ruta al paso por la garganta haremos un recorrido de 6,5 kilómetros ida y vuelta desde la localidad de Piedrasecha.
Los que quieran prolongarla pueden continuar por la vega que se abre al final del desfiladero. Se trata del paraje de Santas Martas, que propone un itinerario circular no señalizado que va ganando altura para contemplar unas vistas espectaculares de la zona.
De regreso a Piedrasecha, podemos subir hasta la cueva de la Virgen del Manadero, lugar de culto que acoge cada último domingo de julio una gran romería.
Recorrer el patrimonio de los valles de Omaña y Luna
Entre ruta y ruta también hay que dejar espacio para el patrimonio. En cada pueblo de los valles de Omaña y Luna nos encontraremos con ejemplos de arquitectura tradicional que tienen un denominador común: la optimización del espacio. Casas donde en la planta baja se guardaba el ganado y en el primer piso residía la familia. En esta planta se abrían balconadas de madera. Los residentes tenían el calor del ganado por abajo y el de la cubierta de paja de centeno por arriba. Todo ello rematado con tejados a dos aguas con mucha pendiente para sobrellevar las copiosas nevadas.
Vivienda típica de Omaña en La Omañuela
Además de las viviendas tradicionales, en Omaña y Luna tenemos un puñado de bellas iglesias que merecen una parada. Una de ellas es la de Pandorado, del siglo XVII y cuya construcción se basa en una leyenda muy común en otras muchas ermitas españolas. Dicen que un pastor de La Omañuela encontró la imagen de una Virgen en este lugar y la llevó a la iglesia de su pueblo. Sin embargo, la talla siempre volvió a su lugar original, por lo que decidieron levantar una ermita que más tarde se convirtió en el santuario actual. Una de las fiestas más relevantes que acoge este templo es el desfile de los pendones cada 15 de agosto.
Iglesia de Pandorado
Destaca también la iglesia de San Juan Bautista de Murias de Paredes con un colorido retablo recientemente restaurado que acoge la talla de una Virgen del románico tardío. También nos dio tiempo a desplazarnos hasta Valdesamario donde se ubica la conocida como ‘catedral’ de Omaña. El santuario de La Garandilla es un templo dedicado a Nuestra Señora de las Angustias que destaca por su imponente torre. Cada 8 de septiembre congrega a los vecinos de toda la comarca para celebrar la festividad de la Virgen, cuya imagen primigenia de estilo románico no está en el templo sino en el Museo Diocesano de León.
Iglesia de Murias de ParedesSantuario de La Garandilla
Extasiarse ante las hoces de Vegacervera
Los que prolonguen su visita a Omaña algo más que un fin de semana tienen dos visitas imprescindibles en la zona del río Torío enclavadas en la reserva de la biosfera de Los Argüellos. En primer lugar hablamos de las hoces de Vegacervera. Un angosto valle de paredes verticales donde el río Torío ha ido moldeando la roca caliza generando una serie de formaciones rocosas de lo más interesantes como torcas, sumideros, marmitas de gigante… Un paisaje que nos recuerda al del desfiladero de los Calderones pero con mayor extensión.
Hoces de Vegacervera
Aunque existen varias rutas en el entorno de las hoces de Vegacervera, la mejor forma de contemplarlas es circulando por la carretera LE-315 que asciende desde la localidad de Vegacervera hasta Felmín y de ahí hasta nuestra próxima parada, las cuevas de Valporquero.
Durante esta visita tenemos dos citas gastronómicas ineludibles. Una es comer la exquisita cecina de chivo en el restaurante Las Rocas de Vegacervera. Y otra, acudir a la lechería tradicional de la localidad de Coladilla donde elaboran, además de quesos, unos yogures naturales apreciados en toda España.
Descender a las cuevas de Valporquero
El paisaje angosto de las hoces de Vegacervera nos conduce hasta otro de los atractivos más destacados de la provincia de León, las cuevas de Valporquero. Nosotros las visitamos durante otro viaje a tierras leonesas, pero las incluimos en este post ya que es otro de los planes que hacer desde Omaña.
Cuevas de Valporquero
Situadas a poco más de 1.300 metros de altitud bajo el pueblo que le da nombre, las cuevas de Valporquero son una sucesión de galerías, seis de las cuales son visitables. Existen diferentes recorridos disponibles. El normal (6 euros adultos) tiene una duración aproximadas de 60 minutos y hay pases cada media hora de 10:00 a 17:00 horas. El largo (8,50 euros adultos) cuenta con dos pases diarios (12:00 y 16:00 horas) y la visita se prolonga durante hora y media más o menos. Por último, se encuentra la opción del Valporquero Insólito (18 euros adultos), una visita de dos horas para grupos reducidos que se realiza la primera parte a oscuras y el regreso, con las salas iluminadas.
Una de las salas de las cuevas de Valporquero
Es bueno llevar ropa de abrigo ya que la temperatura de la cueva es de 7 grados durante todo el año con un grado de humedad que llega al 99 por ciento. En Valporquero también se realizan actividades de barranquismo puesto que la cueva cuenta en su interior con un curso de aguas activo.
Embobarse con el Faedo de Ciñera
A 42 minutos en coche de La Omañuela y a media hora de las cuevas de Valporquero se encuentra un lugar de ensueño repleto de leyendas y misterios. El faedo (hayedo en asturiano y leonés) de Ciñera es un pequeño paraíso natural que se abre en uno de los enclaves mineros por excelencia de la provincia de León. En un lugar donde el carbón tiñó muchas cosas de negro, incluido el atuendo de aquellas mujeres que perdieron a sus maridos e hijos en la mina, el contraste perfecto lo pone este frondoso hayedo que demuestra la riqueza natural de la cuenca del Bernesga.
La ruta al faedo parte desde el casco urbano de Ciñera y es un itinerario sencillo que se puede realizar en familia. Tiene 5,7 kilómetros (ida y vuelta), aunque se puede hacer una versión circular de 8,2 kilómetros como explican en este post nuestros compañeros y paisanos de Mi Familia Viajera.
Darse un chapuzón o disfrutar de la pesca en el embalse de Selga de Ordás
Acabamos ese itinerario volviendo de nuevo a la comarca de Luna para pasarnos por el embalse de Selga de Ordás. Tiene un cómodo acceso desde la carretera LE-420 y cuenta con un amplio aparcamiento, un pequeño centro de interpretación de la fauna de la zona y un muelle que utilizan los pescadores, pero también los bañistas que llegan allí durante los meses de verano. Las aguas del embalse son el hogar de ocho especies diferentes de peces entre los que sobresalen la trucha, el bordallo y el barbo.
Embalse de Selga de Ordás
Comer en Omaña
La gastronomía ocupa un papel capital en un recorrido por todo lo que hacer en Omaña y en las comarcas limítrofes. Durante nuestro viaje tuvimos oportunidad de comer en uno de los restaurantes con más solera para los omañenses. Se trata del mesón Resthy, en Pandorado. Está situado al pie de la carretera y regentado por un agradable matrimonio que apuesta por una cocina tradicional a precios muy razonables. Trabajan especialmente bien y con mucho gusto la casquería y la carne de caza. Nosotros nos decantamos de primero por unos garbanzos con callos (6,50 €) y unos entremeses de cecina, jamón, lomo y chorizo (9 €); y de segundo por un filete de ternera (9 €) y un filete de venado (11 €). Tienen además otros platos como rabo de ternera, chuleta de jabalí o bacalao a la riojana. También se puede comer a base de raciones (callos, mollejas, croquetas de jamón, gambas al ajillo…) que incluso se pueden encargar para llevar y comerlas tranquilamente en la casa rural Aguas Frías.
Filete de venado del restaurante Resthy
Otra opción para comer en Omaña es desplazarse hasta la localidad de Riello. Pegados el uno al otro junto a la oficina de España-Duero se encuentran lo restaurantes Villamor y El Rincón de Manolo. El primero cuenta con un coqueto patio donde degustar plácidamente algunas raciones como albóndigas caseras y jamón asado. Son platos más elaborados y un poco más caros que los de El Rincón de Manolo, donde también quedamos satisfechos con unas exquisitas raciones de croquetas, rabas y picadillo.
Albóndigas del restaurante Villamor
La ‘fiesta’ del chivo en Vegacervera
Además del título de una de las obras de Mario Vargas Llosa que narra los últimos días del dictador dominicano Trujillo, la ‘Fiesta del chivo’ (concretamente la Fiesta de la Cecina del Chivo) es un motivo más para viajar hasta Vegacervera. Hablar de esta localidad es hacerlo de sus hoces y de las cuevas de Valporquero, pero también del chivo. De la carne del macho de la cabra se elabora la cecina entrecallada que es diferente de la cecina de vaca. En este caso la carne se deja en remojo y se cuece junto a la longaniza para posteriormente servirse en su jugo tierna y deliciosa. Los que no puedan acudir a la fiesta, pueden hacer parada igualmente en el restaurante Las Rocas de Vegacervera. En él, además de la cecina de chivo, podemos meternos entre pecho y espalda unos judiones de La Bañeza con todos sus ‘sacramentos’ (como los bautizan en las Jornadas de la Matanza de El Burgo de Osma). Es decir, con chorizo, morcilla y panceta. En el restaurante Las Rocas elaboran muy bien el bacalao al ajoarriero y las truchas fritas.
Cecina de chivo del restaurante Las Rocas
Hablando de truchas. Aunque nos lo catamos, no podemos cerrar este post de Omaña sin mencionar que el plato más popular en la comarca es la sopa de truchas. Los probaremos en una próxima ocasión que seguro que la habrá.
No es lo que se suele entender por silencio. Porque el silencio, aunque resulte paradójico, también puede ser sonoro. Uno sonido constante y agradable. Que se funde con el entorno como un elemento más que no perturba ni molesta. Es lo que ocurre en la playa del Silencio en el concejo asturiano de Cudillero. El sonido de las olas meciendo con mimo los pequeños y erosionados cantos rodados es lo que allí se conoce por silencio. Una banda sonora idílica que engarza perfectamente con un entorno natural digno del más imaginativo de los artistas. Por algo está considerada una de las mejores playas de España. En esta guía te explicamos porqué merece tal honor, además de ofrecerte información práctica de cómo llegar a la playa del Silencio y cuál es el mejor momento para visitarla.
Panorámica de la playa del Silencio desde las escaleras de bajada
Cómo llegar a la playa del Silencio
La playa del Silencio es una de las paradas obligatorias en un recorrido por la costa asturiana y especialmente si se acude a la coqueta localidad pesquera de Cudillero. Para llegar a la playa del Silencio hay que tomar la salida 441 de la A8 (Novellana y Sta. Marina). En 2,5 kilómetros por una carretera (N-632) que se adentra en la frondosidad del paisaje asturiano llegamos hasta el pequeño municipio de Castañeras donde está indicada la playa del Silencio a un kilómetro. Primero veremos un aparcamiento donde, al precio de dos euros, podremos dejar el coche. Una alternativa es avanzar por la pista asfaltada que tiene una única dirección y estacionar en el arcén de forma gratuita. Nosotros optamos por la primera opción, ya que por solo dos euros merece la pena dejar el coche en un sitio seguro y además aportar un granito de arena a la economía local para mantener este pequeño paraíso.
Desde el aparcamiento hasta la playa hay un kilómetro que debemos hacer a pie, en parte por la misma pista por la que circulan los vehículos, y finalmente descendiendo por unas escaleras hasta la misma orilla del Cantábrico.
Los que no cuenten con vehículo propio pueden llegar en con el tren FEVE hasta el apeadero de Novellana. Después tendrán que caminar 1,7 kilómetros por la N-632 hasta Castañeras y, una vez allí, hacer el kilómetro de bajada hasta la playa del Silencio.
Así es la playa del Silencio. Las razones para que conquiste (y tenga algunos detractores)
¿Por qué la playa del Silencio está considerada una de las más bonitas de España? La explicación la tenemos nada más dejar el coche en el aparcamiento y comenzar a descender rumbo a la costa. Antes de girar 90 grados a la derecha, vemos un banco de madera a nuestra izquierda que se asoma al Cantábrico. Desde este punto tenemos la mejor vista de la playa del Silencio y la razón de que nos derritamos ante semejante belleza. Escondida entre los abruptos acantilados del entorno de Cudillero, la playa aparece favorecida en cualquier imagen. Es muy complicado estropear su ‘look’ por mucho que no seamos unos ases de la cámara.
Vista de la playa del Silencio a primera hora de la mañana
Desde las escaleras que descienden a pie de playa también se obtienen unas interesantes panorámicas. El inmenso acantilado de su vertiente oriental. conocido como la punta Nocedal y donde la fuerza del agua ha ido excavando cuevas y pequeños pasadizos, cumple una doble función en el Silencio. Por un lado, protegerla del fuerte oleaje del Cantábrico. Y por otro, dotarla de mayor encanto. Las aguas presentan una hipnótica mezcla de colores turquesa y azul que invitan a llegar cuanto antes y zambullirnos en ellas.
Punta Nocedal, el acantilado que protege a la playa
Estas son algunas de las razones para que la playa del Silencio conquiste, pero también tiene sus detractores. ¿Cuál es el motivo? Estamos ante una playa de cantos rodados y con ausencia total de arena. Eso obliga a visitarla con escarpines o cangrejeras (ni tan siquiera chanclas) para no acabar con un tobillo torcido, con dolor en las plantas de los pies o, lo que es peor, por los suelos con una pitera en la cabeza.
Obviamente la playa del Silencio no es para tostarse bajo el sol tumbado sobre la inexistente arena. Los que busquen ese concepto seguro que acabarán un tanto decepcionados. Es una playa para contemplarla y, por supuesto, para darse un chapuzón. Aunque sus aguas son frías, nosotros disfrutamos de lo lindo equipados con las gafas y el tubo de esnórquel y acercándonos a la zona rocosa para contemplar el fondo marino y su fauna. Es una gozada. Personalmente valoramos más la transparencia de las aguas que la presencia de arena. Además, en el entorno de Cudillero existen otras muchas playas donde sí es posible pasear sin necesidad de escarpines y cangrejeras.
Cantos rodados de la playa del Silencio
Otra de la razones del encanto de la playa del Silencio es su carácter salvaje. Algo que por fortuna conservan muchos de los arenales y calas de la costa asturiana. No hay chiringuitos, ni duchas, ni puestos de salvamento, ni tampoco los incómodos y molestos barcos de recreo que rompen la magia de lugares así como ocurre, por ejemplo, en algunas de las mejores calas de la Costa Brava. Nada de nada, la naturaleza más pura y sin maquillajes. Por esto motivo, la playa del Silencio no es una visita exclusiva para los meses de verano. Cualquier época es buena, si el tiempo lo permite, para asomarnos a uno de los rincones más magnéticos de la costa asturiana. Eso sí, para saber si contamos con más o menos extensión de playa, siempre es bueno consultar el calendario de mareas en esta página web que nos ayudará a planificar mejor la visita.
Estefanía, con escarpines, en la playa del Silencio
Cosas que ver en los alrededores de la playa del Silencio
La playa del Silencio es un buen motivo para visitar la costa occidental de Asturias, pero no la única. Estamos ante uno de los enclaves más interesantes no, solo de esta región, sino de todo el norte de España. Estas son solo algunos de los lugares que ver en los alrededores de la playa del Silencio.
Cudillero
El anfiteatro de casas de colores asomándose al antiguo puerto pesquero y abrigadas por un paisaje inmensamente verde enamora cada año a miles de personas. Hablamos, como no podía ser de otra forma, de Cudillero. Una localidad que ha sabido conservar su esencia a pesar de ser una de las más turísticas de Asturias. Una cosa no está reñida con la otra, aunque se nota que en los últimos años muchas viviendas del casco antiguo han pasado a convertirse en apartamentos turísticos. Cudillero se ve en unas pocas horas. Lo mejor es recorrer su ruta de los miradores para asomarse al anfiteatro desde diferentes puntos.
Vistas de Cudillero desde el mirador de El Baluarte
Playa de Oleiros
Esa autentica obra maestra de la ingeniería que es la Autovía del Cantábrico que es capaz de salvar la escarpada orografía gracias a inmensos viaductos, acerca sobremanera la posibilidad de llegar en un santiamén a algunas de las mejores playas de Asturias. Una de ellas es la de Oleiros. Se encuentra a solo 13 minutos en coche de la playa del Silencio, en la localidad de Lamuño. Para llegar hasta ella podemos estacionar el vehículo en el área recreativa de Monte Valsera y caminar por una pista en buen estado durante un kilómetro.
Playa de Oleiros
La playa de Oleiros se abre en la ensenada del mismo nombre y, a diferencia de la playa del Silencio, cuenta con una zona de arena gruesa y otra de cantos rodados. El acceso al agua es más cómodo ya que, a medida que nos adentramos, la arena es más fina. Tiene un área frecuentado por nudistas y el ambiente es muy joven y agradable.
Cabo Vidio
A diez kilómetros en coche de la playa del Silencio tenemos otro de los imprescindibles que ver en el entorno de Cudillero. El faro de cabo Vidio nos ofrece una imagen muy precisa y apabullante de la abrupta costa occidental asturiana. Es muy recomendable hacer la ruta que recorre diferentes miradores con sus correspondientes bancos para hacer fotografías inolvidables. Nosotros lo visitamos al atardecer, sin duda el mejor momento del día para relajarse y desconectar de todo.
Atardecer en el cabo Vidio
¿Dónde alojarse en el entorno de la playa del Silencio?
Para nuestra ruta por Cudillero y sus playas elegimos un alojamiento rural ubicado en la localidad de Soto del Barco, junto a la desembocadura del río Nalón en el Cantábrico. El hotel rural Foncubierta está enclavado en un lugar muy tranquilo y posee unas instalaciones modernas y muy cuidadas. Antonio, su propietario, recibe con amabilidad a sus huéspedes y sirve además unos fantásticos desayunos con productos de la zona.
Es la isla de los piropos. “Bonita”, “verde”, “la isla corazón”… Y lo más curioso es que todos ellos son más que merecidos e incluso se quedan cortos. La Palma es uno de esos lugares que supera con creces las expectativas del viajero más exigente. Las razones son variadas y las iremos desgranando en esta guía, pero hay una que destaca por encima de todas: la diversidad. En unos minutos pasas de los frondosos bosques de laurisilva del noreste a los jóvenes volcanes del sur. Y por el camino, te asomas a unos cuantos miradores, puedes parar en varias cautivadoras playas de arena negra o ascender hasta los 2.426 metros del Roque de los Muchachos para sentirte el rey del mundo bajo el cielo más límpido que puedes imaginar. Así es ‘la isla bonita’. Salvaje y bella. Dispar y hechizante. En esta guía repasamos todo lo que visitar en La Palma en una semana por libre. Las paradas imprescindibles en una isla que cautiva e invita a regresar.
Vistas de la Caldera de Taburiente desde el Roque de los Muchachos
Consejos prácticos para preparar un viaje a La Palma
Era un objetivo en mente desde hacía años y al fin se hizo realidad nuestro deseado viaje a La Palma. Será porque lo bueno se hace esperar. En base a esa experiencia desgranamos algunos consejos prácticos para organizar una intensa escapada por la ‘isla bonita’.
Vuelos y barcos
Iberia cuenta con una conexión diaria entre Madrid y La Palma que facilita mucho las cosas a la hora de viajar a la isla. El precio del billete es muy variable en función de la época del año y del día. Nosotros, por ejemplo, logramos los dos billetes ida y vuelta por 300 euros. Sin embargo, en otras ocasiones que los hemos consultado han llegado a estar a 300 euros, pero por persona. En estos casos lo mejor es contar con flexibilidad de días a la hora de fijar la ida y la vuelta con el objetivo de lograr la mejor combinación posible.
La Palma, desde el aire
Otra opción es volar en bajo coste a Tenerife y desplazarse a La Palma en un vuelo interislas de Canaryfly o Binter Canarias. También existe la alternativa del barco entre Los Cristianos y Santa Cruz de La Palma. La duración del viaje es de 3 horas (lo mismo que tarda el vuelo Madrid-La Palma) y las compañías que operan estos ferris son Armas y Fred Olsen.
¿Dónde alojarse?
El perfil del turista que acude a La Palma no tiene mucho que ver con el que llega a los complejos playeros de Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura, por ejemplo. Quizás por eso la oferta hotelera de la ‘isla bonita’ no es muy amplia. Se concentra en la localidad de Los Cancajos y en la capital, Santa Cruz.
Pero eso no nos tiene que llevar a engaño. La Palma cuenta con una extensa red de viviendas vacacionales que son una opción idónea para alojarse de una forma más auténtica, tranquila y diferente. Se trata de pequeñas casas para parejas y familias, algunas en medio de la nada, perfectamente equipadas y muchas de ellas con pequeños jardines en los que incluso puede haber una barbacoa. Nosotros nos alojamos en una de ellas. Se trata de casa La Rehoya, ubicada muy cerca de la localidad de Puntallana y a unos veinte minutos en coche de Santa Cruz. Un emplazamiento perfecto para recorrer la isla.
Para viajar a La Palma por libre es casi imprescindible alquilar un coche. Es la mejor forma (la única en algunos casos) de llegar a muchas de las visitas imprescindibles. Nosotros alquilamos el vehículo con la empresa local Monta Rent a Car, que nos dispensó un trato formidable y una facilidad absoluta para recoger y devolver el coche en el aeropuerto de La Palma.
Nuestro coche de alquiler en La Palma
¿Es complicado conducir en La Palma? Estamos ante una isla con una geografía muy abrupta que ha obligado a construir carreteras con trazados repletos de curvas y de subidas y bajadas. En ningún momento pudimos poner el coche a más de 90 kilómetros por hora, lo que da una idea del tipo de vías al que nos enfrentamos. Eso sí, la gran mayoría cuentan con buen firme y excelente señalización. Los que disfruten de la conducción por carreteras de montaña, lo gozarán. Los que no sean tan aficionados, lo pasarán un poco peor pero merecerá la pena.
16 lugares que visitar en La Palma en una semana
El alejamiento de los continentes (cada año América se separa unos dos centímetros de Europa y África) genera fuertes tensiones en el interior de la Tierra y, por lo tanto, que aflore el magma. Esta es la explicación de que existan las islas volcánicas de los archipiélagos de Canarias, Azores y Madeira. Todas ellas forman junto a Cabo Verde la región de la Macaronesia, que en griego significa “islas afortunadas”. Podríamos decir que es lo más parecido al paraíso, ya que en muchas de ellas se mantiene virgen la vegetación que estuvo presente en toda la Tierra antes de la última glaciación. Hablamos de la laurisilva y La Palma es uno de los mejores lugares para contemplarla.
La Palma es la quinta isla en extensión de las Canarias. Su orientación de norte a sur en forma de punta de lanza y su notable altura hace que los vientos alisios se detengan y generen una nubosidad casi perpetua que da como resultado los bosques de laurisilva del noroeste. En contraste, el oeste goza durante casi todo el año de clima soleado ideal para disfrutar de playas como las de Tazacorte y Puerto Naos.
Estos pequeños apuntes de geología son fundamentales para entender la naturaleza de una isla que cautiva por su diversidad y riqueza. Reserva de la Biosfera y escenario del parque nacional de la Caldera de Taburiente, hacemos un repaso de 16 lugares que visitar en La Palma en una semana para enamorarse de la ‘isla bonita’.
Roque de los Muchachos
Es el ‘techo’ de la isla de La Palma con sus 2.426 metros. No se trata de un único pico, sino de una serie de roques concatenados que como gigantes inmortales son capaces de bloquear cada día la masa de nubes arrastrada por los vientos alisios. Por eso la subida al Roque de los Muchachos permite contemplar el espectáculo del mar de nubes, y por eso también es muy complicado que nos veamos envueltos en la niebla o no tengamos visibilidad. Sería muy mala suerte.
La subida al Roque de los Muchachos se puede realizar por su vertiente este desde Santa Cruz de La Palma o por la norte desde Hoya Grande. En ambos casos estamos hablando de la carretera LP-4. Nosotros subimos por un lado y bajamos por otro. En total, una hora de ida y otra de vuelta por una serpenteante carretera donde pierdes la cuenta del número de curvas que tiene. Da lo mismo. Todo merece la pena para alcanzar uno de los enclaves más privilegiados de toda Europa. Un lugar donde el cielo es más azul de día y más estrellado de noche.
Vistas de algunos de los telescopios del Roque de los Muchachos
Por este motivo fue el lugar elegido para la instalación del Observatorio Astronómico del Roque de los Muchachos, compuesto por 14 telescopios, la mayoría nocturnos. Por culpa de la COVID-19 nosotros no pudimos visitar ninguno de ellos, pero si viajáis a La Palma cuando se retomen este tipo de actividades, no os lo podéis perder.
El Roque de los Muchachos es el mejor mirador de toda la isla, donde se aprecia como en ningún otro lugar la magnitud de la Caldera de Taburiente. Además, es posible contemplar con nitidez la silueta de las islas vecinas de Tenerife, La Gomera y El Hierro.
Santa Cruz de La Palma
La Palma no solo es naturaleza. Hay que prestar mucha atención a su patrimonio y al menos dedicarle un día a recorrer su capital, Santa Cruz. El casco histórico es un magnífico ejemplo de arquitectura colonial fruto de aquellos palmeros que emigraron a América y regresaron con la cartera llena y ganas de demostrar que les había ido bien. Una característica común en muchos de esos edificios repletos de color son las balconadas de madera, muchas de ellas realizadas en madera de tea, muy valiosa y resistente, y que se extraía del pino canario.
Plaza de España de Santa Cruz de La Palma
El mejor lugar para contemplar esos balcones es la avenida Marítima. Pero para nosotros el rincón más especial de Santa Cruz es la plaza de España donde se mezclan el magnífico edificio del Ayuntamiento, la iglesia de El Salvador y algunos buenos ejemplos de la arquitectura tradicional de la ciudad. El mercado de La Recova, los barrios de la Canela y San Telmo, la plaza de Santo Domingo, el Museo Naval y la fantástica y joven playa de Santa Cruz, son otras de las visitas imprescindibles que hacer en una ciudad cuidada, limpia y sorprendente.
Playa de Santa Cruz de La Palma
No hay que perder tampoco de vista la playa de Santa Cruz, inaugurada en 2017 y que ha dotado a la ciudad de un estupendo arenal de aguas tranquilas y cristalinas junto a un amplio paseo marítimo.
Faro y salinas de Fuencaliente
La lava que expulsó el volcán Teneguía hace solo cuarenta años envolvió la punta sur de la isla e incluso la hizo crecer. Las coladas abrazaron al viejo faro de Fuencaliente en su camino hacia el mar, pero no fueron capaces de derribarlo. Hoy, junto a esa primera construcción de primeros del siglo XX se levanta otra más moderna que se encarga de guiar a los barcos. Todo ello en mitad de un paisaje color ébano que sobrecoge y demuestra que estamos ante una isla muy viva y en constante transformación.
Salinas de Fuencaliente con el faro al fondo
Junto al faro de Fuencaliente se enclavan las salinas del mismo nombre que dan como resultado la sal marina Teneguía. Fueron creadas en 1967 y desde entonces se han convertido en uno de los lugares imprescindibles que visitar en La Palma en una semana además de un punto de paso para numerosas aves. El mejor momento para acudir a las salinas de Fuencaliente es al atardecer. El sol dota a los diferentes cocederos y a la propia sal de unos colores casi irreales con los faros y el Atlántico como perfecto telón de fondo.
Playa de Echentive
Junto al faro y las salinas se encuentra una de los caprichos naturales que nos regaló la furia del volcán Teneguía en 1971. La playa de Echentive o playa Nueva. Está compuesta de guijarros y gruesa arena negra y es un magnífico lugar para refrescarse en el Atlántico si el oleaje no es muy agresivo. Al inicio de la playa se encuentran unas pozas naturales conocidas como los charcos de Echentive y que adquieren un cautivador color esmeralda. Se surten del agua marina cuando sube la marea. Junto a ellas veremos una especie de cueva cerrada con un gran portón. Se trata de Fuente Santa, el manantial de aguas termales que fue sepultado por las erupciones de los volcanes San Antonio y Teneguía y que hace unos años se ha conseguido recuperar aunque todavía no es visitable.
Charcos de Echentive
Iglesia de la Candelaria de Tijarafe
Si hubiera que quedarse con una única iglesia que ver en La Palma, esa tiene que ser la de la Candelaria de Tijarafe. Su magnífico retablo de cinco calles es obra del artista palmero Antonio de Orbarán en el siglo XVII. Una mezcla de arte pictórico y escultórico que significó toda una revolución para el momento y que con el paso del tiempo se ha convertido en una obra admirada y estudiada en medio mundo. La iglesia es de estilo mudéjar con una sola nave y con un aspecto muy sencillo.
Retablo de la iglesia de La Candelaria de Tijarafe
Porís de La Candelaria
Desde la localidad de Tijarafe se desciende por una vertiginosa carretera, primero de asfalto y posteriormente cementada, al lugar más pintoresco que ver en La Palma. El Porís de la Candelaria representa la belleza de lo insólito. De lo imposible. Un pueblo guardado en el interior de una cueva marina. Amoldado a las formas de la roca creando una estampa diríamos que única en el mundo. Hace casi un siglo, algunos vecinos de Tijarafe decidieron colonizar esta cueva construyendo pequeñas casas encaladas que sirvieran como retiro para los fines de semana y el verano. Viviendas diminutas, algunas de dos pisos, pero con tan poco espacio que muchas de ellas tienen el salón de casa en el exterior. Los más afortunados gozan de una pequeña parrilla donde asar carne o pescado fresco. Además, el porís está dotado de accesos al mar con sus correspondientes escaleras para que vecinos y visitantes se refresquen en unas aguas cristalinas ideales para hacer esnórquel.
Porís de La Candelaria
Conviene madrugar para que la carretera no se convierta en una romería que dificulte todavía más su tránsito. Una vía que en algunos tramos es casi una pared y que concluye en un aparcamiento donde dejaremos el vehículo para hacer los últimos metros caminando.
La Cumbrecita
Para contemplar las vistas desde uno de los mejores miradores de La Palma hay que ser previsor. La Cumbrecita cuenta con un aparcamiento muy reducido por lo que es necesario reservar previamente plaza en esta web. La reserva se puede realizar por el tiempo que queramos siempre que haya plazas disponibles. Lo normal es permanecer alrededor de una hora y media si vamos a hacer la ruta circular de los miradores. Pero si subimos con la intención de hacer el ‘trekking’ del pico Bejenado, entonces necesitaremos unas cinco horas de reserva.
Vistas desde el mirador de Los Roques de La Cumbrecita
En medio de un frondoso bosque de pino canario, el mirador de La Cumbrecita ofrece unas bonitas vistas de la vertiente sur de la Caldera de Taburiente y del Roque de los Muchachos. La ruta circular de la que hablábamos tiene solo 3,2 kilómetros y nos lleva primero al mirador de Los Roques y posteriormente al del Lomo de las Chozas. Este último es menos vistoso ya que el bosque de pinos opaca las panorámicas.
San Andrés y las piscinas del Charco Azul
Además de Santa Cruz, la ‘isla bonita’ tiene otras localidades con encanto donde se aprecia esa arquitectura tradicional marcada por el color. Un buen ejemplo es San Andrés. Sus viviendas señoriales de una o dos plantas pintadas cuidadosamente con colores vivos nos proponen un paseo de lo más agradable. Un recorrido que puede comenzar en su iglesia de San Andrés y continuar por las ermitas del Pilar y San Sebastián para acabar en el cementerio viejo.
Una vivienda típica de San Andrés
Si descendemos desde San Andrés a la costa, nos sumergiremos en un mar muy particular. Es un mar de plataneras. Una sucesión inacabable de plantaciones que parecen no tener fin. Incluso algunas se cuelan en el propio casco urbano de la localidad. Todo un espectáculo que no solo hay que ver, sino paladear. El sabor y la textura que tiene el plátano de Canarias no es un mito, ni un eslogan. Es una realidad que demuestra que es uno de los productos más formidables que tenemos en España y que por lo tanto debemos preservar, consumir y apoyar.
Plataneras en San Andrés
Ese mar de plataneras nos conduce a una de las piscinas naturales más populares que visitar en La Palma. El Charco Azul son una serie de vasos de agua marina que reciben su nombre por el intenso color azul que presentan. En temporada alta suele estar muy frecuentado y no hay demasiado espacio para acomodarse alrededor. Eso sí, cuenta con toda clase de servicios.
Piscinas del Charco Azul
Piscinas de La Fajana
Menos conocidas que las piscinas naturales del Charco Azul, pero no con menos encanto y bastante más espacio nos encontramos la de La Fajana de Barlovento. Están compuestas de tres vasos comunicados por pasarelas y con una amplia zona para extender las toallas y descansar. El acceso es gratuito y la calidad de las aguas es formidable. Llama la atención la variada y colorida fauna marina que nos encontramos en el mayor de los vasos, por lo que recomendamos acceder a él con unas gafas de buceo para gozar mucho mejor de esta experiencia.
Piscinas de La Fajana
El Tablado
Una de las cosas que más atrae al viajero es que La Palma no se ha despojado de su autenticidad. Cierto es que hay enclaves más turísticos e impersonales como Los Cancajos o el puerto de Tazacorte, por ejemplo, pero la mayoría de la isla preserva la esencia. Sin embargo, hay una zona en concreto que ejemplifica a la perfección ese carácter auténtico y tradicional. El abrupto y frondoso norte enamora al visitante que ansía alejarse de los circuitos más populares. Las carreteras se complican y las poblaciones han sufrido la emigración. Por todo ello la paz que se respira es única. Un buen lugar para comprobarlo es El Tablado, una localidad donde vivieron casi medio millar de personas, pero en la que hoy apenas quedan 20 vecinos.
El Tablado
De El Tablado nos empezamos a enamorar cuando tomamos la carretera de La Barranquera que desciende desde la LP-1 hasta esta localidad. Nos adentramos en otro magnífico ejemplo de la laurisilva canaria entre una tímida neblina que otorga la humedad necesaria para que este bosque termófilo esté tan radiantemente verde. Una vez en El Tablado, estacionamos en el minúsculo aparcamiento que hay a la entrada del pueblo para caminar por sus callejuelas rumbo a la costa. Una vez allí contemplamos las terrazas, muchas de ellas abandonadas, donde los habitantes cultivaban todo tipo de frutas y hortalizas. Algún que otro drago se cuela con todo el gusto para el fotógrafo en las imágenes de la línea de costa. Abruptos acantilados que se asoman al furioso Atlántico y que nos regalan uno de los paisajes más formidables que visitar en La Palma.
Playa de Nogales
Una pista asfaltada en buen estado desciende de manera sinuosa desde Puntallana hasta el aparcamiento de la playa de Nogales, considera por muchos la más bella de la isla de La Palma. Desde el estacionamiento deberemos caminar 600 metros por un sendero y una serie de escaleras que se deslizan por el imponente acantilado volcánico. La playa de Nogales cuenta con servicio de socorrista 10:00 a 18:00 horas. Profesionales que merecen un diez, ya que reciben al bañista como si fueran con una calurosa bienvenida. Te informan de hasta dónde puedes zambullirte y el porqué de la zona balizada donde se limita el baño.
Playa de Nogales
Estamos hablando de una playa peligrosa con fuertes corrientes donde no es conveniente alejarse demasiado de la orilla ni mucho menos sumergirse más allá de la cintura. Sus aguas son trasparentes y con una temperatura idónea. Los que busquen tomar el sol en ella, mejor que acudan por la mañana ya que el gran acantilado que la protege oculta al astro rey por la tarde.
Playa y puerto de Tazacorte
Ponemos un pie en la playa de Tazacorte y un hamaquero nos cuenta orgullo que estamos en el lugar de España con más horas de sol. Nos disponemos a disfrutarlo y a contemplar una vez más la formidable diversidad de La Palma. La playa de Tazacorte, galardonada con la bandera azul, es un enclave turístico donde gozar de un arenal de aguas tranquilas y limpias, ideales para practicar deportes como el kayak o el paddle surf. La cosa cambia un poco más al norte cuando rebasamos el dique causante de esa tranquilidad. Allí el Atlántico golpea con toda su furia los acantilados volcánicos. Un verdadero espectáculo.
Playa de Tazacorte
Puerto Naos, el Charco Verde y El Remo
En la línea de la playa y el puerto de Tazacorte, Puerto Naos es otro enclave turístico que posee el arenal más grande de La Palma. También cuenta con bandera azul. Los que busquen un lugar de baño más auténtico solo tienen que desplazarse dos kilómetros al sur por una carretera rodeada de plantaciones de plataneras. Dos accesos y numerosas plazas de aparcamiento dan la bienvenida al Charco Verde, una preciosa cala ideal para hacer esnórquel.
Puerto NaosCharco Verde
Si recorremos otros 3,4 kilómetros rumbo sur, la carretera concluirá en la pintoresca localidad pesquera de El Remo. Un buen lugar para degustar pescado fresco y disfrutar de fantásticos atardeceres en un rincón casi olvidado donde las calles todavía son de tierra y la escarpada costa permite pequeños accesos al agua para darnos un chapuzón.
Ruta de los Volcanes
La Palma tiene más de 1.000 kilómetros de senderos señalizados. Todo un paraíso para los amantes del senderismo donde brillan especialmente tres rutas, dos lineales (Los Volcanes y la Caldera de Taburiente) y una semicircular (Marcos y Cordero). Esto obliga a contar con ayuda y si además viene de la mano de una empresa que ama y mima la isla con profesionales que conocen cada palmo y transmiten su pasión por ella, mejor que mejor. Hablamos de Isla Bonita Tours, una de las compañías de actividades más respetadas y serias de La Palma. Además de ocuparse de los traslados, realizan las rutas en grupos no demasiado numerosos y en compañía de guías que ayudan a entender mucho mejor todo aquello que pisamos y contemplamos.
Ruta de Los Volcanes
Sarai fue nuestra estupenda guía durante la ruta de Los Volcanes, una de las experiencias que nos han quedado grabadas de por vida. Caminar durante casi 20 kilómetros por un paisaje volcánico forjado en los últimos siglos y, al mismo tiempo, contemplar unas vistas excepcionales de las islas vecinas, es un privilegio que no se tiene todos los días. Un apasionante itinerario por el parque natural Cumbre Vieja entre el refugio de El Pilar y la localidad de Fuencaliente que primero asciende hasta los 2.000 metros para ir bajando poco a poco entre volcanes como el Hoyo Negro, el Duraznero y el San Martín.
Caldera de Taburiente
También de la mano de Isla Bonita Tours realizamos otra de las rutas imprescindibles que hacer en La Palma. El itinerario de la Caldera de Taburiente consta de 14,5 kilómetros con un desnivel de bajada de 881 metros. Una ruta cómoda que permite adentrarse en el corazón del parque nacional y en el origen de la isla.
Cascada de Los Colores
Comenzamos en el mirador de Los Brezitos para descender entre numerosos barrancos por un frondoso bosque de pino canario. Uno de los puntos álgidos de la ruta es el paso por el río Taburiente donde podemos darnos un chapuzón para después seguir bajando por el exigente tramo conocido como El Reventón. Antes del afrontar el tramo final caminando por el interior del barranco de Las Angustias, la ruta de desvía ligeramente para contemplar la Cascada de Los Colores, una pequeña y llamativa caída de agua que adquiere tonos rojizos por los minerales ferruginosos que arrastra, y verdosos por el musgo que se acumula.
Nacientes de Marcos y Cordero y bosque de Los Tilos
Fue la espina que nos quedó clavada en nuestro viaje de una semana a La Palma, pero se ha convertido en un motivo para regresar más pronto que tarde. Por tiempo hubiera sido perfectamente factible, por lo que la incluimos en este post para todo aquel que la quiera realizar. La ruta de los nacientes de Marcos y Cordero se adentra en un paisaje totalmente diferente al que vemos en Los Volcanes y la Caldera de Taburiente. Un espeso bosque donde asistimos al magnífico arte de trasladar el agua que se recoge en las cumbres hasta las laderas. Obras de ingeniería a través de túneles, canales, acequias y levadas que tienen en las islas de Madeira y de La Palma sus mejores ejemplos.
La ruta tiene 11,81 kilómetros con un desnivel de bajada de 2.228 metros, lo que supone una mayor exigencia que las otras dos. El comienzo es trepidante, con una sucesión de túneles (13 en total), el último que los cuales requiere una protección frente al agua en forma de chubasquero. El líquido elemento brota desde cualquier punto y el espectáculo es magnífico. Posteriormente llega el descenso para acabar en el magnífico mirador del Espigón Atravesado y penetrar en el frondoso bosque de laurisilva de Los Tilos.
Mirador del Espigón Atravesado
Los que no puedan o no quieran hacer la ruta tienen la opción de desplazarse en coche hasta el bosque de Los Tilos y contemplar la pequeña cascada del mismo nombre. En nuestro caso, hicimos además un pequeño tramo de la ruta de los Nacientes de Macos y Cordero, pero a la inversa. Caminamos hasta el mirador del Espigón Atravesado y nos dimos la vuelta. En total, 5 kilómetros por la auténtica laurisilva canaria que por un momento parece llevarnos hasta el trópico.
Cubo de la Galga
Entre los municipios de Puntallana y Barlovento y al pie de la carretera LP-1 parte una de las rutas más sencillas y atractivas que hacer en La Palma. Además se puede hacer por libre porque es de las pocas circulares. El Cubo de la Galga es todo un viaje por la laurisilva canaria. Un espectacular paseo por un denso bosque donde se demuestra la razón de que estemos en la ‘isla verde de Canarias’. El recorrido parte de un punto de información ambiental que cuenta con un amplio aparcamiento. Existen dos opciones para realizarlo. Una corta de ida y vuelta de seis kilómetros que se trata de un recorrido autoguiado. Llevando en nuestro móvil este PDF iremos conociendo las peculiaridades de este bosque mediante estacas numeradas. El trayecto se realiza primero por una pista asfaltada y después por un camino que no ofrece ninguna dificultad. De esta forma apreciaremos la espectacularidad de un barranco que se formó hace relativamente muy poco tiempo y que por lo tanto sigue en ese proceso de erosión y modelado gracias al viento y al agua.
Cubo de La Galga
Los que prefieran alargar el recorrido, tienen la opción de hacer otros tres kilómetros y medio circulares por un sendero que se adentra todavía más en la frondosidad del bosque. De esta forma ascenderemos hasta el mirador de Somada Alta desde el que disfrutaremos de una vista completa del bosque de laurisilva y su contraste con la costa.
Comer en La Palma
Otra de las sorpresas que nos deparó nuestro viaje a La Palma en una semana fue la gastronomía. Variada, con productos naturales y a precios muy ajustados. En este post hacemos un repaso de todos los restaurantes que visitamos ligados a un plato típico de La Palma. Entre ellos destacaríamos el asador El Campesino de Barlovento donde degustamos un exquisito gofio escaldado. Una particular y exquisita forma de preparar este producto tan canario. Nos gustaron mucho los guisos de carne de cabra, pero si tenemos que destacar un restaurante donde lo preparaban especialmente bien nos quedamos con El Mesón en Breña Alta.
Gofio escaldado de El Campesino
Los chicharrones y la carne a la brasa de los restaurantes Chipi Chipi y Los Braseros de Santa Cruz y los chipirones rebozados de La Chalana también en la capital son otros de los platos que conquistaron nuestro paladar durante la visita a La Palma.
La gastronomía es un atractivo más de la ‘isla bonita’. Comer en La Palma supuso para nosotros un feliz reencuentro con la cocina canaria. Ya tuvimos algunos contactos en Tenerife y Gran Canaria, pero en esta ocasión nos volcamos plenamente en los platos más tradicionales. Nos estrenamos con el gofio. Nos enamoramos más de las papas arrugadas y el queso asado. Descubrimos los chicharrones y los jugosos guisos de cabra. Y aunque somos de tierra de buena carne, nos quitamos el sombrero ante los asados palmeros. Fueron cenas más que comidas, ya que la hora del almuerzo siempre nos pillaba de ruta. Pero aun así disfrutamos de lo lindo con una serie de restaurantes y tascas recomendadas certeramente por César Brito, nuestros compañeros blogueros de Viajamos Juntos y algún que otro palmero al que consultamos. El resultado es este post con algunos de los mejores lugares para comer en La Palma barato (en ningún sitio pagamos más de 18 euros por persona) y probando los platos clásicos de la isla.
Terraza del restaurante Los Braseros
8 restaurantes con 8 platos tradicionales para comer en La Palma barato
Este recorrido gastronómico por la isla de La Palma está centrado especialmente en Santa Cruz, su entorno y la vertiente norte. Pero hay restaurantes muy interesantes en otros puntos que por falta de tiempo tuvimos que dejar de lado. Entre ellos está el Kiosko 7 de El Remo, los kioskos Teneguía y Montecarlo de Tazacorte o el restaurante Casa Goyo en Villa de Mazo. Tomar nota también de ellos como estupendas ideas para comer en La Palma junto a estos ocho que vamos a repasar a continuación.
Carne a la brasa de Los Braseros (Santa Cruz de La Palma)
Es uno de los clásicos de la isla donde las brasas están presentes en su cocina, pero también en sus mesas. ¿Qué quiere decir esto? Pues que la excelente carne que preparan (cerdo, ternera, cordero, pollo y conejo) se hace primero a fuego lento en las brasas de la cocina y posteriormente se remata en unos pequeños braseros de barro (de ahí su nombre) dotados de una parrilla donde en su parte baja colocan algunos de los pedazos de leña incandescentes para darle el último golpe de fuego. Un espectáculo visual y gastronómico. La carne, de gran calidad a precios muy razonables. Nosotros nos decantamos por una mixtura con chorizo, salchicha, chistorra, butifarra, morcilla y bistec. De entrada pedimos uno de los platos bandera de Canarias, el queso asado con mojo. Y como acompañamiento, como no podía ser de otra forma, más mojo y papas arrugadas. Para rematar, uno de los postres más típicamente canarios: el bienmesabe. Se trata de una pasta totalmente artesanal y cien por cien natural elaborada a base de almendras, azúcar, huevo, ralladura de limón y canela.
Queso asado de Los BraserosMixtura de carne de Los BraserosBienmesabe de Los Braseros
Los Braseros se localizan en un enclave privilegiado a siete kilómetros del centro de Santa Cruz de la Palma en los primeros kilómetros de subida al Roque de los Muchachos. Esto dota a la terraza del restaurante de unas vistas formidables. Si se reserva, mejor. Y si hay opción de hacerlo en el jardín, mejor todavía. Estaremos protegidos del sol por inmensas parras repletas de uvas que parece que van a caer sobre nuestro plato en cualquier momento. Una auténtica experiencia gastronómica y uno de los imprescindibles para comer en La Palma.
Terraza de Los Braseros
💰 Precio por persona: 18 euros aproximadamente
Gofio escaldado del restaurante El Asador del Campesino (Barlovento)
Siguiendo las recomendaciones de Dennis y Kate del blog Viajamos Juntos recalamos en este restaurante de la localidad de Barlovento durante el recorrido que hicimos por el norte durante nuestro viaje a La Palma en una semana. Uno de los motivos fue probar uno de los alimentos canarios por antonomasia al que todavía no le habíamos hincado el diente. Se trata del gofio. Este producto está elaborado a base de harina de cereales tostados. Su textura y aspecto lo asemejan a una especie de harina de color amarillo, pero sus propiedades nutritivas son enormes. De hecho se convirtió en fundamental en épocas de hambruna como la posguerra. Hoy el gofio se sigue consumiendo en Canarias bajo diferentes elaboraciones. La del restaurante El Asador del Campesino nos maravilló. El plato se llama gofio escaldado y, además de este producto, contiene hebras de carne, cebolla, queso de cabra y alguna verdura que no logramos identificar. Como entrada es ideal y la mezcla de sabores de todos sus ingredientes nos conquistó.
Gofio escaldado de El Campesino
Además del gofio escaldado, en el restaurante trabajan a la perfección los guisos y las carnes a la brasa. Aunque en la carta no figuraba la posibilidad de pedir medias raciones, el amable camarero nos brindó esa opción para probar más cosas. Por ello pedimos media de gofio escaldado y media de carne de cabra. Esta última guisada con una salsa deliciosa y acompañada de boniato y patata. Para rematar optamos por una pieza de lomo alto de vacuno a la brasa, exquisita. En su punto, jugosa y muy tierna. Un acierto absoluto.
Guiso de cabra de Asador El CampesinoLomo de vacuno de Asador El CampesinoPríncipe Alberto del Asador El Campesino
En la carta de postres figuran algunas especialidades de La Palma como el príncipe Alberto, un dulce elaborado a base de cacao que se corona con nata o bolas de helado. Sin duda, un gran colofón para una extraordinaria cena a un precio muy ajustado (30 euros los dos) y con un trato sensacional. Eso sí, conviene reservar.
💰 Precio por persona: 15 euros aproximadamente
Quesos palmeros de Tasca La 4 (Santa Cruz de La Palma)
Pequeño bar con una agradable terraza en el centro de la capital de la isla. Ideal para comer de raciones a precios muy ajustados regadas con una buena cerveza canaria. Nosotros probamos una de pata asada y otra de quesos de la isla. Deliciosas ambas y a solo cinco euros cada una. Para cenar más ligero, ideal.
Quesos palmeros y pata asada en Tasca La 4
💰 Precio por persona: 7 euros aproximadamente
Carne de cabra de El Mesón (Breña Alta)
Calidad-precio podemos decir que fue el restaurante que nos dejó más satisfechos a la hora de comer en La Palma. Tiene todos los ingredientes para conquistar al comensal. En primer lugar es un local acogedor, espacioso y muy limpio. Está gestionado magistralmente por una plantilla de mujeres que te dispensan un trato exquisito y además llevan el negocio con una más que admirable agilidad. Pero, sobre todo, estamos ante un restaurante donde comer platos tradicionales canarios a un precio bajo y con una elaboración más que notable. Si a esto le añadimos que por las tardes a partir de las 18:00 horas ponen a funcionar su churrera para elaborar unas deliciosas porras con chocolate, estamos ante eso que los modernos llaman ‘must to do’ de La Palma. O lo que nosotros denominamos simplemente ‘templo gastronómico’.
Queso asado de El MesónGuiso de carne de cabra de El MesónBacalao cocinado de El Mesón
El Mesón tiene una amplia carta donde los platos principales no superan los 9 euros. Nosotros nos inclinamos por una entrada de queso asado con mojo (4,50 euros) y continuamos con la mayor especialidad de El Mesón, el guiso de carne de cabra (7,50 euros). Además, probamos un bacalao cocinado con papas arrugadas y boniatos (8,50). El queso, exquisito. La carne de cabra, tierna y jugosa y con una salsa de verduras que casaba a la perfección. Y el bacalao, un señor lomo que se deshacía en la boca con un aceite de oliva de primera calidad y con una presentación digna de un restaurante de alta cocina. Nos sorprendió muy gratamente.
Biscuit de higo de El Mesón
Rematamos con la especialidad dulce de El Mesón, el biscuit de higo. Tres cremosas bolas de este postre con un sabor delicioso que merece mucho la pena probar.
💰 Precio por persona: 14 euros aproximadamente
Chipirones rebozados del restaurante La Chalana (Santa Cruz de La Palma)
Restaurante ubicado en una situación estratégica junto a los balcones (aunque más bien debajo) de la avenida Marítima y enfrente de la playa de Santa Cruz. La Chalana es especialista en productos del mar y con esa intención fuimos. Teníamos ganas de zambullirnos en la gastronomía marinera de la isla, ya que hasta el momento había mandado la carne. Lo hicimos con una de las especialidades de La Chalana, los chipirones rebozados. Nos gustaron porque están muy tiernos y con el rebozado justo para que no empalague. Además, la ración es generosa. Completamos con unas lapas, sabrosas pero un tanto escasas. Solo las habíamos probado en Madeira y Azores. En la isla de Sao Miguel se preparan igual, pero los platos son notablemente más abundantes. Teniendo en cuenta que es un producto barato no tiene mucho sentido racanear con la cantidad.
Chipirones rebozados de La ChalanaCamarones de La ChalanaLapas del restaurante La Chalana
También probamos los camarones, trabajosos porque se hace cansado ir pelando uno a uno, pero frescos y de buena calidad. Las papas arrugadas de acompañamiento no fueron ni mucho menos de las mejores. A La Chalana también se puede acudir a comer pescado fresco. Prueba de que se trata de piezas adquiridas en el día es que en su carta no especifican la variedad, sino que se amoldan a lo que pueda llegar de la lonja. Una buena señal sin duda. La terraza es agradable y el trato correcto.
💰 Precio por persona: 19 euros aproximadamente
Chicharrones del Restaurante Chipi Chipi (Santa Cruz de La Palma)
Es un clásico de la isla. Un atractivo más que se debe visitar durante un viaje a La Palma. No solo por su comida, que es lo más importante, sino también por su particular enclave y peculiar diseño. Pensábamos en un principio que se trataba de un restaurante a la medida de los turistas, pero nada más lejos de la realidad. Conquista por igual a palmeros y visitantes, y eso es buena señal. A pesar de su fama, sus precios son ajustados muy en la línea de la mayoría de resultantes para comer en La Palma que mencionamos en este post.
Exterior del restaurante Chipi Chipi
El restaurante Chipi Chipi se encuentra al pie de la carretera LP-101. Su diseño es cuanto menos original. Con varios comedores interiores y otros tantos exteriores. En un frondoso jardín donde te acompaña el sonido de algunas aves exóticas existe una especie de camarotes privados donde caben hasta ocho personas sentadas en la misma mesa. De esta forma tienes tu privacidad y al mismo tiempo se garantiza la distancia social. El que diseñó este restaurante fue un visionario, ya que su distribución se adecua a la perfección a los tiempos que vivimos.
Nuestro ‘camarote’ del restaurante Chipi Chipi
En la carta del Chipi Chipi predominan las carnes a la brasa. Probamos las costillas de cerdo, contundentes y jugosas, y un conejo frito que estaba delicioso. Con mucho sabor y acompañado de ajo frito. Dos platos para olvidarse de los cubiertos y tirar de dedos para disfrutar rebañando los huesos. Otras de sus especialidades son el chuletón de ternera, las salchichas parrilleras, el bistec de cerdo, el cabrito o el hígado.
Conejo frito del restaurante Chipi Chipi
Pero en este restaurante tuvimos la oportunidad de probar uno de los imprescindibles de la cocina palmera: los chicharrones. En el Chipi Chipi los hacen untados en gofio. Los chicharrones son el tocino del cerdo que en este restaurante le retiran la corteza y lo fríen en pedazos pequeños hasta que quede tostado. Después lo bañan en gofio. Es un aperitivo contundente, pero un manjar para los que somos disfrutones de los productos del cerdo.
Chicharrones del restaurante Chipi Chipi
En cuanto al postre optamos por el de la casa, un bizcocho mojado en café muy parecido al tiramisú que nos gustó más que este conocido dulce. También destaca la tarta de queso casera, la mousse de gofio, el príncipe Alberto y el bienmesabe, entre otros.
Un dato importante: el Chipi Chipi no admite reservas salvo que sean grupos grandes. Hay que llegar y guardar cola pacientemente. Nosotros fuimos a cenar a las siete de la tarde y no tuvimos ningún problema. Ya sabéis, a quién madruga…
💰 Precio por persona: 15 euros aproximadamente
Arepas de la Arepera Las Nieves (Santa Cruz de La Palma)
La influencia de la cocina de Venezuela en La Palma se refleja especialmente en las arepas. Son muchos los palmeros y canarios en general los que emigraron al país sudamericano (considerado la octava isla del archipiélago). De regreso trajeron la receta de estas tortas de harina de maíz que se pueden rellenar con carne, atún o queso, entre otros muchos ingredientes. Son varios los restaurantes que especialmente en Santa Cruz sirven arepas. Nosotros visitamos la Arepera Las Nieves, un modesto local situado muy cerca del Museo Naval.
Arepas de Arepera Las Nieves
Las arepas más populares son las de carne mechada, lomo o diferentes tipos de queso. Se les pueden añadir ingredientes extra. Además elaboran muy bien las empanadas. Piezas de un tamaño más que considerable, con una masa muy jugosa y un generoso relleno. Muy recomendable la de atún y cebolla.
💰 Precio por persona: 10 euros aproximadamente
Barraquito de la gasolinera Tgas Garafía
Tranquilos. Ni nos hemos vuelto locos incluyendo una gasolinera en este post de lugares donde comer en La Palma ni el barranquito es un nuevo tipo de combustible. Si hacéis una ruta por el norte de la isla, algo imprescindible por otro lado, intentar que el paso por la gasolinera Tgas Garafía coincida con la hora de comer o de cenar. A simple vista es una estación de servicio sin más que cuenta con una pequeña cafetería. Pero tras la barra se esconde una cocina maravillosa y sorprendente.
Pulpo a la vinagreta de la gasolinera Tgas GarafíaCarne de cabra de la gasolinera Tgas Garafía
Cuentan con varias especialidades entre las que destaca el pulpo a la vinagreta y la carne de cabra. Pedimos una ración de cada una, además de otra de chipirones. Una cosa que vimos en La Palma y nos gustó especialmente, es que muchos restaurantes se adaptan al cliente. Para que pruebe más platos, te sirve medias raciones sin que inicialmente figuren en la carta. De esta manera te facilitan picotear un poco de todo sin abusar de nada. Nos sucedió en el Asador El Campesino, el Chipi Chipi y esta gasolinera. Que aprendan en otras parte de España donde te obligan a comer raciones enteras sí o sí.
Barraquito de la gasolinera Tgas Garafía
Pero además de estas delicias saladas que el amable camarero te canta (no tienen carta), en la gasolinera Tgas Garafía disfrutamos de una especialidad dulce de la gastronomía canaria. Se trata del barraquito, un café acompañado de leche condensada, licor 43, nata y rematado con canela o cáscara de limón. Hay que pedirlo siempre “con todo” para que se incluyan todos estos ingredientes. Por la diferente densidad de cada elemento, se presenta con un aspecto muy singular y atractivo. Después hay que mezclarlo todo para disfrutar de un sabor delicioso.
Siempre a la sombra de Cíes, la isla de Ons es otra de las patas sobre las que se asienta el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. Un pequeño paraíso con senderos envueltos por helechos, que se asoman a cavidades diabólicas y que descienden hasta playas de arena blanca y aguas color turquesa. Pero Ons también es tierra de colonos. Son varias las familias que residen en este territorio protegido gracias a una concesión polémica y que tiene tras de sí una apasionante historia. Te contamos cómo llegar a la isla de Ons y qué hacer en un lugar mágico codiciado desde tiempos prehistóricos.
Vista del sur de la isla de Ons
¿Por qué hay colonos en Ons?
Perteneciente al municipio pontevedrés de Bueu y dando la bienvenida a la ría de Pontevedra, Ons es en realidad un pequeño archipiélago formado por la isla del mismo nombre, la más pequeña de Onza y siete islotes. Junto con las islas Cíes, Sálvora y Cortegada forma parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia. Pero lo que diferencia a Ons del resto es que cuenta con un núcleo de población estable (92 casas y 82 moradores). ¿Cuál es el motivo? Hay que echar la vista atrás para encontrar la explicación. Aunque la presencia humana está constatada desde tiempos prehistóricos, es tras la invasión napoleónica cuando se asientan un grupo de personas de manera continuada. No eran propietarios de sus viviendas y campos de cultivo, sino que eran colonos que pagaban un tributo a las familias que desde aquel momento fueron dueñas de las islas. Por ejemplo, estaban obligados a entregar todo el pescado que obtenían, especialmente el pulpo, muy abundante en estas aguas. Franco expropió Ons a la última familia que tuvo la isla en propiedad, los Riobó. Desde entonces los colonos quedaron en una especie de limbo. Ya no tenían que pagar tributos a nadie, pero tampoco eran legítimos dueños de ese terreno. En 2011 se puso fin a su situación irregular al establecerse un régimen de concesión que no contentó a nadie. Hoy esos colonos se oponen a que Ons se convierta en Patrimonio de la Humanidad como se puede ver en los carteles que cuelgan de sus viviendas ya que consideran que las limitaciones en el cupo de visitantes al parque nacional impiden que familiares y amigos les puedan visitar siempre que quieran. La Xunta decidió entonces establecer un cupo de 800 plazas para isleños al margen de los visitantes. Eso sí, seguramente no será el último capítulo de esta polémica.
Cómo llegar a la isla de Ons
Existen diferentes opciones para llegar a la isla de Ons. En veranocada día parten barcos desde los puertos de Vigo, Combarro, Bueu, Sanxenxo y Portonovo (puedes reservarlos pinchando en cada localidad). Los trayectos más cortos son desde estos tres últimos por su cercanía a la isla. Nosotros salimos desde Bueu con la naviera Mar de Ons, la misma que elegimos para visitar las islas Cíes unos años antes y cuya experiencia os relatamos en este post. El precio del billete es de 15 euros ida y vuelta. Para aprovechar al máximo la visita salimos en el primer barco de la mañana (9:45 horas) y regresamos en el de las 18:30 horas. En estas casi nueve horas da tiempo suficiente para realizar los senderos y relajarse en sus paradisiacas playas. Al igual que en las Cíes, también hay un camping para todos aquellos que deseen pernoctar.
Uno de los barcos que une Bueu con la isla de Ons
Es bueno planificar con tiempo la visita a la isla de Ons, especialmente en los meses de verano. Existe un cupo de visitantes que puede completarse en algunas ocasiones. Antes de comprar los billetes con la naviera hay que entrar en esta página web de la Xunta de Galicia para solicitar una autorización de forma gratuita. En el caso de la isla de Ons existen tres diferentes: para visitantes de un día, para campistas y para vecinos. Si en el día elegido no se ha completado el cupo, introduciremos nuestros datos personales y nos proporcionarán un código alfanumérico y recibiremos en el correo electrónico un QR. El primero es el que tendremos que introducir en la web de la naviera para hacer la compra de los billetes. El código QR se nos pedirá antes de embarcar por el funcionario de la Xunta encargado de estos menesteres. Así se sencillo.
Qué ver en la isla de Ons en un día
La isla de Ons está especialmente indicada para todos aquellos que disfrutamos con la naturaleza más pura. Con el senderismo, con los miradores más cautivadores y con las playas más salvajes. Es una isla además muy diferente a Cíes. Menos montañosa y menos espectacular a simple vista, pero con un encanto singular gracias en parte a que recibe a un menor número de visitantes.
Rutas de senderismo
Cuatro rutas recorren Ons de norte a sur (puedes descargarlas en este PDF). Teniendo en cuenta que el punto más alto de la isla tiene 119 metros y todos los itinerarios transitan por cómodos senderos y pistas, estamos hablando de rutas muy sencillas que no requieren un gran esfuerzo físico. Los que estén más acostumbrados a andar pueden hacer una mezcla de las cuatro. Nosotros así lo hicimos como se puede consultar en este ‘track’ de Wikiloc. En total hicimos 15,3 kilómetros.
Ruta Sur (verde)
Nada más desembarcar en Ons comenzamos a hacer la ruta verde o Ruta Sur. Es circular y tiene 6,2 kilómetros. El itinerario arranca en el barrio de Curro, el epicentro de los servicios que tuvieron los habitantes de la isla. Allí se localizaba la escuela (hoy convertida en centro de visitantes), la iglesia (que reúne un buen puñado de imágenes diversas e inquietantes), el centro cívico, un silo y hasta un lugar para reunir el ganado que se denominaba precisamente curro. Todos estos edificios se levantaron en los años 60 y con un más que mejorable gusto arquitectónico.
Sendero de la Ruta Sur de Ons
Inmediatamente comenzamos a caminar por un agradable sendero pegado a la costa y en el que vemos algunas de las viviendas de los colonos de Ons. Pasaremos por las playas Dos Cans y Canexol, para ir ascendiendo poco a poco junto a un pinar de repoblación hasta los acantilados de la punta sur. Un desvío de unos metros lleva hasta el mirador de Fedorentos, un lugar mágico donde azota el viento y nos citamos frente a frente con la isla de Onza y al fondo, con las Cíes. Aunque existe la tentación de salir del mirador y descender por las rocas en busca de la mejor fotografía, no es conveniente hacerlo ya que estamos en una zona de cría de gaviotas.
Mirador de Fedorentos
La ruta verde nos conduce posteriormente a otro de los lugares más interesante que ver en la isla de Ons. Se trata del Buraco do Inferno. Si bajamos con precaución hasta el pequeño mirador que prácticamente cuelga del acantilado, veremos una gran grieta en la roca. El Buraco do Inferno era una antigua cueva moldeada por la fuerza del Atlántico hasta que su techo se vino abajo y se formó una inmensa abertura que impacta al visitante.
Buraco do Inferno
La ruta continúa por la vertiente oeste donde disfrutaremos de la ensenada de Caniveliñas para regresar de nuevo al barrio de Curro.
Ruta del Faro (amarilla)
Antes de alcanzar el barrio de Curro, la Ruta Sur enlaza con la del Faro, señalizada con marcas amarillas, circular y de 4 kilómetros. Nosotros hicimos solo una parte, ya que posteriormente empalmamos con la Ruta Norte.
La Ruta del Faro conduce por una pista cementada que pasa junto al camping hasta el faro de Ons, el punto más alto de la isla situado a 119 metros de altitud. Esta construcción tiene su origen en el año 1865, aunque en 1926 se amplió para dotarla de mayor potencia. Actualmente alcanza las 25 millas náuticas, equivalentes a 46 kilómetros. Fue uno de los últimos faros habitados por un farero, que conservaba en su interior una valiosa colección de conchas.
Faro de Ons
Tras dejar el faro podemos regresar al punto de origen por la vertiente oeste de la isla o enlazar con la Ruta Norte (azul) por el helipuerto, que es la opción que nosotros elegimos.
Ruta Norte (azul)
Con 8,1 kilómetros y también circular, es la ruta más larga que hacer en la isla de Ons. Nosotros comenzamos por su vertiente oeste, donde el sendero va pegado al Atlántico y nos permite divisar las puntas de Estripeiral y Xubenco, además de la pequeña ensenada de Bastián de Val. A la altura del conocido como alto da Cerrada, el sendero se desvía para alcanzar el extremo norte de la isla de Ons. Se trata de la punta do Centolo. Allí se divisa perfectamente el islote do Centolo, la isla de Sálvora, la ría de Pontevedra, la península de O Grove y su espectacular playa de la Lanzada. Una formidable panorámica de la que disfrutamos en solitario. Eso sí, fuimos unos afortunados, ya que el paso hasta la punta do Centolo está cerrado entre el 15 de marzo y el 15 de agosto por la cría de gaviotas.
Ruta Norte de OnsPunta do Centolo
De regreso por la zona este de la isla veremos inmediatamente el desvío hacia la playa de Melide, sin duda la más bella que ver en la isla de Ons. Después de visitarla ponemos rumbo al embarcadero por un bonito sendero que se adentra en un frondoso bosque.
Ruta do Castelo (roja)
Esta pequeña ruta de 1,1 kilómetros y circular se puede empezar desde el barrio de Curro o enlazar con ella si regresamos de la playa de Melide por la Ruta Norte. El sendero se acerca hasta la punta donde se encuentran las ruinas de una fortificación defensiva del siglo XIX.
Punta do Castelo
De regreso al embarcadero pasaremos por la pequeña playa que está situada junto a él, la de Dornas. Su nombre recuerda a las viejas embarcaciones que usaban los isleños para adentrarse en el mar en busca de las piezas que después tenían que entregar a la familia propietaria de Ons. Junto a los bañistas que suelen poblar este pequeño arenal, es posible ver algún pequeño barco que recuerda a tiempos pasados.
Playas de la isla de Ons
La isla de Ons cuenta con cinco playas, la mayoría de ellas situadas en la mitad sur. La excepción es Melide, su arenal más bello y el que nos traslada al mismísimo paraíso.
Playa de Melide
Si Cíes tiene su idílica playa de Rodas, en Ons pueden presumir de contar con Melide (no confundir con la playa del mismo nombre de Cangas del Morrazo de la que te hablamos en este post). Aunque es nudista, muchos de sus bañistas son textiles ya que pocos visitantes se resisten a la tentación de tumbarse sobre su fina y blanca arena o sumergirse en sus cristalinas aguas. La temperatura del agua es muy baja, pero la atracción magnética que ejercen sus colores azul, verdoso y turquesa es irresistible.
Aguas cristalinas de la playa de MelideVista de la playa de Melide
En Melide suelen fondear algunas embarcaciones y es una playa ideal para practicar esnórquel.
Playa das Dornas
Es la playa más accesible que ver en la isla de Ons. Se encuentra pegada al embarcadero y a la zona de restauración. Cuenta con un pequeño arenal y una zona verde aledaña con un merendero. Las aguas son tranquilas y es ideal para acudir con niños y darnos un pequeño chapuzón antes de coger el barco de regreso. Recibe su nombre porque desde esta playa partían las dornas, embarcaciones típicas de las Rías Baixas, para pescar especialmente pulpo.
Playa das Dornas
Playa de Area dos Cans
Junto con Melide, es la playa más concurrida de la isla de Ons. Se encuentra a unos pocos metros del centro de visitantes y cuenta con un amplio arenal. Es más rocosa que Melide, pero sus aguas son igualmente transparentes y tranquilas. Cuando la marea baja es posible contemplar una tumba antropomórfica esculpida la roca y conocida como Laxe do Crego. Algunas fuentes apuntan a que perteneció a un sacerdote de la Edad Media.
Playa de Area dos Cans
Playa de Canexol
El itinerario de la Ruta Sur también pasa por esta pequeña playa que mira directamente a la ría de Pontevedra. Tiene una pequeña superficie de arena blanca con oleaje moderado y presencia de rocas.
Playa de Canexol
Playa de Pereiró
Es la playa ubicada más al sur de la isla de Ons, antes de que los acantilados comiencen a tomar el protagonismo. Se trata de una cala muy pequeña a la que se accede por un sendero que parte de la Ruta Sur. El oleaje suele ser moderado y no suele congregar a demasiados bañistas, por los que, si por ejemplo se acude por la mañana, es probable que estemos prácticamente solos.
Comer en la isla de Ons
La isla de Ons cuenta con tres restaurantes ubicados en el barrio de Curro y que reciben al visitante nada más bajarse del barco. Todos ellos están enfocados al turismo y los precios de sus raciones son más elevados que, por ejemplo en Bueu. El más popular para comer pulpo es Casa Acuña, que en 2012 recibió el premio al “mejor pulpo del mundo”. Casa Checho y bar O Pirata son los otros dos restaurantes donde los productos del mar constituyen la piedra angular de sus cartas.